Hechos del Apostol Aaron

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Algunos biógrafos han calificado la obra del Apóstol como la historia de un enfebrecido por ciento de por los Elegidos de Dios.

Es importante destacar hasta que punto la fe de un hombre en el curso de la historia religiosa provoca cambios en la vida de muchas poblaciones, su invaluable misión no puede ignorarse, los resultados son elocuentes, su doctrina se conserva, persiste, continúa,

es sin duda, la grandeza de un hombre que trasciende a través del tiempo para convertirse a partir de su época, en un hombre Elegido por Dios mucho antes de que fueran los tiempos y destinado a ir más allá de su espacio y su época.

Esta obra constituye la descripción de la verdadera doctrina revelada sólo a los Elegidos de Dios, tal y como sucedieron los hechos; no puede entenderse como una simple biografía de los acontecimientos o como la descripción del carácter y estilo de un hombre ejemplar.

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Esta es la historia de la fe de un escogido de Dios, de sus obras y hechos auténticos que no pueden negarse.

Hechos del Apóstol Aarón Joaquín González, supera la descripción biográfica de la narrativa histórica religiosa en México, va más allá del contexto de la historia religiosa mundial; ya que es la historia sagrada que ha manifestado hoy, los verdaderos fundamentos del auténtico cristianismo; sus bases son precisas en el ámbito bíblico, su narración es la de un hombre escogido por Dios desde antes de los tiempos para reunir el pueblo de Dios en tiempos de la Restauración de la primitiva Iglesia de Jesucristo.

DE LA NIÑEZ A LA MILICIA

Un domingo 14 de agosto de 1896, nace en Colotlán, Jalisco, (México), un niño, cuyo padre fue Santiago Joaquín González y su madre Margarita González de Joaquín, su nombre: Eusebio Joaquín González, cuyo significado es: tomado por sus virtudes. Nombre que según su padre acompañaría a su hijo en una vida de energía, rectitud e integridad. Éste deseo llegaría mucho más lejos del anhelo del padre al primogénito esperado. El advenimiento del nuevo hijo cambió el esquema de la pareja; Don Santiago, a partir de entonces se dedicó intensidad a las labores del campo y al mercadeo de sus cosechas; Doña Margarita con más entrega a las labores del hogar. La familia creció al pasar el tiempo; llegaron Luisa, Eugenio y Manuel, hijos que fueron educados en el tradicional esquema provinciano de la época. El cambio de siglo, los frecuentes levantamientos armados, la situación política y social del México de la época, alteraban la quietud y la calma de este apacible municipio, por lo cual la familia Joaquín se trasladó a Tlaltenango, Zacatecas, donde Don Santiago encontró el apoyo de algunos familiares y un trabajo menos eventual para sostener a su familia. En ese lugar transcurrió la niñez de Eusebio Joaquín González; su instrucción primaria la cursó con tal dedicación, que fue merecedor de una beca para estudiar en una Escuela del Estado de Zacatecas, al término de sus estudios el joven regresó como maestro rural a Tlaltenango, aceptando hacerse cargo del primer grado de primaria en la misma escuela a la que había asistido; se ocupó íntegramente en el apoyo a la comunidad rural de la cual había surgido.

La vida tranquila de la docencia y la satisfacción por enseñar lo hicieron más sensible a una época de fuerte inestabilidad política, económica y social; desde joven compartió su saber con los demás, ganándose el aprecio y la estima de las gentes de aquel poblado por sus cualidades de enseñar con amor y solidaridad. Los inquietantes acontecimientos revolucionarios llegaban a todos los lugares del país; pronunciamientos, levantamientos, derramamientos de sangre, hambre, asaltos, noticias de vencedores y vencidos. Todo este espacio confuso de conflictos sociales fueron enfrentados por el joven Eusebio Joaquín, exigiendo de él sus mejores recursos intelectuales; frente a las injusticias humanas se sentía impelido a participar íntegramente en los movimientos sociales de la época, más en su corazón, sentía la determinación necesaria para luchar en favor de las causas justas, por momentos pensaba en defender ideales, combatir por un mundo que clamaba justicia, verdad y paz como bases fundamentales para la vida de los seres humanos. Como resultado de estas reflexiones, al pasar una tropa revolucionaria villista, se une a ella y determina aceptar el desafío de engrosar las filas en busca de ¡ajusticia social para México. Incorporado a las fuerzas de la División del Norte, supo prestar brillantes servicios al frente de la fuerza de caballería. Se lanzó a recorrer a galope grandes distancias, hambres, privaciones, violencias, elementos que atemperaron y forjaron el carácter de un maestro de escuela de alma recta y sencilla. Se resistía a las evidentes injusticias que cometían los soldados del ejército villista que bajo excusa de paz, obligó a ser bandidos a muchos infelices; para el pobre no había más que vicios, explotación y cárcel, donde terminaban por perder su dignidad y adquirían peores vicios que en la calle, se embriagaban todos los días y a diario consumían. De esta manera se pretendía lograr la paz en el país! Posteriormente, las circunstancias favorecieron su paso

al Ejército Constitucionalista, donde comenzó a dar pruebas de carácter, obediencia y disciplina, que 1 o hicieron merecedor de reconocimientos que le generaron el respeto y la admiración de jefes y compañeros. Así, transcurriría la vida de Eusebio Joaquín González, en lucha frente al “orden” de cosas que finalmente lo sensibilizaron y prepararon para un destino de mayores dimensiones, como él nunca habría imaginado, pero que sólo Dios en su plan secreto le tendría reservado para él y para el pueblo de Dios que tendría como misión reunir. EL MATRIMONIO Eusebio Joaquín González, forjó su carácter en los años de su juventud, practicó la verdad y el actuar durante toda su vida de manera correcta, se destacó siempre por su excelente conducta, por compartir su saber y enseñarlo a los demás; a imagen de Jesucristo; “quien crecía en sabiduría, yen gracia para con Dios y los hombres”‘. En el ejército, enseñaba en sus ratos libres a leer y a escribir a sus compañeros de milicia, lo que propició una vida diferente a él y a quienes aprendían; lo que le significó una marcada influencia hacia el servir a los demás. (1 Luc. 2:52. Y Jesús crecía en sabiduría, en estatura y en gracia para con Dios y los hombres). Su futuro matrimonial aún estaba por llegar, dedicado a la vida militar muchas veces se

incomodó por su soledad; se vio influenciado por jefes y compañeros que contaban con una esposa que los apoyaba en momentos difíciles, empezando a buscar quien le acompañara en su destino. En cierta ocasión realizó una breve visita a su padre en Guadalajara, siendo invitado por una familia vecina que lo reconoció como originario de Colotlán, a una pequeña reunión familiar. A este agasajo asistió la señorita Elisa Flores, joven educada, sencilla, amable y profundamente tierna; súbitamente experimentó la emoción de que ése era el momento que había esperado; habló con sus padres, prontamente contrajeron nupcias e inmediatamente se reintegró al ejército. A su regreso, los jefes lo felicitaron por su nuevo estado civil y decidieron enviarlo a Ciudad Juárez, Chihuahua, como custodio del Resguardo Aduanal. Transcurrieron algunos meses en Ciudad Juárez, con situaciones de tan alto riesgo para el militar Eusebio Joaquín y de tal trascendencia, que su esposa le pidió analizara lo peligroso de su profesión, ya que su vida estaba en constante riesgo. Después de profundas reflexiones solicitó un permiso temporal y se fue a radicar a Torreón; pero a pocos días de su traslado, su antiguo jefe Paulino Navarro lo convenció de que la milicia era su futuro y lo mandó a San Pedro de las colonias

LA CONVERSIÓN

En los últimos meses de 1925 ocurrió un suceso aparentemente simple que cambiaría por completo el destino de este joven militar; un día su esposa le comentó que cuando hacía sus compras en el mercado platicaba con frecuencia con una vendedora de aspecto agradable, de nombre Rosa Murillo, quien le hablaba sobre temas religiosos que la hacían sentir alegre, como la vida de Jesús de Nazareth, de los Apóstoles, el perdón, la misericordia y las buenas costumbres. Y a sus preguntas, la señora Rosa Murillo, respondía: -Si quiere saber más, la invito al templo donde algunos hermanos abundarán sobre estos temas; le hablarán sobre la familia cristiana: la responsabilidad del esposo, la fidelidad de las esposas, la educación de los hijos y muchos temas de importancia espiritual y material. La impresión sobre estas pláticas para el estricto oficial fue muy positiva; percibió que frente al mundano ambiente militar, aquellas orientaciones beneficiarían en mucho a su esposa. Consintió en que su esposa visitara el templo y agregó: -¡Algún día te acompañaré! Semanas después, su esposa empezó a mostrar cambios, a su amabilidad, sencillez y buen carácter se le adicionó una nueva alegría; cantaba, entonaba canciones que llamaba himnos en su quehacer diario, con entusiasmo le comentaba a su esposo las pláticas con aquel grupo: “-entre ellos se llaman hermanos, y como en ellos reposaba una tranquila familiaridad que le agradaba. Ante la dificultad del militar-para asistir al templo, los hermanos decidieron visitarlo en la propia guarnición donde se hallaba. La imagen que le causó el grupo de hermanos fue

agradable y positiva; diferenció la humildad y sencillez de aquellos hombres con la inclemencia y rudeza militar. Le platicaron de la venida de Cristo, del Sermón de la Montaña y del significado de las parábolas. Conoció a los hermanos Silas, Barnábas, Rosa Murillo y otros más. Pocas serían las visitas que los hermanos realizaron al militar. El capitán Rangel, comandante del destacamento, al enterarse de aquellas visitas expulsó a los hermanos con palabras vulgares y con enconada ironía los hizo retirar no sin antes someterlos al escarnio y a la burla pública. La escena lastimó profundamente al militar Eusebio y a su esposa, pero a pesar de ello, hubo algo que atrajo fuertemente, su atención; la incómoda situación por que la pasaron los hermanos no les había incomodado, para ellos significó un privilegio, pues decían que las ofensas y el sufrimiento los acercaba a Cristo. Pocos días después, al salir de la guarnición, Eusebio tuvo un grato encuentro con el hermano Silas, el oficial aprovechó el momento para disculparse por el incómodo incidente; no terminaba de ofrecer sus disculpas cuando Silas le recordó con entusiasmo que para los creyentes esos insultos lejos de ofender, los enorgullecía pues comparado con los sufrimientos de Jesucristo lo consideraban un honor, pero que en lo sucesivo era más recomendable que asistiera al templo donde sería bien recibido. Las actitudes de los hermanos le extrañaban cada vez más, pues las ofensas y humillaciones las consideraban como un privilegio, razón por la cual decidió visitar al grupo de hermanos. Al domingo siguiente se dispuso asistir al templo localizado en la calle Doblado. Una’ extraña, pero agradable emoción le causó el modesto lugar, no tenía las características de un templo católico, era una casa humilde desprovista de imágenes y/o ídolos, sin cristos, ni vírgenes, ausentes los santos de madera o metal y los altares sin veladoras prendidas, solamente unas

sencillas bancas, y un hombre hablando sobre una tarima elevada, que leía y explicaba la Biblia; era el hermano Francisco Borrego, pastor de aquella comunidad; su voz era convincente, su tono amable, y con entusiasmo transmitía el mensaje dominical de esa mañana. Al finalizar la explicación los hermanos entonaban alabanzas. Terminada la reunión, fuera del templo, pasaron largo tiempo en compañía de los hermanos, cuantiosos fueron los comentarios y preguntas, que fueron respondidas con aprecio, gusto e interés.

De regreso a casa la pareja platicó con alegría sobre lo acontecido, el entusiasmo del joven oficial era particularmente notorio, pues señalaba que a pesar de todas esas prácticas desconocidas él había experimentado algo inexplicable, pero real, tenía una sensación de paz, tranquilidad y sosiego, afirmaba que era como si hubiera encontrado un oasis en la celeridad de su vida militar; esa visita, el entorno, la lectura y los cantos le produjeron calma y alegría. Bajo un discreto compromiso personal se dijo: -Cuantas veces pueda, estaré con los hermanos. Transcurrieron los días, el oficial Eusebio Joaquín González y su esposa incrementaron el número de visitas a los hermanos, entre ellos el pastor Francisco Borrego, José Perales y Antonio Muñoz (dos últimos conocidos como Saulo y Silas, quienes se autodenominaban profetas). Conocieron a los hermanos José Anaya, Serapio Martínez, María Hernández y Rosa Murillo, por cuyo conducto habían asistido al templo. El mayor atractivo de la pareja fue escuchar la palabra de Dios, sentían que ofrecía paz y libertad sin pretensiones. En la espontaneidad de su inocencia, como iniciados en aquel grupo, parecían no darse cuenta de lo vano y superficial de la conducta de los hermanos Saulo y Silas, como veremos más adelante.

Qué cambios se observaron en los esposos Joaquín! Sus actividades se modificaron sustancialmente, la señora Elisa asistía con regularidad a la Casa de Oración, auxiliaba en lo que podía a los hermanos, contribuía con ayudas económicas, ropa para los necesitados, participaba en el aseo del templo, aprendía himnos y memorizaba textos; el señor joaquín también auxiliaba con donativos, y en sus limitados ratos de ocio cooperaba en actividades sencillas como escribir en máquina los himnos que se acostumbraban cantar en los servicios religiosos. Qué satisfacción cuando tuvo en sus manos su propia Biblia y su propio himnario pues pensaba que eran de uso exclusivo del pastor, que le llamaran “hermano” en lugar de su grado militar, fue para él, un alegre privilegio. El señor Eusebio Joaquín preguntó al hno. Francisco Borrego, sobre el origen y la razón social de esa organización religiosa, la explicación fue que a esa comunidad se le conocía como “Iglesia Cristiana Espiritual” y él, como pastor general tenía bajo su responsabilidad las iglesias de San Pedro de las Colonias, Coahuila, Gómez Palacio, Durango, Torreón, Coahuila y algunos grupos circunvecinos. Les hablaron de la importancia del bautismo; acto considerado requisito fundamental de la doctrina cristiana. Tal fue el impacto que les causó el comentario que esa noche en sus habitaciones reflexionaron profundamente sobre esta novedosa explicación y decidieron bautizarse correspondiendo a la sinceridad de su corazón y la satisfacción de obedecer.

