Mensaje del Apóstol de Jesucristo en la Santa Cena

Que la paz de Dios y la gracia de nuestro señor Jesucristo sea en el corazón de la bendita y amada iglesia del Señor.

Cuanto me he gozado con vosotros desde que empezó el servicio, aquí estoy con vosotros, unido, gozoso, lleno de llanto y de bendición, porque hoy Dios nos ha permitido, estar junto, yo no veo una celda de cuatro paredes, yo no veo los barrotes, que me separan de vosotros, yo veo vuestros hermosos rostros, veo vuestra hermosa fiesta ¡Si! Por qué vosotros sois los hijos de Dios, la esposa del cordero y hoy yo también he participado de esta bendición.

Pero quiero también dejaros unas palabras que, en el transcurso de nuestro servicio, estuve meditando y pensando en aquel momento en el que el Señor fue entregado, él pudo haber tenido una decisión diferente, decisión que le hizo saber al apóstol Pedro.

Cuando le dijo: Pedro si yo quisiera, yo le pediría a mi padre ayuda y el me mandaría legiones para defenderme, si hermanos, él pudo haber negado, el no perdía nada, el era el hijo de Dios, él tenía ya su lugar.

Pero él tuvo confianza en nosotros, tuvo esperanza en nosotros, él sabía que no solamente en aquel momento, en aquella iglesia primitiva, el también contemplo tu rostro, y él sabía que aquella decisión iba a trascender en mi vida y en la vida de cada uno de vosotros, por eso el no demando la ayuda de legiones de ángeles que podían venir a ayudarle, auxiliarlo y a librarlo de esa situación, tan dolosa, tan triste y tan ignominiosa.

Sino que como él lo dijo a su padre, Si fuere posible quita de mi esta copa, pero sin quitar propósito, sin quitar la razón, el motivo, la redención, que ha de traer este sacrificio, porque si es así, entonces no se haga mi voluntad, agace tu voluntad, así fue que el Señor fue llevado a la muerte, en las condiciones más tristes, de soledad, de angustia, de dolor, de burlas y aun de la misma muerte.

Bien lo dijo el hermano del servicio, ahora hay cientos de miles de almas esparcidas por todo el Mundo, no nos hemos reunido para maldecirle, no nos hemos reunido para escupirle, no nos hemos reunido para decir ¡Crucifíquenle!, hoy después de haber participado de este pan y de este vino, que es el cuerpo y la sangre del Señor, alzamos nuestra voz para decirle: ¡Gracias Señor! Con toda nuestra gratitud y reconocimiento que hay en nuestros corazones, en nuestra vida y en nuestra alma, por haberte dado en ese santo sacrificio.

Y así haberme dado esta hermosa comunión con nuestro padre celestial y contigo, hoy quiero tomar la palabra de cada uno de vosotros, para decirle a mi Señor y que cada uno de vosotros levante vuestra mano y decirle: Te prometo Señor, sea cual sea el sufrimiento, el dolor, la enfermedad, la tribulación o la angustia, que el enemigo ponga para tratar de apartarme de ti, te prometo mi Señor, que jamás te abandonaré, que todos los días de mi vida te seré fiel, hasta el último aliento de mi vida.

Para que hoy, así como me he unido a ti, en semejanza a aquel momento, en que me uniré a ti por toda la eternidad, en aquellas hermosas bodas tan esperadas y deseadas, ya comí ya bebí, ahora Dios me ha dado las fuerzas, el consuelo, para levantarme y seguir adelante en esta lucha, es mi promesa que yo y mi casa, los que están levantando su mano, decididos, pero también agradecidos contigo, te seremos fiel oh Señor Jesucristo, hasta nuestro ultimo aliento.

Iglesia del Señor solo quería saludarte, que la paz que ahorita abunda en tu corazón, que la gracia que a través de su hijo Dios te ha dado, quede en tu corazón, Dios les bendiga.

Apóstol de Jesucristo Naasón Joaquín García, Domingo 14 de agosto de 2022, Los Ángeles, California, Estados Unidos.