Los hermanos, acostumbrados a celebrar dicho acontecimiento como un día de fiesta y regocijo, se prepararon con entusiasmo para presenciar el bautismo de la pareja el domingo siguiente. La ceremonia fue presidida por el hno. Francisco Borrego y el sacramento administrado por el hermano Silas, el día transcurrió alegre para esa comunidad pues se

comentaba con admiración que un oficial del ejército y su esposa se habían convertido. EN LA GUARNICIÓN Las sigilosas y continuas salidas del oficial y su esposa para asistir al templo fueron del conocimiento del capitán Rangel, por lo que les llamó con urgencia. -¡Estoy enterado de sus visitas con ese grupo de charlatanes! Les dijo acaloradamente. -Entérense que la religión contamina la conducta militar, en consecuencia les queda estrictamente prohibido continuar reuniéndose con esos farsantes! Además, -añadió- señora Elisa, usted es una persona decente, no se subestime mezclándose con ese grupo de fanáticos. El joven oficial al oír tales imprecaciones respondió con respeto y prudencia: -hemos decidido continuar en contacto con ese grupo y pertenecer a esa congregación religiosa. El capitán reaccionó con una fuerte amenaza: -iEusebio, te vas a arrepentir de esto!, ¡Te vas a arrepentir! Y los despidió furiosamente. Efectivamente, a la mañana siguiente recibió sin previo aviso una orden de traslado a la ciudad de Torreón, apenas hora y media antes de partir, esta repentina instrucción no les permitió despedirse de los hermanos a los que ya consideraban como familia propia. El viaje fue triste y melancólico, les preocupaba dónde encontrarían otra comunidad donde pudieran reconocerse como cristianos. Pasaron algunas semanas desprovistos de todo contacto con alguien que se distinguiera por explicar las buenas nuevas de Jesús de Nazareth y orar fervientemente, sin embargo el hermano Eusebio Joaquín, en sus ratos de ocio se absorbía en la lectura de la Biblia. La oportunidad de estar entre hermanos se presentó nuevamente; un día la hermana Elisa recibió a su esposo con una grata noticia: -un vendedor que asistía a la guarnición era

hermano”, se llamaba Eusebio Alcalá y era originario de San Pedro de las Colonias, al preguntarle si conocía a la hermana Rosa Murillo respondió: -Por supuesto que la conozco, es mi hermana en la fe. La hna. Elisa, dijo: -También es mi hermana, pues yo soy cristiana. Y hay algo más, añadió la hna. Elisa a su esposo: -En esta ciudad hay templo donde podemos asistir! El hno. Alcalá, en cuanto le fue posible, condujo a la pareja con el grupo religioso a una Casa de Oración en San Pedro de las Colonias2, lugar donde acontecerían los siguientes hechos: El inquieto militar pensó que la ocasión le permitiría colaborar nuevamente con los hermanos, su esposa se sumaría a las labores del templo, y lo más importante, podría continuar con sus deseos de orar y alabar a Dios en aquella Casa de Oración. Al llegar a la iglesia, observaron que la comunidad estaba dividida en dos grupos, uno de ellos era dirigido por el pastor Aurelio Rodríguez, el diácono Felipe Rivas y el hno. Pascual Díaz; el otro grupo era dirigido por el pastor Felipe Pérez, los hermanos Anastasio Martínez, Rosa Arroyo y Reducinda Borrego. Como consecuencia, las instrucciones para alabar a Dios se modificaban dependiendo del grupo en turno. Un día al llegar a la casa de oración, había una disposición terminante: “Favor descalzarse antes de entrar, porque el lugar que pisa, santo es”. Aludiendo a lo que según la Biblia había sido dicho a Moisés. Sin embargo, al día siguiente la orden era modificada y se podía pasar al templo con zapatos, ya que la humildad reside -decían- en el interior de la persona. Ante tal confusión, algunos les preguntaban a qué grupo pertenecían, ellos nuevos en la congregación y sin conocimiento de doctrina les contestaban que su objetivo era orar y escuchar la palabra de Dios.

En esos días de anarquía visitó la iglesia el predicador José Stewart quién percibió lo delicado de la situación y después de algunas explicaciones bíblicas la congregación se integró nuevamente bajo la administración de los hermanos Aurelio Rodríguez como pastor local; Felipe Rivas como diácono, y Francisco Borrego como pastor general. Restablecida la calma y superada esta etapa, estos sucesos llamaron poderosamente la atención del hno. Eusebio, quien con su característico entusiasmo trató de combinar sus nuevos deberes religiosos con sus responsabilidades militares, a riesgo de volver a ser “trasladado”. Aprovechó cualquier oportunidad para comentar con sus compañeros temas bíblicos, e invitarlos a asistir al templo; sin embargo éstos se mofaban y burlaban, provocando así el desprecio de la comunidad militar. Para colmo, el día que algunos oficiales visitaron la iglesia, se practicó la orden de «descalzarse», por lo que el militar Eusebio se quitó las botas; esta acción escandalizó e irritó a los oficiales, era una afrenta al honor militar, que debería ser conocido de inmediato por sus superiores. La afrenta al honor castrense pronto sería cobrada. (2 Testimonio aportado por: O. P. Sergio Martínez. Entrevista realizada 8 de marzo de 2008 Hermosa Provincia, Guadalajara, Jal. México.) LA ORDEN DE FUSILAMIENTO Los rumores sobre el oficial Eusebio Joaquín, acerca sus frecuentes visitas al templo evangélico, eran mas evidentes, se observaron cambios en su personalidad; en su lenguaje, en su conducta, siendo motivo de los más sarcásticos comentarios; muy pronto sus

superiores encontraron una forma de presionar a este aguerrido militar por lo que se apresuraron a poner a prueba su criterio religioso; de improviso recibió una orden: fusilar a un reo en la madrugada siguiente. En su interior se desató un conflicto frente a la instrucción militar: ¡Obedecer o desobedecer! Sus jefes sabían que tenía un sentido de disciplina bien desarrollado, y tomaba sus responsabilidades con criterio. El oficial Eusebio Joaquín no sabía mucho de temas bíblicos y mucho menos de citas precisas, pero recordó el mandamiento de la Ley de Dios: no mataras. Mandamiento que le había oído explicar al hermano Francisco Borrego, tema propicio de una época de revueltas, delincuencia, asaltos y crímenes. En su interior se repetía el mandamiento de Dios: no mataras, no mataras. Las pocas y breves pláticas que había tenido con los hermanos no le garantizaban ser un miembro preparado, pero sí le habían seducido para experimentar esa honda sensación de culpa, pues atentar contra la vida humana, en cualquier circunstancia, era reprobable. Sus rápidos ojos se volvieron hacia la puerta de la guarnición, buscando la presencia de algún hermano que quizá pasara por el lugar y pudiera comentarle su desdicha, pero no, los consejos de apoyo estaban lejos y aceptó enfrentarse a su realidad. Esa noche fue larga y penosa, muchas reflexiones, muchas sensaciones, sus valores, sus principios, su carácter, todo esto de un solo golpe definiría la actitud que asumiría muy pronto. En la madrugada se escenificaría el duelo entre su rígida disciplina militar y la nueva disciplina cristiana. No comentó nada con su esposa, pero sí intuyó formalmente la posición de ella. Podría huir, renunciar, desertar… La madrugada llegó, y bajo una ligera niebla que invadió el inmueble, imponiendo su voluntad sobre la orden y contrarrestando sus principios militares con esos nuevos sentimientos cristianos, salió sigilosamente del cuartel en la oscuridad y cual gacela corrió apresuradamente la pendiente cercana, cruzó el riachuelo chapoteando con sus botas

de montar, se encontró en una área de grandes matorrales, hubo de sacudirse los pantalones y miró al cielo de esa madrugada, respiró hondamente y esperó con paciencia el despertar del alba, la descarga de los fusiles serían señal de que alguien lo había sustituido. Clareando el día, después de las órdenes de rigor, preparen armas, apunten, fuego”!, se escucharon los disparos, y al final, el tiro de gracia. El fusilamiento había terminado; él se sobresaltó, podría decirse, descansó, aunque al mismo tiempo experimentó una honda preocupación, ¿Qué le esperaba a su vida después de esa desobediencia? ¿Cuál sería la magnitud del castigo que le impondrían? Se incorporó resueltamente, un frío sudor humedeció su frente y con paso firme se encaminó por la sinuosa vereda hacia el cuartel. Al aproximarse escuchó el destemplado grito de un compañero: -Eusebio! ¡Eusebio! Dónde te has metido, el General Escobar envió a buscarte, nos dijo que en cuanto te viéramos te reportaras. Esas palabras no le intimidaron, se había preparado, sabía que la sanción sería ejemplar. Apresuró el paso, y violentamente se presentó ante su jefe; fue reprendido bruscamente, las frases del militar fueron ofensivas, vulgares, humillantes, ante la presencia de algunos testigos que festejaban la buena reprimenda al militar que hasta ese momento se distinguía por su obediencia. La incómoda situación lo hizo insensible al intenso frío de la mañana, además de receptivo a la sanción que le impondrían. De súbito, ocurrió algo inexplicable, el General Escobar, ante las miradas incisivas e indiscretas de los demás, le increpó diciéndole que por desobedecer una orden oficial merecía ser sometido a un consejo de guerra, pero que debido a sus recomendables antecedentes solamente sería arrestado tres días. Al hno. Eusebio, esas palabras le provocaron un imperceptible y breve

suspiro, y ante la expectante mirada del militar dijo con fuerza: -Sí mi General! A partir de ese momento se iniciaron las 72 horas de confinamiento a pan y agua. Fue conducido bruscamente a su celda y miró de reojo en todas direcciones, él, ejemplo de obediencia y disciplina era ahora, objeto de burla para aquellos que transgredían las órdenes. Penetró a la penumbra del aislamiento, pero también a la cálida luz de la conciencia cristiana, así pudo comprender cómo a través de sus nuevas convicciones, el Dios que le anunciaban los “hermanos” le había evitado convertirse en asesino, mayor fue la satisfacción que el castigo. ¡Cosas más grandes que éstas le esperaban, que definirían su vida y la de miles de seres humanos para siempre! RECIBE EL ESPÍRITU SANTO Cuando le era posible, al caer la tarde, el hno. Eusebio solía dirigirse sigilosamente hacia su espacio de retiro predilecto; una zona arbolada cerca de la guarnición, donde reflexionaba, daba largos paseos, meditaba y particularmente oraba. En el curso de uno de estos aislamientos se manifestó más comunicativo en su oración que de ordinario; y en su sitio favorito, postrado con reverencia, decía: -Señor, si las sensaciones de fe que tiene mi esposa son de parte tuya, yo quiero sentir lo mismo. Había un antecedente, la hna. Elisa ya había recibido el Espíritu Santo, pero él no lo sabía, ni conocía sus manifestaciones. En ese momento ocurrió algo inverosímil, al estar orando, un agradable calor lo fue invadiendo gradualmente, y su boca se endureció como si quisiera hablar en otra lengua, en otro idioma o dialecto; una sensación extraña y placentera, un éxtasis religioso expresaba frases eufóricas en un ininteligible lenguaje; los gemidos del espíritu. Así pasó unas horas, el

crepúsculo precedió la noche y una vez vuelto en sí, hizo conciencia de una felicidad desconocida, la sensación de algo grato e indecible. Comunicó a su esposa esta experiencia fascinante; ella, conocedora un poco antes de esta bendición espiritual, exclamó con alegría: -Dios está con nosotros, Eusebio has recibido el Espíritu Santo! Este suceso aconteció varias veces, y uno de esos días, el hno. Leandro García, pastor de la iglesia de Matamoros de La Laguna, Coahuila, pasó cerca de ese lugar de refugio, escuchó a alguien que estaba orando y hablando en lenguas, se acercó y reconoció al hno. Eusebio. Una vez terminado el acontecimiento, el hno. Leandro se quedó con él durante un largo rato y le explicó ampliamente que esas manifestaciones significaban la presencia del Espíritu Santo y que él lo había recibido como los primeros cristianos. Posteriormente, el hno. Leandro, ante toda la iglesia de Torreón hizo público el testimonio que el hno. Eusebio había recibido la promesa del Espíritu Santo y el don de lenguas. Noticia bien recibida por todos los hermanos, quienes con gran complacencia le dieron la bienvenida como hermano espiritual. El paso de los días y las bendiciones de Dios, significaron para el hno. Eusebio, la dificultad de conjugar la vida militar con la cristiana, sus problemas con el “orden” militar fueron cada vez más complejos, sus jefes lo menospreciaban, sus compañeros lo humillaban y sus prácticas religiosas eran objeto de humillaciones y burlas. Una mañana comentó a su esposa: -hija, es insostenible la vida que llevamos, y para seguir a Cristo debo resistir a las acciones que se viven actualmente en la milicia, el vandalismo, la delincuencia, los vicios y crímenes, que no corresponden a la fe cristiana, además, no debo someterte a la

escandalosa mofa de esta comunidad militar; he decidido solicitar mi baja. La hna. Elisa tomó sus manos y le dijo pausadamente: -Esta determinación es por aceptar al Señor, Él será nuestro faro y guía, Él nos apoyará, Él, es nuestra esperanza. La decisión fue definitiva, en su afán por integrarse al grupo de hermanos solicitó su baja a la Secretaría de Guerra y Marina por tres ocasiones; por la inestabilidad social y política de la época, no hubo respuesta, sin embargo el hno. Eusebio conservó cuidadosamente los respectivos acuses de recibo. Por lo cual tuvo libertad de abandonar las filas, salió lo más pronto posible de Torreón, buscando hallar lugar temporal en alguna iglesia. La alternativa propuesta por los hermanos era irse a Tampico donde estaba el hno. Catarino Ramos, conocido como Barnábas, acompañado del misionero José Stewart, o a Monterrey donde vivían los hermanos Saulo y Silas que, según la opinión de los hermanos, eran los más esforzados. La opción no fue difícil, sintiendo natural simpatía por el hno. Silas, quien los había bautizado, decidieron irse a Monterrey, por lo cual regalaron todos sus muebles y enseres. HACIA MONTERREY, NUEVO LEÓN La inesperada salida no les permitió despedirse de los hermanos de Torreón, tomaron el tren hacia Monterrey de madrugada, hicieron escala en San Pedro de las Colonias para saludar a la hna. Rosa Murillo, estuvieron con ella dos días, tiempo que aprovecharon para comentarle cuánto había cambiado su destino, las experiencias vividas en la guarnición, la división de la iglesia, la decisión de su baja en el ejército, la concesión del Espíritu Santo, su don de lenguas, y sobre todo, la determinación de irse a vivir a

Monterrey; además, ahora sin recursos económicos continuarían su viaje a pie. La hna. Rosa los miró con sorpresa y les dijo: -Para emprender esta nueva vida se requiere decisión, valor y mucha fe; yo creo que ustedes tienen esas virtudes. Dios los bendiga. La iglesia del lugar se enteró de los planes de este matrimonio y los despidió con asombro y admiración. En su caminata algunos hermanos los acompañaron hasta una parte del camino; se dirigían hacia una vida que no imaginaban pero con un solo pensamiento, tener libertad para alabar a Dios. Al llegar a Monterrey se encontraron con el hno. Margarito Roque y su familia a quienes también relataron la audacia de su determinación y su fe en Dios, más tarde, se presentaron en la Casa de Oración las huellas del viaje a pie dibujaban su cansancio y falta de aseo, sin embargo su alegría se transmitía por haber logrado el objetivo en el que habían puesto toda su esperanza. Se encontraron con el hno. Silas quien de inmediato recordó que los había bautizado, luego los llevó con el hno. Saulo que sorprendido por el aspecto no los identificó, pero el hno. Silas le dijo: -¡Este es el soldado que yo bauticé en San Pedro de las Colinas!, ¿te acuerdas? El comentario no le hizo gracia al malhumorado carácter del hno. Saulo. Al instante, el hno. Eusebio y su esposa platicaron las experiencias vividas en la iglesia de Torreón y sus divisiones, además con cierta pena les solicitaron hospitalidad por algunos días, hasta tanto él se ocupara en alguna actividad comercial. Los hermanos Saulo y Silas se miraron a los ojos, después de un silencio hubo una breve reflexión… Está bien, pueden quedarse -dijo Saulo con displicencia, -hay un espacio en el fondo de la cocina, que utilizamos como bodega para los enceres del aseo. ¡Báñense y laven sus trapos! La

indiferencia y desprecio del hno. Saulo eran comprensibles, como llevaba una vida licenciosa, pensó que los nuevos huéspedes serían un estorbo, o tal vez espías de la iglesia de Torreón. Ofensivamente añadió: -Mira soldado, tú eres soberbio y vanidoso como todos los militares, pero aquí te vamos a enseñar como debes portarte. Fue así como le asignó todas las labores domésticas de la casa pastoral, asear la casa de oración, barrer los patios, sacar agua del pozo, y llenar todos los depósitos, limpiar los gallineros, barrer y regar la huerta todos los días, ayudar en cada uno de los menesteres. A pesar de la desairada acogida, el hno. Eusebio aceptó quedarse y humildemente les dijo: -Agradezco su hospitalidad, yo quiero seguir a Cristo y estar cerca de los que sirven a Dios, a partir de hoy cuenten con toda nuestra disposición, para mi servir al Señor no es una incomodidad, ni molestia; al contrario, les agradezco que sea yo útil en algo.

Al anochecer, ya instalados en un modesto rincón, la pareja platicó largamente. A pesar del pésimo recibimiento, el hno. Eusebio dio muestra de su fe, sabía que su destino no era la milicia, ni la delincuencia, ni los asaltos, sino, seguir a Cristo a través del servicio a estos “profetas”. Durante muchos años había tenido la sensación de que había algo superior que daba sentido a la existencia, ahora, a través de la difícil vida que se le presentó entendía que se acercaba a su máxima aspiración, servir a Dios. Se acercó a su esposa, y le dijo: -Elisa, tengo que pedirte un favor, le sonrío mientras ella le observaba. -Sí. Le contestó, y pensó inquieta, “Dios mío, cuánta fe tiene mi esposo”. El añadió presuroso: -a pesar de todo lo que nos ocurra, nunca perdamos la fe, nunca. Ella lo abrazó fuertemente y sollozando, dijo: nunca.

Los días, las semanas y los meses que siguieron fueron para el hno. Eusebio y su esposa particularmente difíciles. Saulo, acostumbrado como estaba en aprovecharse de su cargo en beneficio propio, ocultaba sus desvíos con la disimulada complicidad de Silas; razón evidente de su despotismo y maltrato, pues como sirvientes deberían “estar a sus órdenes”. Así pues, le hacia sacar agua del pozo para llenar los barriles que Saulo derribaba al llenarlos el hno. Eusebio. Con malsano interés, incomodaba de palabra a la hna. Elisa cuando ella servía los alimentos, en presencia del Hno. Eusebio; los abusos de éste bribón merecían ser reprimidos con energía, tiempo atrás el militar hubiera cobrado esas afrentas virilmente, hoy el respeto y la obediencia a sus guías espirituales contenían sus impulsos. Saulo vivía en adulterio con dos mujeres, Nohemí y Martha, y para justificar su desvío, con una irrisoria explicación se apoyaba en la Biblia, y afirmaba que él actuaba como el patriarca Abraham con Sara y Agar, esas mujeres representaban los dos pactos y él era la alianza entre ambas. Era un cínico, porque violaba públicamente los mandamientos de Dios. Los actos bochornosos de este falso profeta, a la luz de la doctrina cristiana eran reprobables; en consecuencia, para evitar que el hno. Eusebio pudiera juzgarlo bíblicamente, planeó una estrategia: ¡prohibirle tener una Biblia! La oportunidad se presentó una tarde, al encontrarlo leyendo las Sagradas Escrituras: en un exabrupto le arrebató el libro y le gritó: -Si como dices ya recibiste el Espíritu Santo, para qué quieres la Biblia! Y violentamente la arrojó al fuego de una hornilla cercana, el hno. Eusebio pretendió recuperarla, pero Saulo con saña manteniéndole la mano en el fuego, agregó: -¡Que no se te olvide, esto es tu castigo! Entiende que no quiero que tengas Biblia!.

A pesar de todas las irregularidades, las sanidades cobraban fama en esa iglesia. En cierta ocasión llegó un hombre con un fuerte dolor, solicitando oración para sanar, la costumbre era “presentar” a Dios el enfermo. Silas se hizo acompañar del hno. Eusebio y presentaron a ese hombre. La respuesta divina fue inmediata, el hombre sanó en el acto. Agradecidos los familiares ofrecieron dinero que Silas no aceptó, sin embargo para demostrar su gratitud y evitar rechazo arrojaron desde su automóvil una bolsa con ropa. En la noche de ese mismo día los esposos Joaquín comentaban su pobreza extrema, al ver sus ropas viejas y desgastadas, sin posibilidad de remiendo. De pronto Saulo se presentó prepotente, arrojó la bolsa con ropa, y les dijo: -Estos trapos no nos quedaron, úsenlos ustedes. Como un milagro, vestidos, camisas y pantalones fueron de su medida-.

El concepto de Saulo sobre el hno. Eusebio era cada día más negativo, cada acción era severamente criticada, pues por su sinceridad e inocencia rivalizaba con este vengativo y falso profeta. El militar convertido en hermano gustaba de comentar con sencillo estilo sus inquietudes y esperanzas, en un acercamiento, les platicó un particular sueño que provocó la ira de Saulo: -“Me veía en el cuartel pasando revista de acuerdo con el ordenamiento militar, todos formados gallardamente por estaturas; de improviso se presentó el General de esa corporación vestido de gala, con un color de uniforme que no correspondía al reglamentario del ejército, era blanco, muy blanco, y tenía relucientes adornos en la fornitura. El General

nos observó a todos cuidadosamente y de pronto desenfundó su reluciente espada; con un ademán me indicó que no estaba en el lugar que me correspondía, haciéndome pasar hacia delante, luego con el mismo gesto me volvió a pasar más adelante, y así sucesivamente hasta dejarme al frente de la formación. Acto seguido guardó su espada y se retiró. Y desperté”. Saulo, visiblemente irritado le dijo a Silas en voz baja: -,Sabes qué es lo que pasa? Que Dios nos ha dejado para levantar a éste.

EL LLAMAMIENTO APOSTÓLICO La noche del 5 de abril de 1926, cerró un día en el cual el hno. Eusebio Joaquín, terminó sus tareas domésticas, como acostumbraba todas las noches, oró antes de acostarse, dio gracias a Dios por permitirle concluir un día más; la oración le daba valor, esperanza, le fortalecía, aumentaba su fe en la decisión de servir a Dios. Cansado por las tareas del día, durmió profundamente, le pareció que fue por largo tiempo, no lo supo, de repente, al amanecer, el 6 de abril de 1926, una estridencia fuerte, el ruido de un colosal e impactante trueno lo despertó, sobresaltado escuchó un gran sonido de estruendos y descargas, un ruido ensordecedor, amplios y profundos truenos hicieron vibrar las entrañas de la tierra, el lugar en el cual se encontraba, se estremeció, El Hno. Eusebio, se lleno de pánico, súbitamente escuchó una voz tronante, amplia y poderosa que pronunció:

-¡Aquí hay un varón cuyo nombre será Aarón! Lo haré notorio por todo el mundo y será bendición! Ciudad del llamamiento al Apóstol Aarón Joaquín González. Monterrey, N.L. México.

Conmovido por aquella voz fuerte y tronante, voz del estallido y del relámpago, intentó incorporarse y no pudo, sobresaltado y con temor preguntó a su esposa: -Hija, ¿oíste una voz como de un gran trueno en el cielo? Ella, adormilada y somnolienta contestó: -no, yo no he escuchado nada… Asombrado, se precipitó descalzo hacia la puerta, la abrió completamente, observó que no había indicios de lluvia, ni viento que presagiara tormenta alguna; regresó lentamente a su sitio tratando de explicar lo acontecido, intentó descifrar el sentido de la frase. Reflexionó cuidadosamente, concluyó que: como Saulo en sus desviaciones había embarazado a una de sus mujeres, y ésta daría a luz en fecha próxima, la desagradable impresión de ésta acción bochornosa se había convertido en una fijación para él. Así que, -pensó- aquel nombre, podría ser el de esa nueva criatura o que quizá la impresión significaba para él los extravíos de este predicador y esta era la causa de aquella rara pesadilla. Volvió a acostarse y un momento después, sin poder conciliar el sueño, sin poder dormir, con sus ojos bien abiertos, ocurrió algo sobrenatural; no entendible por la lógica o por la racionalidad humana, los estallidos se repitieron más sonoros, más detonantes y más repetitivos; se levantó inmediatamente, su esposa dormía plácidamente, era el único que presenciaba aquel extraño suceso, sin embargo, esta vez no se atemorizó, no tembló, no tuvo miedo, sentía que podía resistir aquel sonido; repentinamente el humilde aposento se lleno de luz, una extraordinaria luz lo inundó todo, una de las paredes de adobes rústicos se convirtieron en un claro espacio donde apareció una visión; una mano enorme con su dedo índice le apuntó directamente a él, y la voz, esa voz tronante, estremecedora, grande y poderosa, le pronunció nuevamente: -¡Tu nombre será Aarón!-

El trueno se convirtió en eco, el eco en resonancia que se perdió en la inmensa luz celestial, y lenta, muy lentamente, la visión desapareció. Qué extraña sensación, pero a la vez qué dulce serenidad experimentó el hno. Eusebio Joaquín; en medio de esta visión excepcional se preguntó cual era el significado de aquellas palabras, Ahora, no eran sueño, ni fijación, ni somnolencia!, él estaba despierto, insomne, había-entendido claramente: el señalamiento para él fue preciso. Se cuestionó: -¿Un nombre, un nuevo nombre, un nuevo nombre para mí? ¿Cuál la intención de Dios en llamarme con un nuevo nombre? ¿Cuál el propósito? Seguramente para Dios, y solamente para Él mi nombre es Aarón. Se dijo a sí mismo buscando una explicación que lo tranquilizara. Su corazón se halló inquieto y expectante, cerró sus ojos por un momento tratando de comprender la visión y las emociones que había en su conciencia, y al abrirlos el techo de teja del sencillo aposento presentaba un orificio que se fue ampliando más y más, hasta convertirse en una abertura de extensión tal que podía contemplar en toda su dimensión la bóveda celeste, era como si hubiera viajado fuera de la esfera terráquea y contemplara el espacio sideral, a tiempos, a miles de kilómetros, observó paisajes celestiales, espacios desconocidos, cruzó esferas planetarias y situado como único espectador admiró constelaciones formadas por estrellas, astros que fulgurantes brillaban en el azul infinito de la eternidad. Frente a este inexplicable espectáculo, una gama de cuerpos celestes se movieron a ritmo lento, y con destellos refulgentes empezaron a agruparse, como si quisieran formarse, integraron bloques que parecían signos, signos que se convertían en letras, letras que se juntaron en palabras, palabras que formaron una frase monumental en el fondo infinito de una luminiscencia sideral que dio forma a la siguiente frase:

-¡Tu nombre será Aarón, lo haré notorio por todo el mundo y será bendición!Ante la gloria de aquel magno espectáculo cayó de rodillas reverentemente, un raro calor lo invadió poco a poco, luego sudó copiosamente, y al enmudecer de repente, en el interior de su conciencia se desataron en su memoria imágenes de su pasado y de su presente que lo minimizaban ante la majestuosidad de las señales celestiales que había presenciado. La gloria de esa visión se canalizó como energía espiritual que lo hizo sentirse fuerte, confiado, tranquilo, resuelto… La luminosa manifestación celestial desapareció de su vista, pero en su conciencia adquirió espacio, profundidad y tiempo; era el testimonio del protagonismo de su fe, una fe fuerte, firme y segura como respuesta de Dios. Entre el asombro y la inquietud que lo tomó en ese instante comprendía esta manifestación como la expresión y respuesta a su entrega obediente a su decidida fe, sentía en su corazón alegría y sosiego, bajo el fondo de una verdad que le decía quién era exactamente; estaba en el cruce de su vida; entre el Eusebio del pasado y la elección a partir de esta revelación; como Aarón Joaquín González, Siervo de Dios y Apóstol de Jesucristo. De rodillas, perdió la noción M tiempo, lloró largamente, como si las inquietudes de su vida hubieran encontrado el refrescante y húmedo oasis de paz que solo ofrece Jesucristo, paso de la humillación a la gracia ofrecida a los elegidos de Dios; dialogó con el Señor, le fueron manifiestos los dones que le habían sido dados por el Señor, los vio reposar en su corazón,

como un recuerdo que desde mucho tiempo atrás realizare el Señor y que esa noche le habían sido revelados. En aquella manifestación entendió el Apóstol Aarón Joaquín González, el establecimiento de una alianza, de un nuevo pacto de Dios con la humanidad; la Restauración de la Primitiva Iglesia de Jesucristo, a través de la Elección Apostólica hecha a un hombre humilde y sencillo, nueva muestra de misericordia y gracia de Dios para con los hombres.

UN NUEVO DÍA

Ese nuevo amanecer fue diferente para el Hno. Aarón Joaquín González, Siervo de Dios y Apóstol de Jesucristo por elección de Dios, entendió que no solo su vida cambiaría, sino la vida del pueblo que reuniría para el Señor en tiempos de Restauración. Apartó las raídas cobijas y se vistió rápidamente; pensó que su esposa se despertaría por el ruido de sus movimientos, hubiera deseado que así fuera para contarle los maravillosos acontecimientos de esa visión inolvidable. Caminó en las puntas de sus píes, abrió la puerta que daba hacia la casa pastoral, misma que colindaba con el Templo, y observó que nada había cambiado, ahí estaba, al margen, el gran patio de tierra, y al extremo izquierdo el pozo, del que tantas veces sacó y cargó agua; la vereda por la que caminaba todos los días, la pila, el corral. Sin embargo algo había en el aire que todo lo hacia diferente, bastaba con observar el amanecer cuya claridad se filtraba entre los árboles y se proyectaba en el patio, en la casa, en el pozo. ¡Sí! Era una mañana de cambio, no por él, sino por una fuerza más grande que dispuso levantar un Siervo de Dios para la salvación del mundo; se sentía como vasija de barro en la cual reposaba la voluntad de Dios.

El Apóstol Aarón Joaquín González, recordó cada detalle, experimentó un sentir desconocido, por momentos le parecía oír de nuevo aquella voz suprema que le anunciaba: -¡Aquí hay un varón, cuyo nombre será Aarón, lo haré notorio por todo el mundo y será bendición!-¡Qué grande es Dios!-, Se dijo. Guardaba un sentimiento de plenitud espiritual, no lo sentía como una revelación de Dios para él; sino como una manifestación de Dios, en su grande generosidad y magnificencia, sin embargo, el Apóstol Aarón Joaquín González, no alcanzó a imaginar lo que la voluntad de Dios realizaría con él más adelante. Volvió a sus deberes como mozo y/o siervo de casa, atendió las labores domésticas, aunque se sintió diferente, la emoción de esa visión inundó de alegría su corazón, la recordaba y vivía en la grandeza de su dimensión, revelación fuerte y vigorosa, que constituyo todo el sentido de su vida, comprobó estar en la más grande de las gracias de Dios; en un estado de plenitud espiritual que a cada instante enriquecía y alimentaba con abundancia todo su ser. Qué extraño y qué placentero fue empezar a vivir un nuevo día con este sentimiento dispuesto por Dios, no se lo platicaría a nadie, menos aún a esos pastores bribones y vividores que se burlarían, lo menospreciarían, dirían que era un soñador; no, no se lo relataría a nadie. Recordaba, momento a momento aquella voz que desde el cielo llegó a su ser; se decía para sí: -Jamás había sentido una manifestación como aquella! De repente llamó su atención una cuestión básica e inquietante a raíz de su desconocimiento bíblico, ya que Saulo le había arrebatado su Biblia, al considerarlo un espía y decirle: -su lectura requiere de merecimientos. El Apóstol Aarón Joaquín se preguntó en ese instante: .-,Aarón es un nuevo nombre? ¿Es un seudónimo? Y meditó: -Aarón, Faraón, Nerón… ¡qué angustia!, del nombre Aarón nada

sabía; recordó que Faraón era el nombre dado a los reyes de Egipto quienes se destacaron por su opresión, despotismo y tiranía contra el pueblo de Israel; Nerón, un pagano y cruel emperador romano. Reflexionó y decidió comentar la manifestación a Silas, quien era menos arrogante, pensando que quizá él, aclararía el origen y significado del nombre. Cobrando confianza en sí mismo, aprovechando que Silas estaba solo, -ya que Saulo estaba fuera de la ciudad-, lo abordó con premura. No terminó de saludarlo, cuando recibió una fría y despectiva respuesta que le recordaba que su lugar en aquella casa, era de mozo doméstico, además de arrimado. Fue una amargura breve, sin embargo, le contó todo, cada momento de la manifestación y del llamamiento, las palabras, la visión celestial y el nombre señalado. Silas, extrañado, lo escuchó pacientemente, pasando de la indiferencia al interés y del interés a quitarle importancia a lo ocurrido, no obstante, buscó una Biblia de las que tenían escondidas, explicándole que el nombre de Aarón correspondía a un sacerdote hermano de Moisés, le leyó algunos pasajes y le recomendó, para tranquilizarlo, que orara a Dios, para que esa manifestación fuera confirmada, ya que para él, lo relatado le parecía poco probable o quizá falso. El hermano Aarón comprendió la poca credibilidad frente a un testimonio de verdad y la ceguera espiritual de Silas. A partir de entonces, no le dio importancia a su aprobación o desaprobación; la visión de la noche anterior fue cierta y veraz, llegaba una y otra vez, le recordaba cada detalle, cada momento en el cual su nombre fue pronunciado: -¡Tu nombre será Aarón, lo haré notorio por todo el mundo y será bendición!-

Era la revelación del llamamiento Apostólico de Dios, aquel nombre le significó en su corazón, que Dios le otorgaba una nueva investidura; meditó en este acontecimiento como antesala a una nueva vida espiritual; sentía un nuevo aliento en su ser, una luz cálida le acogía, para el Apóstol Aarón Joaquín González fue la más hermosa de las mañanas, la aurora de una vida nueva, de una vida que lo cambiaría para siempre. EL ENDEMONIADO Un singular acontecimiento propició al Apóstol Aarón Joaquín, certeza en el llamamiento que Dios realizó en él: una tarde, estando la comunidad reunida en un culto religioso, los lugareños llevaron un hombre endemoniado, quien pese a estar atado profería maldiciones, atacaba y destruía cuanto encontraba. Saulo y Silas decidieron realizarle una oración de sanación, con gesto de suficiencia y arrogancia ordenaron que le soltaran, al tenerlo en frente y ordenar que salieran los malos espíritus, el endemoniado se lanzó contra ellos y los golpeó fuertemente. El pánico se apoderó de todos los presentes, Saulo reponiéndose solicitó ayuda del Hno. Aarón, diciéndole: -Presenta en oración a este hombre, quizá Dios te escuche. Así lo hizo, y en el instante la escena cambió, la calma volvió al enfermo y la tranquilidad a la iglesia, lo llevó a la huerta para que reposara y oró nuevamente por él, los demonios al salir reconocieron su autoridad y aquel hombre tuvo calma. El Hno. Aarón, retornó la paz a aquel hombre, Saulo se hallaba predicando en el ministerio, visiblemente irritado y ante la expectación de todos, expresó con rencor desde el ministerio: -¡no creas que por tu santidad hiciste esto! Y continúo vociferando… El Hno. Aarón no le escuchó, volvió sus ojos hacia la cubierta del templo, se quedó inmóvil, observó

el techo desaparecer y una sensación solemne le acogió al ver una enorme expansión estelar, un brillo amplío y celestial. Cuando volvió en sí, estaba rodeado de algunos hermanos que en actitud de apoyo lo animaban diciendo: -no hagas caso al hno. Saulo, está alterado por la golpiza que le propinó el endemoniado, el Hno. Aarón Joaquín, contestó: -No importa lo que haya dicho, no escuche nada porque he observado la magnificencia de Dios. A partir de entonces para algunos hermanos, el Hno. Aarón Joaquín, resplandecía más que Saulo, buscaron su compañía, le solicitaban su oración, reconocieron en él su humildad de corazón, su temor reverente y la obediencia a Dios. LA ORDEN DE SALIDA Después de presenciar la visión de su Elección Apostólica, designada por Dios como: Aarón, el Siervo de Dios advirtió una nueva espiritualidad, ya no era él, era Cristo quien modelaba su voluntad, sentía en su corazón el apoyo y el amparo del único Dios, que le hablaba, que seguía con él, que estaba en él. Terminadas las labores cotidianas el Apóstol Aarón Joaquín, se retiraba a la huerta, oraba por largos períodos de tiempo, tal y como Jesucristo enseñó a sus Apóstoles; “Padre nuestro que estás en los cielos…”. Luego de largos periodos de oración, asistía a los servicios del templo; una tarde sucedió algo excepcional, en presencia de muchos hermanos, su plegaria acompañada por el don de lenguas, hizo brotar en él una nueva revelación; de repente empezó a hablar frases que no controló su voluntad, extrañamente las expresiones se repetían una tras otra; en medio de aquella revelación Divina, las palabras le fueron manifiestas por aquella voz magnánima que le anunció:

– ¡El jueves próximo quiero que salgas, … El jueves próximo quiero que salgas!-. Aquel mandamiento dado por Dios se repitió una y otra vez. El verbo de Dios fue con él. Terminó su oración y postrado abrió sus ojos, reflexionó sobre la significación de lo ocurrido, sin ofrecer resistencia se dijo: obedeceré, ésta es la voluntad de Dios y mirando hacia el infinito, agregó: -Señor, estoy en tus manos, el sentido de mi vida, no lo sé, pero tú sí lo conoces, dispuesto estoy, hágase tu voluntad. Cada revelación divina para el Hno. Aarón, incluía un mandamiento de Dios; así los sueños, las palabras, las sensaciones estaban más allá de la propia realidad de su vida, y frente a todas ellas siempre guardo la única opción de los Siervos de Dios; la obediencia, el negarse así mismo para seguir Jesucristo. Aunque ignoraba la voluntad de Dios con su salida, estuvo firme, obediente y seguro de las disposiciones divinas. Seguidamente le comunicó a su esposa: -Hija, Dios indica que salgamos de este lugar, no sé a dónde, ni con quién, pero quiere que salgamos el próximo jueves; en su momento sabremos donde residir, quizá en alguna iglesia, conviviremos con otros hermanos, encontraré alguna actividad para que podamos sobrevivir. Quiero que entiendas que debo obedecer, acompáñame en esta orden divina, lo único que te ofrezco es mi amor y mi fe en el único Dios Todopoderoso, ¿Me acompañas?, A la hna. Elisa, esposa fiel, humilde y sincera le pasaron por su mente, las escenas del pasado; su matrimonio, su vida con el militar, el presente que vivía. Le miró fijamente y dijo: -he observado cuidadosamente tu conversión, los cambios de tu conducta-, veo mi condición, tú sabes que la vida que llevamos con Saulo y Silas no ha sido fácil; servidumbre, acosos, humillaciones, excesos, fríos, carencia de un lugar en el cual podamos reposar, ni ropa, ni dinero con el cual sostenemos…, Pero puedo dar testimonio de tu fe, siento que Dios te revela y ordena cumplir una misión que yo desconozco, dentro de ti hay una señal de Dios que no logro entender, pido a Dios ser lo bastante fuerte para acompañarte, apoyarte y si puedo, consolarte en las dificultades. No se cómo, de dónde, ni porqué. pero mi fe indica que todo cuanto ha pasado proviene de Dios. Al ver la fuerza de tu fe tengo la sensación de que ya has vivido esta vida, que esta vida te es familiar, conocida, como si los sufrimientos por los que pasamos, tú ya los hubieras superado y no llegan a lastimar tu vida espiritual, que en medio de estas inclemencias tú ya has recorrido aquellos niveles secretos que yo ni siquiera he soñado. Sin embargo, tengo la certeza que a través del valor de tu fe y tus acciones vamos a la realización de la voluntad de Dios bajo pasos de alegría y esperanza. Una mirada de ternura, acompañada de un amoroso silencio, llevó a decir a la hna. Elisa: -Siempre tendrás mi apoyo en lo que Dios te señale y ordene, solo pido a Dios me dé la fuerza suficiente para vivir muy cerca de tu fe. En una alegre mirada, él le transmitió la convicción de su decisión, y ella su apoyo incondicional para cumplir la orden de Dios. -Hija, le dijo el Siervo de Dios, enjugando sus lágrimas y sonriéndole con dulzura: -el deber toca a mi puerta, no conozco mi destino, es

Dios quien me llama, mi ministerio es el de la fe, ella es mi esperanza, la fe es y será mi oficio. No tengo miedo, ni duda, estoy plenamente convencido que hay una labor que debo iniciar, quiero cumplir la voluntad del Señor, acompañado de ti, debo obedecer, acudir al llamado; salir este jueves. ¿El futuro?, será iluminado por la magna voz que me ha puesto un nuevo nombre y que ahora me llama, al poner mi vida y la tuya en las manos de Dios, lo que será de ti y de mí está en la mente de Dios, Él conoce lo que nos tiene reservado. Se abrazaron tiernamente, sabían que a partir de ese momento, quien los tomaba de la mano era Jesucristo, Él y Dios serían sus compañeros de viaje, más tarde comprenderían que el Hno. Aarón Joaquín González, sería el mensajero de esperanza; Apóstol de la Restauración de la primitiva Iglesia de Jesucristo. VIAJE MISIONERO

La fría mañana del día siguiente, el Hno. Aarón Joaquín González, se despertó más temprano de lo acostumbrado, inició sus labores buscando, finalizarlas pronto y así, buscar la oportunidad para comentar a Saulo y a Silas la orden de Dios y su decisión de obedecer. Al término del desayuno se enteró que Saulo estaba en Nuevo Laredo, respiró con tranquilidad al saber que sólo enteraría a Silas, quien era menos agresivo, pues si le mencionara su visión a Saulo sería decepcionante, ya que por la animadversión que le tenía provocaría mofas, burlas y lo menospreciaría por sus sueños y vivencias, además se hubiera negado a permitirle la salida. Podría haberse ido sin ofrecer ninguna explicación, pero como esos hermanos eran predicadores les guardó respeto, pese al mal trato y a las humillaciones recibidas, les agradecía el haberlo hospedado por aquel breve tiempo, sentía la obligación

de anunciarles su retiro. Le describió a Silas la nueva visión con su necesidad y convicción de corazón en obedecer; este hermano le escuchó con indiferencia y después de haberlo interrogado llegó a la conclusión de permitirle partir, haciéndolo responsable único de su salida, por lo que se limitó a decirle: -Si tú crees que es la voz de Dios, pues obedece. El Hno. Aarón Joaquín González, invitó presuroso a su esposa a agradecer al hermano Silas el hospedaje ofrecido y dispusieron marcharse. Sabía que los verdaderos discípulos de Cristo se niegan así mismos y le siguen; no poseen oro ni plata, ni dinero, no llevan alforja, ni dos pares de sandalias, ni dos túnicas, sólo predican el reino de Dios y sus riquezas eternas. Rebosante de fe salió de su humilde cuarto, repartió sus pocas pertenencias, hecho que sorprendió a los presentes; no hubo equipaje que preparar, su camino era aquel dispuesto por Dios, Él, era su faro y su guía, quien lo sustentaría. Su felicidad fue inmensa, fue entonces cuando comprendió la orden de Dios; ir allí donde el Señor le indicare y predicar el evangelio, entonces, entendió que llevaría las nuevas de salvación a todo aquel que dispusiese su corazón al camino, la verdad y la vida; que convocaría a muchos a imitar a Jesucristo salvador nuestro. El Apóstol Aarón Joaquín González, obedeció a Dios, dio el primer paso; desprovisto de cualquier interés humano no albergó intenciones de constituir un movimiento u organización religiosa; su única convicción era compartir el evangelio, cumplir la misión ordenada por Dios. Al salir, fueron interceptados por algunos hermanos que al verlos tan gozosos les preguntaron la razón de su partida; escucharon el testimonio y se sorprendían. La noticia de su viaje se difundió rápidamente, todos comentaban sobre la orden de salir, y como ellos mismos la habían presenciado, describían la manera en que Dios reveló esta orden al Hno. Aarón Joaquín; muchos se maravillaron por esta manifestación

divina, sorprendiéndose mucho más al reconocer la abnegada obediencia de los escogidos de Dios, le acompañaron dos ancianitas, una joven estudiante, el hno. Margarito Roque y cuatro hermanos más. Que grato fue para el Apóstol Aarón Joaquín, que por vez primera, algunos creyeran en las revelaciones que Dios le hacia, hermanos que además, le ofrecieron su apoyo incondicional en aquella aparente salida sin destino. Decidió caminar al margen de la vía del ferrocarril como lo más conveniente y seguro; podrían detenerse en diversos lugares, predicar el evangelio en las diferentes estaciones y después… continuar el camino que le indicara Dios. La fe era para el Apóstol un regalo certero de Dios, le ofrecía tranquilidad, esperanza cierta, gozo en lo que para muchos representa dificultad, su convicción fue siempre creer en lo que está más allá de todas las cosas, en la fuerza de un Dios único y universal que le impulsó a seguir mucho más adelante, con más fuerzas, con más ánimo, sabía que la pobreza, la enfermedad, el hambre sin la fe serían insoportables. El primer viaje del Apóstol de la restauración, Aarón Joaquín González fue humilde y sencillo, sólo con la ropa que llevaba puesta, sin equipaje, ni bolsa, un himnario y su Biblia completaban su vestido. La escena colocaba a prueba su humildad, daba la impresión que de la sencillez levantó Dios lo más grande para avergonzar a ricos, sabios y entendidos; a cambio, su corazón se gozaba en la obediencia al mandato divino, allí radicó su riqueza, su alegría, su esperanza, su felicidad, Marchar por la vía del tren fue la indicación que Dios puso en su corazón, mucho más grande fue la fe del Elegido de Dios, que la más potente de las locomotoras, el Apóstol sentía en su corazón el estremecer del impulso divino, sentía el estallido y los fuertes martillazos que aferran los polines bajo los rieles de la

carrilera, ese era el camino, la fuerza poderosa que sentía en su espíritu y que paso a paso de su Misión Apostólica guardó en su corazón y realizó. La despedida de los hermanos fue cariñosa y tierna, entonaron himnos y cantos mientras se perdían entre las calles y caminos de la ciudad. En su primera parada, oraron el Apóstol Aarón Joaquín, su esposa y el pequeño grupo de hermanos que le acompañaban, colocaron su viaje en las manos de Dios, allí llegó sobre el Siervo de Dios la inspiración divina de dirigirse a la ciudad de Tampico. Así pues, inició la jornada, caminando con prudencia, alternando cantos, oraciones y comentarios; entrada la tarde se dispusieron a descansar bajo la sombra de los árboles muy cerca de la estación. El Apóstol Aarón Joaquín se durmió rápidamente, más súbitamente se incorporó sobresaltado diciendo: -,Qué pasa hija, de dónde viene ese ruido como un trueno, tan fuerte? Ella respondió no haber oído nada; sin embargo, él en su mente inexplicablemente escuchó nuevamente un estruendo más fuerte aún, que ahora le decía: -¡Un telegrama corrompido!-. El significado de esta nueva revelación quedó en suspenso ya que se escuchó a poca distancia el silbato del tren que se aproximaba a la estación del lugar. El convoy se fue acercando, ya poca distancia apreciaron en las ventanillas de uno de los vagones a los hermanos que habían acompañado a Saulo a Nuevo Laredo, los cuales al regresar y enterarse de su partida tomaron el tren para seguirlos. El tren se detuvo en la estación, Saulo y los demás bajaron apresuradamente, se acercaron al grupo, y con evidente

desprecio se dirigió al Hno. Aarón: -¡Eres un malagradecido! ¿Cómo te atreviste a dejar la iglesia sin mi autorización? ¿Acaso crees que con el pretexto de tus continuas visiones puedes decidir largarte? ¿Cómo pudiste llevar contigo hermanos? ¡Eres un malagradecido Eusebio! El Hno. Aarón, con humildad y sencillez, explicó que le tenía un permanente reconocimiento por haberle ofrecido alojamiento y comida, pero que durante ese tiempo su esposa y él mismo cubrieron con creces las labores domésticas que les encomendaron, y que en cuanto a su salida él tenía que cumplir la disposición de Dios, ya que ahora, le ordenaba salir el día señalado. De todo esto ya está enterado el hermano Silas. Ante la réplica, Saulo cambió de estrategia y en acción rápida se tomó amable y le dijo: -Quiero que regreses, todo cambiará a partir de hoy, serás tratado en forma diferente, te daremos otra ropa, -la que llevas está vieja y sucia-, te daremos otro cuarto, tu esposa tendrá menos trabajo en el servicio doméstico y se dedicará, cuando sea posible, a labores de evangelización. El Apóstol Aarón Joaquín advirtió la actitud zalamera, falsa y superficial de Saulo, -tal como obra Satanás para obstaculizar a los hijos de Dios-, de tal manera que rechazó rotundamente aquel ofrecimiento. Ante la negativa Saulo se enfureció más, lo humilló, se burló, lo ofendió, y de las manifestaciones de Dios agregó: -No es Dios sino el diablo quien te ordena que salgas, por lo tanto te maldigo, y te aseguro que Satanás “bailará en ti” y en todos los que te sigan. En medio de aquel momento, en el que era insultado, el Ungido de Dios escuchó nuevamente aquel fuerte trueno transformado en palabras que le anunció: -¡ Este es el telegrama corrompido, habla y no temas!-.

El Hno. Aarón sintió inmediatamente un intenso calor, un calor de los pies a la cabeza, cual fuego que saliera del cielo y de la tierra, y se concentrara en él, empezó a alejarse de toda esta situación y empezó a predicar una palabra que no era de él, sino del espíritu de Dios, se sintió tomado por frases espirituales y citas bíblicas por un largo rato, un repentino aguacero empezó a volverlo en sí y sintiendo que la lluvia refrescaba su rostro miró a Saulo inmóvil, su cabeza inclinada y sus ojos llorosos. ¡Qué contraste entre el despotismo anterior y la vergonzosa frustración de ahora! En medio de la pertinaz lluvia, en acto de reconocimiento, Saulo estrechó al Apóstol en un cálido abrazo y en voz entrecortada y baja le dijo silenciosamente al oído: -Aarón Joaquín, tengo la dicha de abrazar a un Siervo de Dios! Reconocimiento que Saulo no hizo público, ni a viva voz pretendiendo evitar que los fieles que le acompañaban al darse cuenta se retiraran de su congregación. Al referirse el Hno. Aarón a este acontecimiento, muchas veces se preguntó -Qué dije a Saulo, cuáles fueron las palabras que pudieron transformar la rudeza de su espíritu y hacerlo reconocer la elección de Dios?, Sin duda fui tomado por el espíritu de Dios, pues me dijo: -¡habla y no temas!-. El Siervo de Dios lamentó que por las intimidaciones de Saulo se regresaran con él cinco hermanos. Sin embargo, grata sorpresa le causó llegar a la estación Linares, y encontrar allí al hno. Margarito Roque, quien quiso seguirlo y contarle lo sucedido en la iglesia de Monterrey: -¡Qué suceso!- Dijo el hno. Margarito: -al regresar Saulo a Monterrey,, la iglesia se dividió en dos. grupos; uno aceptando que el Señor le había hablado al Hno. Aarón y el (Ibíb. Martínez, Sergio. Entrevista.)

otro apoyando a Saulo como único hombre de Dios. La fobia de Saulo hacia el Hno. Aarón propició este acto grotesco, la disensión se alimentó por sí misma, y se radicalizó al enfrentarse los dos grupos, pues los gritos y rechiflas sacaron a la luz los rencores, las venganzas, las fallas, las hipocresías y luego los golpes; se maltrataban unos a otros. Tal fue la escena que se requirió la intervención de la policía para restablecer el orden. Luego de contarle lo acontecido, con sentida pena el hno. Margarito agregó: -Hno. Aarón, acepte mis disculpas por abandonarlo y haberme regresado a Monterrey, después de ser testigo de las disensiones, de las desviaciones pecaminosas de Saulo, la falsedad de la iglesia de Monterrey… Yo sí creo que usted es un Siervo de Dios!, permítame seguir acompañándolo. El Hno. Aarón lo escuchó atentamente y con admirable seguridad en sí mismo precisó: Hermano, el principal patrimonio de un cristiano es la fe. Y el que sigue a Cristo está sujeto a penalidades y conflictos, sin embargo, no permita que nada le haga perder su fe, recuerde que quien tiene fe tiene esperanza y quien tiene esperanza en Dios, lo tiene todo.

Con esa fe admirable continuaron su caminata por el estado de Nuevo León, luego por el estado de Tamaulipas; atravesaron montes escabrosos, valles profundos, amplias llanuras, inclemencias del tiempo, momentos de silencio y soledad, vieron al buitre y al águila planear sobre ellos. Por momentos, el sol los embestía implacable, otras veces compasivo; noches húmedas que filtraban el frío a través de sus deterioradas ropas. Al recorrer esas amplias extensiones, contemplaron acá y acullá algún rebaño vigilado por un solitario pastor, le hablaron de Jesucristo, oraban con él y continuaban su peregrinar, después le hablaron a los vaqueros de las sabanas, al agricultor y al campesino, a los arrieros por los caminos, al rico aldeano que los escuchaba por cortesía o por indiferencia; todo humano que se encontraron

fue pretexto para transmitir las buenas nuevas de salvación. Pero no en todos esta el recibir el mensaje de Cristo, fueron acosados por persecuciones, hostigamientos, encarcelamientos, les lanzaron piedras, agua y basura, fueron humillados, menospreciados, ofendidos; eran expulsados de un lugar a otro, fueron tratados como delincuentes. Sin embargo, el Hno. Aarón nunca tuvo miedo, su fe y su oración aumentaban la esperanza y ésta aseguraba la compañía permanente de Dios. En aquella época, México se hallaba convulsionado por movimientos insurgentes, desordenados y anárquicos que encarnaron más a grupos de delincuencia común que a luchas por ideales políticos, ejemplo de ello fueron los cristeros; quienes representaron uno de los conflictos violentos, sociales y religiosos más grandes de México causados por la iglesia católica romana que manipuló a los ciudadanos haciendo de ellos un puñado de facinerosos que al grito de “Viva Cristo Rey” desafiaban destruir el estado legalmente constituido, haciendo de los ciudadanos guerrilleros y bandidos que alentados por cardenales, obispos y curas en nombre de un pseudocristo y aferrados al poder y a la riqueza terrenal, no aceptaban la separación del Estado y la religión, haciendo caso omiso de lo que Cristo mismo enseñó; Dad a Dios lo que es de Dios, y a César lo que es de César. Todo este caos “cristero” fue promovido por altos jerarcas del episcopado romano desde el púlpito de las iglesias católicas que en lugar de llevar el mensaje de Jesucristo fueron hacedores de injusticias, de asesinatos, violaciones, robos y todo tipo de transgresiones que hacen de esta iglesia hija del rey de las tinieblas y nunca, del Dios de los cielos. Pero he allí, en este tiempo y espacio, que Dios y su hijo Jesucristo vuelven a triunfar sobre la oscuridad

al levantar un Siervo de Dios; mensajero de paz, vida y esperanza en medio de un país y un mundo en confusión y desesperanza. EN LA HACIENDA DE LAS COMAS El Apóstol Aarón Joaquín, continuo su peregrinar hacia Tamaulipas, después de llegar a una estación ferroviaria, se dirigió al poblado más cercano. Era casi mediodía, se encontró ante una llanura tan extensa que en kilómetros no se observaba ni árbol, ni casa alguna; atravesaría esta inhóspita geografía expuesto a fuertes y repetidos intervalos de lluvia y calor, No había lugar donde protegerse de las inclemencias del tiempo. Cuando creía haber escapado de uno de esos aguaceros, veía como se acercaba otro, lenta e inevitablemente. Cansado llegó a un pueblecito rodeado de cerros, allí se localizaba una hacienda llamada Las Comas. La encontraron invadida por un grupo de maleantes, la hacienda, era base de operaciones de los cristeros de la región; quienes recorrían aquel territorio cometiendo fechorías, dedicándose al robo, al contrabando, a la extorsión, a la intimidación de los habitantes. Encontraron hospedados en la hacienda a un obispo y unas monjas que debido a la inseguridad del entorno recibían protección de maleantes, además se decía, que estos jerarcas católicos y romanos huían de ciertos delitos que les atribuía el Estado Mexicano cometidos en el pueblo más cercano. A la llegada del Siervo de Dios, se produjo un aumento en el movimiento de gente, el Apóstol Aarón Joaquín, halló oportuno predicar la palabra de Dios, ser luz en medio de las tinieblas. La gente empezó a acercarse, primero, porque la presencia de forasteros era extraño en esta región y segundo al escuchar estas gentes con atención la predicación, se asombraron en que: ¿cómo un hombre con indumentaria tan

humilde, hablaba con tanta verdad y autoridad de las cosas de Dios, en contraste con el obispo de la iglesia romana que por huir de la paga a sus delitos buscó un escondite y protección de asesinos y maleantes? El Siervo de Dios observó que algunos sospechosos se ocultaban tras cercas y matorrales y con mirada turbia y amenazante querían interrumpir la predicación, sin turbación alguna el ungido de Dios terminó su enseñanza. Al retirarse y buscar un lugar para descansar un hombre los invitó a su casa y estando en ella insistió en que el Hno. Aarón predicara nuevamente, el Apóstol no acepto por el ambiente tenso y repulsivo que se sentía. Sin embargo el hombre maliciosamente continuaba insistiendo, y porfió hasta hacer salir y platicar fuera de la casa, el Siervo de Dios con expresiva valentía aceptó y juntos caminaron en los alrededores. El momento era tenso, los hermanos cruzaron miradas de preocupación, había tensión en la expresión de sus rostros. ¿Quién los defendería en el interior de esa casa? ¿Cómo salir sin ser atacados? Ya que las gentes se agolparon sobre las puertas y ventanas de la casa. Recordaron una de las primeras enseñanzas del Apóstol Aarón Joaquín, cuando dio respuesta al hno. Margarito Borrego: …el principal patrimonio de un cristiano es la fe. Quien sigue a Cristo está sujeto a penalidades, peligros y conflictos, sin embargo, no permita que nada le haga perder su fe, recuerde que quien tiene fe, tiene esperanza y quien espera en Dios, lo tiene todo. Inesperadamente la esposa de este bandolero, enormemente agitada se dirigió a la hna. Elisa: -Dígale a su esposo que regrese, que no vaya con él porque lo va a matar, lo va a asesinar! El instante no podía ser más dramático. No había alternativa, la hna. Elisa salió presurosa y enfrentó al malhechor. Estaba trémula pero firme. En tono decisivo le reclamó: Oiga, ¿por qué quiere hacerle mal a mi esposo? Si no le parece que estemos en su casa

podemos irnos-, El facineroso se quedó inmóvil, su rostro se contrajo, y con un gesto de desprecio les grito: ¡váyanse!. Algunas personas que vieron la escena les sugirieron irse lejos del pueblo, porque esos cristeros eran asesinos y anhelaban matarlos ya que los habían declarado enemigos del clero. Debido al riesgo de salir en la tarde, el Apóstol, decidió esperar que oscureciera para esconderse más fácilmente en la serranía. La noche transcurriría con una intensidad dramática, con paso acelerado caminó largamente buscando alejarse del lugar lo más rápidamente posible. Al atravesar la sierra transitó por zigzagueantes subidas y bajadas; las veredas serpenteaban algunas veces profundas cunetas que carecían de objetos o plantas de donde agarrarse, luego, se hundían en pronunciados declives oscuros y peligrosos. El Ungido de Dios con su fe y esperanza daba valor a los hermanos, para sortear audazmente cada peligro. La hna. Elisa tropezó y cayó en un espinal, se detuvieron de repente para sacar las espinas que se le incrustaron en su cuerpo, después continuaron la penosa huida, hasta que la fatiga los derribó, reducida su fuerza al extremo, dormitó un poco. Antes del amanecer, fueron despertados por los ruidos de sus perseguidores, quienes a caballo, con gritos y maldiciones los buscaban incesantemente. Los hermanos permanecieron inmóviles, contuvieron su respiración. En la calidez de su fe se sentían extrañamente protegidos, miraron hacia todas partes, como si esperaran el momento del encuentro definitivo, ya que los escuchaban bastante cerca. La oración fue el único y máximo apoyo en la oscuridad de la serranía, a través de matorrales y zarzales se filtró la luz de la mañana. El tiempo reducido a un instante estaba cargado de expectación, al grito

de uno de sus perseguidores la ansiedad llegó a su punto máximo. ¡Los habían descubierto! En una inesperada reacción el Apóstol Aarón Joaquín y los hermanos advirtieron una estrecha vereda entre las zarzas, y sin importarles el riesgo de espinarse, agazapados, empezaron a desplazarse a la velocidad que podían soportar los aguijones. La hna. Elisa no se movió, se quedó paralizada frente a frente con el jinete asesino, coincidentemente, con precisa sincronía, él también quedó inmovilizado; el Hno. Aarón, aprovechando los segundos la tomó por el brazo y la presionó a correr. Cuando el hombre reaccionó ya no pudo alcanzarlos, su caballo reparó bruscamente y se resistió a entrar por el cerrado breñal plagado de espinas. Los asesinos los buscaron a todo galope, pero vanos fueron los esfuerzos; providencia¡ mente habían desaparecido como si se hubieran esfumado. Con su soberbia despedazada, derrotados, decidieron abandonar su objetivo en condiciones de visible fracaso, amenazándolos y maldiciéndolos a todo grito. La fe del Hno. Aarón era una grandiosa obra celestial; pese a la peligrosa persecución de la que fueron victimas alentó al grupo, se sobrepuso él mismo a las circunstancias, en un esfuerzo de entrega y seguridad en Dios guardó un dominio ejemplar frente a aquellas condiciones hostiles. Aparentemente, la persecución había terminado, con tremenda agitación continuaron caminando, arrastrándose, lastimándose, hiriéndose, hasta salir de esa peligrosa zona. El silbato del tren se oyó a lo lejos, tuvieron un respiro de confianza, intuyeron que no estaban lejos de la vía. Súbitamente los asesinos aparecieron en sus caballos en el horizonte de la loma, pero ante la proximidad del convoy volvieron a ocultarse para evitar ser vistos por la escolta militar que venía en el ferrocarril. Inexplicablemente el tren disminuyó su marcha hasta quedar casi frente a los hermanos. El conductor al verlos bajó inmediatamente, le fue

difícil confiar en esos sucios y harapientos caminantes en cuyo rostro se reflejaba el terror por los asesinos que estaban al pie de la loma, entre unos matorrales a prudente distancia con la fijación de matarlos y limpiar así a México de estorbos para el clero romano. -¿Qué hacen ustedes por estos lugares tan peligrosos?-. Dijo el conductor, – hace días que los hemos visto caminando por las vías del tren-, ¿qué pretenden, hacia dónde van? Esta región es de ¡cristeros, malhechores y asesinos!-. El Apóstol Aarón Joaquín le expresó su misión evangelizadora, la feroz persecución de la cual habían sido objeto, como en esos momentos los habían localizado y los iban a hostigar nuevamente. La cuadrilla de soldados se colocó en la parte superior del convoy exhibiendo a los maleantes su mayor poderío en armas. El maquinista le comentó al Siervo de Dios: -seguramente se trata de la banda de los Zorrilla, asesinos a sueldo, cristeros de negro historial, su centro de operaciones es las Comas, hacienda que dicen, perteneció a una de las órdenes del clero católico y romano. La verdad, No nos detuvimos por ustedes, los vimos solo al parar, se recalentó un eje y nos obligó a detenernos, pero vea, acaba de obrar un milagro el Dios de ustedes, seguramente, tal como usted dice, su misión es de Dios, pues los libró de estos malhechores. Reparado el desperfecto los invitaron a subir al tren y alejarlos dé esos parajes. El convoy inició su marcha y a los hermanos los ubicaron en el último vagón del tren, desde donde observaron en la distancia a los maleantes que, ubicados sobre las vías les hacían señas maldicientes, levantando sus brazos en alto. He allí un Hecho del Apóstol de la

Restauración, un triunfó la fe, de la obra de Dios, sobre las acechanzas y amenazas del demonio. ¿Cómo podría estar tranquilo el diablo al reconocer que Dios había levantado un Siervo en tiempos de Restauración de la. Primitiva Iglesia de Jesucristo? EN CIUDAD VICTORIA, TAMAULIPAS La peregrinación misionera continuó, llegaron a Ciudad Victoria el día en que el episcopado mexicano ordenó cerrar sus templos en toda la República, declarando con ello, la guerra frontal al gobierno y buscando que la población se opusiera y enfrentara al gobierno. Los habitantes de la ciudad estaban preocupados y recelosos, el cura invitó a la última bendición con el “santísimo”, para dar lugar a que los fieles se despidieran. Las autoridades ante la inseguridad y el desorden estaban en máxima alerta, intentando defender y salvaguardar el Estado constitucional y legalmente establecido, evitarían a toda costa que la ciudad fuese sorprendida por cristeros, bandidos, y/o asesinos, en consecuencia, cualquier persona o grupo sospechoso, sería detenido. El Apóstol Aarón Joaquín, en cumplimiento de su ministerio, no obstante la gravedad de los acontecimientos, decidió predicar en el centro de la ciudad; esta actitud sorprendió a los policías, que apostados en la esquina próxima se desconcertaron por la valiente actitud del orador, y pensaron que formaba parte de un grupo de avanzada de cristeros. Lo detuvieron inmediatamente y encarcelaron. El Siervo de Dios predicó en la cárcel, los prisioneros en su mayoría le ofrecieron su amistad, incluido el alguacil, que simpatizó con los hermanos. Durante los días de presidio, los reclusos comentaban al Apóstol sus penas y sufrimientos.

Él, con sabiduría, amor y bondad les decía que eran bienaventurados porque el que sufre se acerca más a Jesucristo. Le acusaron de facineroso, delito que no le fue comprobado. Tres días más tarde fueron puestos en libertad, los prisioneros entristecidos al verlos partir decían: -se van los ángeles blancos, ¡Dios los bendiga! A la salida de la cárcel, una muchedumbre de agitadores, gritó: -¡ya salieron los aleluyas! ¡Ya salieron los aleluyas! ¡Ya salieron los aleluyas! Se juntó una masa tumultuosa que contagiada por el desenfreno los atacó con piedras, palos y golpeo con machetes, les fue necesario huir de aquel pueblo a toda prisa. EN FORLON, TAMAULIPAS Continuaron su peregrinar, los hermanos estaban cansados, fueron días de caminar, de trasegar, huir, correr, de rayos de sol que caían calcinantes sobre la piel, de no alimentarse bien, de enfrentar el peligro y la muerte. El Apóstol, invitó a los hermanos a descansar bajo la sombra de una enorme higuera de espeso follaje que no tenía fruto. La fatiga y el hambre los hizo caer en un profundo sueño. Al despertar quedaron asombrados, entre las hojas de ese árbol había ahora gran cantidad de higos maduros, que sin duda les servirían de alimento en aquel momento de necesidad, El Hno. Aarón dio gracias a Dios, porque aquel alimento no era solo material, sino que aprovecharía para que el espíritu confirmara las maravillas de Dios. Los hermanos, sorprendidos por aquel nuevo milagro, reafirmaban entre ellos que acompañaban a un verdadero Elegido de Dios y Apóstol de Jesucristo. Al anochecer llegaron a la estación Forlón, pequeño pueblo que sería testigo de grandes maravillas. Los hermanos cansados recorrieron las calles, su amable y sencillo ambiente

presagiaba tranquilidad y armonía. Al doblar una esquina observaron con tristeza a una se ñora que afligida lloraba por su hija que acababa de morir. El Hno. Aarón se sintió conmovido y decidió entrar en aquella casa, inmediatamente invitó a su esposa y a los hermanos a doblar sus rodillas, empezó a orar, puso sus manos sobre la niña, el momento era expectante, los instantes corrieron presurosos y… milagro! ¡resucitó!, ¡la niña abrió sus ojos! El Apóstol en voz alta dijo: -Gracias sean a ti Señor, porque me has oído! La noticia se conoció en todo el pueblo. Ya hospedado, el Apóstol recibió a la esposa de un telegrafista, quien suplicó alivio para sus piernas que presentaban profundas úlceras. El Apóstol, le dijo: -Si usted cree en el señor Jesucristo y tiene fe para sanar de esa enfermedad, oraremos por usted y sanará. Y haciéndolo así, la mujer sintió inmediato alivio.

En el pueblo había un hombre adinerado que se encontraba paralítico. Su capacidad económica le había permitido tratar con varios especialistas sin resultados positivos. Sus hijos pidieron al Hno. Aarón que orara por la salud de su padre. El les platicó de la fe en Jesucristo, del poder de Dios para sanar enfermos y resucitar muertos, les dijo: -Si tienen fe, su padre sanará. Elevó su oración varias veces, y ante la expectación de los presentes el paralítico movió sus piernas lentamente, luego más hasta ponerse de pie: -¡Estoy sano! -gritaba- ¡estoy sano! Los hijos de aquel hombre agradecieron a Dios y al Apóstol Aarón Joaquín González, ofreciendo una bolsa con billetes y monedas, lo que fue rechazado, explicándoles que él era un hombre de fe, vivía por fe y por la fe en Dios, cumplía lo que el Señor desde mucho antes había dispuesto.

Los enfermos que requerían oración fueron tan numerosos que el Siervo de Dios, decidió retirarse de noche y discretamente para continuar su viaje, comentando que es más conveniente que la gente se convirtiera a Dios por la fe, que por el interés de las sanidades. Al caer la noche salieron de Forlón, hacia la vía del tren para continuar su viaje. En el camino los alcanzó la esposa del telegrafista, quien les decía: -Deténganse, permítanme invitarlos a un lugar donde puedan pasar la noche, estoy curada, vean las cicatrices, mi enfermedad desapareció. El Apóstol amablemente rechazó el ofrecimiento. ENCUENTRO CON BARNÁBAS Retomó su camino por la vía del tren, dirigiéndose hacia Tampico, el Siervo de Dios adquiría cada vez más la estatura de un auténtico Apóstol de Jesucristo, mensajero de paz, amor y salvación, que pese a los intensos momentos vividos, al sol que calcinaba la piel, al polvo que se metía en los oídos, al frío que taladraba sus huesos, al los grandes peligros; la certeza de su fe cada día aumentaba su ánimo y entusiasmo; la fe era el medio no sólo para vencer el sufrimiento y la fatiga, sino también al enemigo que se interponía para no dejarle cumplir su Misión Apostólica en tiempos de Restauración. Estos fueron sus inicios; predicó las cosas del cielo, como Cristo lo hizo en la tierra, por ahora, no importaba tener una congregación o un gran número de fieles, su necesidad era la de obedecer los designios de Dios; que oyeran su palabra, que es la de Dios, que creyeran y depositaran su fe, en la auténtica doctrina de Jesucristo que expresa sabiduría, grandeza y poder de Dios; El Apóstol fue barro en las manos de Dios, para dar a conocer a los hombres el evangelio de arrepentimiento y de perdón de pecados; su doctrina era fuente cristalina y pura, revelada por Dios, y no un saber elaborado por intereses de los hombres.

En esta etapa del viaje la hna. Elisa le preguntó: -¿Hacia dónde vamos?, ¿Cuál es nuestro destino?-, El Apóstol respondió: -Dios es quien nos guía, y a su hora nos indicará cual es nuestro lugar. Llegaron a un lugar llamado Mazata, ahí había un pequeño grupo de hermanos de la Iglesia Cristiana Espiritual Independiente, cuya sede estaba en Tampico. El Hno. Aarón tenía interés en conocer a esa comunidad y al pastor. Al entrar a la casa pastoral sorprendió a los presentes su apariencia personal tan miserable; los harapos desgastados y viejos que llevaba, la sorpresa fue aún mayor cuando saludaron: -La paz de Dios sea en esta casa -dijo el Hno. Aarón. -Así sea, contestaron. El hno. Barnábas, pastor de ese grupo, los invitó a desayunar, en la plática ambos conversaron largamente. El hno. Barnábas comentó, que inició sus actividades de misionero porque leyendo y estudiando la Biblia sintió deseos de predicar la palabra del Señor, que nadie lo había enviado y que nadie lo había autorizado, pero que esa actividad le satisfacía plenamente. El Apóstol Aarón sintió sinceridad en sus palabras, decidió narrarle su largo testimonio, su origen militar, su salida del ejército, el cambio de su vida por el evangelio, su vida con Saulo y Silas, las manifestaciones de Dios, el cambio de nombre, la orden de salida, su viaje a pie sin dinero, sin equipaje, los peligros en la sierra, la persecución, la prisión, todo lo acaecido, pero que no importaba porque obedecía a aquel Grande y Todopoderoso que lo escogió: Dios. El hno. Barnábas, estaba sorprendido; cada palabra, de aquel testimonio llevaba en su interior un peso propio, pensó para sí: -el testimonio de éste, no es de hombres, aquí se manifiesta la obra de Dios, esta es una historia divina guarda verdad y fe como ninguna otra. Sin embargo con orgullo personal y cierta soberbia, le dijo con desconfianza al Apóstol Aarón: -Bueno, de su disertación se concluye qué yo predico el evangelio porque me gusta,

pero usted, porque Dios se lo ha revelado, porque es usted un Elegido de Dios.. Mejor oremos y pongamos todo en las manos del Señor; por que cada uno de nosotros tiene una misión diferente., El hno. Barnábas escéptico, cerro su corazón, pensó que el Hno. Aarón, por ser ejemplo de verdad y vida, de doctrina y enseñanza proveniente de Dios-, se convertiría en su futuro rival. Sin embargo, El Apóstol Aarón, le comentó que se dirigía a Tampico, y que le gustaría conocer esa iglesia. Como el ocultamiento es un recurso de los falsos, el hno. Barnábas, no se presentó como el pastor de aquella iglesia de Tampico, pero, indiferente le dijo: -Si por suerte llega a esa ciudad, no deje de visitarnos. Luego oraron, como habían acordado. El Apóstol Aarón Joaquín González se dirigió a Tampico a pie como siempre, por la vía del tren, deteniéndose en cada pueblo por pequeño que fuera, donde Dios le permitía hacer predicar el evangelio. El rumor de las maravillas de un auténtico Ungido de Dios, corrió por toda la región, muchos enfermos viajaban de un lugar a otro para encontrarlo, hubo días que no podía avanzar por el gran número de enfermos que se le acercaban, a quienes predicó el evangelio de salvación y vida eterna. En el pueblo Manuel Tampa fue preciso salir de noche, por la puerta trasera de la casa en que se hospedó ya que era imposible resistir a la muchedumbre que se aglomeraba, solicitando su atención. EN TAMPICO, TAMAULIPAS

Retomó su camino hacia Tampico, lo arriesgado y penoso de las situaciones del viaje continúo, llegó el día domingo a Tamaulipas, a la Iglesia Cristiana Espiritual Independiente. El hno. Barnábas estaba celebrando el culto dominical, presentó al Apóstol Aarón Joaquín

a la congregación y con el objeto de motivar y avivar a la iglesia comentó el testimonio de ese misionero singular, asimismo, momentáneamente le cedió su lugar para que ofreciera su mensaje. Su saludo fue perceptible y solemne, como solía hacerlo. Un profundo silencio, y dijo: -Paz a vosotros- La congregación sintió en el Hno. Aarón la influencia de quien trae autoridad, mensajes ciertos, de aquel en quien se deposita el verbo y la palabra de Dios, lo escucharon atentamente sin perder palabra. Aquella iglesia reparó el aspecto físico del Hermano, sumamente delgado, agujerada su camisa que descubría su cuerpo, sus pantalones parchados y sus descosidas sandalias daban la impresión de un peregrino lejano, sucio y cansado, pero notaron una diferencia; su palabra era viva y certera como nunca antes habían escuchado predicación alguna, su espiritualidad era diferente, la imagen que superficial y fácilmente habían juzgado, se modificó por sus enseñanzas y autoridad divina.

Al día siguiente, después del culto, el Apóstol Aarón Joaquín, le comunicó al hno. Barnábas el propósito de continuar su peregrinar. Daba la impresión de tener prisa, de apurarse por seguir su camino, tal como le ordenó Dios. El hno. Barnábas discretamente le dijo: -Hermano, lo he estado observando con profunda atención y quiero hacerle una propuesta. -El Hno. Aarón lo escuchó-. Dijo Barnábas: -Usted con su don de predicar la palabra, con ese entusiasmo que trasmite a la iglesia, con su don de sanidad, y yo, con mis conocimientos bíblicos, creceremos sin duda haciendo la obra del señor; es más, le ofrezco que dividamos entre los dos el beneficio económico. ¿Acaso le han hecho mejor oferta que ésta, cierto que tengo toda la razón, que le parece? -.

– ¡No…!, Respondió el Hno. Aarón, he allí la diferencia entre el evangelio de Dios y el predicado por hombres. Dios no me dijo que buscara apoyo monetario para cumplir su voluntad, esta misión debo continuarla aún negándome a mi mismo y sometiéndome a su obediencia; por fe, nada me es más grato que obedecer la voluntad de Dios. El hno. Barnábas se disgustó con aquellas palabras, receloso pero con ánimo dijo: pues Hermano, que Dios lo bendiga! Le ofreció dinero, ropay comestibles para el camino, sabía, las enormes distancias y las dificultades que tendría que recorrer. El Hno. Aarón, respondió ante tal gesto: -No puedo aceptarlo. Dios pague y multiplique su generosidad, pero le reitero que camino y vivo por fe y en cumplimiento y obediencia a los mandatos de Dios. Los presentes observaron conmovidos, sin embargo para no desilusionarlos el hermano sólo cambió sus harapos por ropa y lo mismo hizo su esposa, dejaron lo demás. Emprendieron su viaje, sin equipaje, sin comida, sin dinero, solo con la certeza de obedecer a Dios. Los hermanos de aquella iglesia lo despidieron con himnos, otros le abrazaban, alguno por compasión enjugó sus lágrimas, así partió mientras los hermanos lo despedían con las manos en alto. Un hermano de aquella congregación de nombre Nahum, les seguía en silencio, un poco más adelante le dijo al Apóstol de Jesucristo: -Hno. Aarón, yo veo en usted la autoridad de Dios en la tierra, ¿Cómo me deja sin que yo haya recibido el Espíritu Santo; oraría por mí? He decidido acompañarlo hasta que Dios me dé lo que tanto he pedido. Otros que acompañaban a éste solicitaron lo mismo al Siervo de Dios. El Hno. Aarón aceptó, se fueron entonando cantos y realizando oraciones, pasaron dos estaciones de ferrocarril yen la tercera al pie de la sierra, en un lugar llamado Tamuz, el Hno. Aarón juntándolos en círculo, miró a sus acompañantes, se conmovió de su cansancio, y les dijo:

-No conviene que sigan conmigo, el camino es largo y peligroso, deben regresar. Pero antes pongamos en las manos de Dios su petición, Dios los va a escuchar, a responder, No por mi, que siervo malo soy, sino a nombre de nuestro Señor Jesucristo, pediré al padre que deposite su Espíritu Santo en ustedes-. Las peticiones hechas a Dios por la oración del Apóstol se hicieron presentes; todos con gran alborozo hablaron sus lenguas, otros cantaban en lenguas, oraban, lloraban dando gracias a Dios. El Espíritu de Dios fue en ellos. Animados por las maravillas de Dios, el Hno. Aarón y su esposa se adentraron en la sierra. Los contrastes de temperatura eran extremos, volvieron a sentir el frío cruel, que arrastrado por el aire era como navaja que cortaban despiadadamente su piel, y luego, un calor excesivo que lacerante provocaba sed y fatiga, el Apóstol continuo su camino sin quejarse. Pasaron por el estado de San Luis Potosí, al llegar a Aguascalientes conocieron a Juan Contreras, miembro de la Iglesia Pentecostés, el cual, observando la misión evangelizadora del Apóstol Aarón Joaquín, decidió seguirlo. El hno. Contreras era un estudioso de la Biblia, por lo que durante parte de la travesía aprovechó para comentar y a veces hasta disputar puntos bíblicos. El Apóstol Aarón Joaquín González, se tomó el tiempo suficiente y con paciencia le explicaba larga y pausadamente la doctrina de Cristo, sin embargo los razonamientos de este hermano sólo esperaban el momento de contradecir al Apóstol, hecho que aprovecho al decir: -Mire Hno. Aarón, usted no puede, ni exhortarme, ni juzgarme, porque el Espíritu Santo que usted recibió, yo también lo recibí, en conclusión, no hay primacía entre los dos. El Apóstol Aarón Joaquín González, le respondió: -la obra de Dios en sus enviados, es la

obra de fe hecha por Dios en el corazón del hombre, muchos por su voluntad intentarán creer y no les será hecho. Esa misma noche el Siervo de Dios, tuvo un sueño; se encontraba frente a un General de División quien le mostraba un documento oficial, con membrete y sello realzado, -,Qué hace falta en este oficio? -dijo el general-. -Nada mi General, -contestó-. -Obsérvelo detenidamente, ¿qué le hace falta? Lo examinó detalladamente y concluyó: -Le falta la firma mi General. Y el General agregó: -La firma es semejante al nombre de Jesucristo cuando se le invoca para el perdón de los pecados. Un bautismo sin el nombre de Jesucristo no tiene validez. , Un documento sin firma es nulo- , Y el Hno. Aarón despertó. Por la dureza de corazón, no sería fácil que el hno. Contreras adquiriera entendimiento y obediencia, el Apóstol con paciencia y sabiduría espero, finalmente, la misma agudeza y optimismo del seguidor, le favorecieron para desarmar su corazón de soberbias y orgullos propios, allí entonces, contempló la misión del Hno. Aarón; como Siervo de Dios y Apóstol de Jesucristo.

EL ARRIBO A GUADALAJARA, JALISCO

El Apóstol, caminó sin demostrar cansancio, habían transcurrido más de siete meses de peregrinación, estaba en los alrededores de Guadalajara, paso por El Rosario, pueblecito pequeño, al anochecer llegó a San Martín de las Flores, la hna. Elisa estaba agotada, no podía caminar más, no conocían a nadie, no tenían dinero, sólo esperaban encontrar posada y allí reposar. El Siervo de Dios, buscó en los alrededores del pueblo un lugar para pasar la noche, encontró una vieja casa abandonada, se acomodaron en el portal de la casa, desafiaron el frío, la humedad de la noche, no faltaron los ruidos de animales, los aullidos, el ladrar de los perros, el acoso de los insectos del lugar; situaciones a las que se acostumbró a soportar. Cuando el rocío precede al amanecer y la humedad se derrama suavemente sobre la mañana, cuando la neblina recibe la tenue claridad de la aurora haciéndose tímidamente visible; en aquel momento del sueño al Apóstol, Dios le reveló, bajo una grata y dulce paz: -Quiero que prediques el evangelio en esta ciudad, pues tengo un gran pueblo que me servirá y será ejemplo para muchas naciones que me conocerán, y ésta será la prueba de que yo te he enviado. Yo estaré contigo-.

Calle Degollado. Guadalajara, Jalisco, México. 1926

Se levanto suavemente, se puso en píe bajo el portal de aquella casa sin despertar a su esposa, inspiro el aire de la fresca mañana y meditó sobre la revelación; repasó el mandato de Dios una y otra vez, aceptando la voluntad divina, palabra por palabra, caminó lentamente, elevó su mirada al horizonte: la ciudad de Guadalajara, tendida al fondo como un mapa, sumida en la celeridad y frialdad de una ciudad de la época, su indiferencia, su profundo paganismo, sus desvíos, sus vicios, pero también el Pueblo Escogido por Dios, la Iglesia anunciada por Dios: Un gran pueblo servirá al Señor y será ejemplo para muchas naciones que le conocerán, y ésta será la prueba de que yo te he enviado. Yo estaré contigo”. Sólo un deseo embargó su corazón; obedecer, cumplir la voluntad de Dios. Sintió una suave alegría de espíritu, el recuerdo del sueño le apuraba a iniciar cuanto antes su destino. Obedecer! Los sufrimientos, las persecuciones la pobreza, cual grietas y hendiduras del tiempo, desaparecieron y su ánimo retomó su fervor y laboriosidad. Observó a la Hna. Elisa acostada en el frío cemento de la entrada, y en hondo suspiro sintetizó su vida al lado de ella, su matrimonio, la milicia, la conversión, las visiones de Dios… ¡Cuánto habían vivido en tan poco tiempo! La miró dulcemente, estaba

Hospicio Cabañas. Aprox. año 1926. Guadalajara, Jalisco, México.

profundamente dormida, sin sobresalto, ajena a la nueva disposición de Dios, y cual susurro apenas perceptible, le dijo: -hija, levántate, demos gracias a Dios. La voz de Dios estuvo nuevamente conmigo, obedeceremos. El 12 de diciembre de 1926 estaban ante la gran ciudad, cuna del paganismo, de la idolatría recalcitrante, del fanatismo feroz, y sobre todo, del rechazo brutal y de la intolerancia despiadada sobre toda práctica religiosa que no fuera católica y romana. Un frío sudor recorrió su cuerpo; se agitaron sus entrañas; el ex militar, el sencillo misionero, el humilde predicador sin antecedentes académicos, sin estudios profesionales, tendría que enfrentarse al coloso de la religiosidad pagana. En su meditación aparecieron los Apóstoles de Jesucristo, sencillos, modestos, sin preparación profesional alguna; la Paz de Dios animó su corazón, la voz de Dios, sus palabras tomaron forma y las escuchó nuevamente, con toda la fuerza, vivas e intensas:

-Quiero que prediques el evangelio en esta ciudad, pues tengo un gran pueblo que me servirá y será ejemplo para muchas naciones que me conocerán, y ésta será la prueba de que yo te he enviado. Yo estaré contigo. Esta revelación le estimuló para entender la urgencia de empezar, de entregarse al cumplimiento de la voluntad de Dios. Luego dijo a su esposa: -Tengo fe hija que muchos serán llamados y obedecerán el evangelio de Jesucristo. Predicaré sin distingos, entre débiles y poderosos, tal es mi fe en Dios, ése es mi compromiso. Me acompañarás e iremos por las plazas, los jardines, las cárceles, y hasta por los mismos templos a

predicar la palabra de Luz, Verdad y Vida a los llamados por Dios, aquellos que serán convocados por el Señor a ser ejemplo para muchas naciones. Doblaron sus rodillas y dieron gracias a Dios. El 12 de Diciembre de 1926, entraron a la ciudad, por San Pedro Tlaquepaque, luego San Juan de Dios, después la Plaza de Armas; en todas partes se celebraba la aparición de la Virgen de Guadalupe con fiestas paganas, prácticas idólatras, ferias, kermeses, pólvora, repicar de campanas y el pretexto para el alcoholismo, el desenfreno, la violencia, el robo, el pillaje y todo tipo afrentas a Dios, disimuladas bajo la tradición católica y romana más aberrante que en nombre de un Dios mal en tendido, hunden a toda la población en la idolatría, el paganismo, el libertinaje y el pecado.

VISITA A SUS PARIENTES El Hno. Aarón decidió llevar las primicias del evangelio a sus padres y suegros. Al pasar por el mercado el Apóstol se encontró unas monedas que apenas le alcanzaban para pagar el tranvía que les conduciría con la familia de la hna. Elisa. Llegaron a un pequeño jardín, frente al edificio de la 15a. Zona Militar; descansaron brevemente; el Apóstol recordó cuanto había vivido anteriormente, se sacudió el polvo de largos días de viaje y apresuró el paso hacia la casa de los parientes., Fueron recibidos de manera fría y distante, se desilusionaron al observar a su hija disminuida físicamente y vestida con harapos, daba lástima, al igual que su yerno, para ellos eran una pareja de fracasados. La visita les ocasionó tristeza y disgusto; los padres se sentían desilusionados. El dialogo entre ellos fue difícil, en vano el Apóstol les habló del Evangelio de Jesucristo, de la misión por la cual estaban en la ciudad. El ambiente se volvió tenso, y el disgusto de los padres enardeció en ira, se sentían claramente avergonzados de su hija y de su esposo., En una expresión de falsa formalidad los despidieron.

Recorrido realizado por el Apóstol Aarón Joaquín González y su esposa Elisa Flores, a pie durante ocho meses por las vías del ferrocarril. México 1926

HOSPITALIDAD EVANGÉLICA

Ya en la calle, comentaron desilusionados cómo era fácil tergiversar los valores afectivos, el amor, la bondad, la amistad y hasta la educación ante la transparencia de la palabra de Dios, y cómo se diluían esos valores hasta el punto de desconocer la relación familiar. Se auto compadecieron por su estado exterior, El Siervo de Dios tuvo fe que en un futuro próximo comprobarían su identidad como portador del Evangelio de Dios. El Hno. Aarón dijo a su esposa: -no importa, vayamos con mi familia, ellos creerán en la misión evangélica. Vivían al extremo de la ciudad, el camino a pie fue largo. Cansados, se presentaron ante sus padres, los cuales con dificultad daban crédito a lo que veían, el apuesto militar se había transformado en vulgar peregrino, descolorido, sucio, parchado, de la decepción se pasó al disgusto. Su hijo había perdido el juicio, alguien lo había embrujado, estaba loco, y en esa demencia lo apoyaba su esposa; además, para colmo, la pareja ahora se presentaban como contradictores al catolicismo romano. -De esa equivocación no queremos ser cómplices. ¡Ya te volviste loco! Dijeron sus padres. Más que irritados se sintieron profundamente heridos por alterar la tradición religiosa de la familia. Con celo feroz sintieron vergüenza de tenerlos en su casa. Don Santiago Joaquín, radical y violento los corrió diciendo: -Ya no estoy orgulloso de ti. No quiero verte ni a ti, ni a tu esposa. Te prefiero muerto que con esas ideas. La pareja se retiró inmediatamente. El Hno. Aarón profundamente dolido dijo: -La fe no nace por un acto obligatorio, la fe viene de Dios. Espero que un día mis padres tengan esa fe que acerca a Dios. La pareja se encontraba en la calle otra vez, casi de noche, era necesario descansar en alguna parte. Tengamos fe hija, encontraremos algún lugar y pediremos posada, dijo el Ungido de Dios,

la abrazó con dulzura, y esperanza cierta. Por la calle Independencia encontraron una Iglesia Bautista, antes de llamar a la puerta el Apóstol supuso por un momento; -si hemos sido rechazados por nuestros parientes, ¿Qué podremos esperar de los desconocidos? Sin embargo, decidió tocar, los recibió el pastor Víctor Godínez, quien compadecido les ofreció un refrigerio, y les dio alojamiento en la pila bautismal, único espacio que tenía disponible. El Apóstol aceptó sin demora y pensó. ¿La pila bautismal? ¡Qué atrevimiento!, pero seguramente es el medio que Dios nos destino. La pila era como una cisterna con paredes cubiertas de cemento, de corta profundidad, y además demasiado fría; no llevaba equipaje ni comestibles, se acomodaron rápidamente, la hna. Elisa extendió una parte de su manto y con el otro extremo se cubrieron, en cuclillas, juntos para calentarse y soportar el frío de aquella noche. El alojamiento se prolongó por 40 días que destinaron al ayuno, a la oración y a la lectura de la Biblia. Fue etapa de preparación para iniciar su misión pastoral en la ciudad señalada por Dios. El hno. Víctor, -como si comprendiera la responsabilidad de la pareja-, les compartió sus alimentos durante toda la estancia. El Hno. Aarón, destino este tiempo de consagración, luego, se dispuso a predicar el evangelio a las gentes, agradeciendo la cortesía se despidió de los hermanos. Sin hogar, pero acrecentada su fe, caminó en el rumbo de San Juan de Dios, por la calle 5 de mayo, encontró la Iglesia Congregacional y decidió conocer al pastor, El hno.

Zambrano y platicarle su fe.

El pastor era un hombre arrogante que apoyado en sus estudios en los institutos bíblicos, necia y grotescamente decía enorgullecerse de conocer la Biblia de principio a fin, al punto de estar muy cerca del nivel de ciencia y conocimiento perfecto. Con despotismo invalidó públicamente al Apóstol Aarón Joaquín González. Sacudiendo sus sandalias el Siervo de Dios se retiró de allí sin resultados. MISIÓN EVANGELIZADORA EN GUADALAJARA. Errante, de una colonia a otra, de una plaza a otra; agotado por un penoso peregrinar, sin hogar fijo, el Siervo de Dios, halló al propietario de un terreno que se localizaba en las calles Esteban Alatorre y Jarauta, quien les facilitó gratuitamente un espacio, sólo para reposar en las noches. Al fondo del terreno unas viejas paredes semidestruidas de cuartos que ya no existían les servirían por unos pocos días como refugio para resguardarse en algo del viento frío, de la lluvia, sin embargo, lo que más le importó; fue el tener independencia, se dieron a la tarea de quitar las piedras, barrer con algunas ramas el piso de tierra, recoger las basuras, y dejarlo todo limpio y acomodado como si fuese su mejor hogar. Así pasaron muchos días, por las noches acurrucados, arrinconados en la oscuridad, con fe, convicción y esperanza en el grandioso poder de Dios. Muy de mañana salía a predicarle a las almas, en los barrios urbanos o en los suburbios; algunas veces su mensaje atraía creyentes sinceros, atención de curiosos, violencia de los desconocidos, silencios, dudas, insultos, todo bajo el entorno de intolerancia religiosa

promovida ferozmente por el clero romano. Pese a este entorno difícil cada día aumentaba su fe y su esperanza. En algunos hogares encontró simpatía por la palabra de Dios, muchos le escucharon con atención, El Enviado, de Dios buscó con fe y paciencia anunciar el evangelio de salvación en Tiempos de Restauración de la Primitiva Iglesia de Jesucristo, a los llamados a conformar el pueblo de Dios, poco a poco, empezó a evidenciar la contestación de Dios frente a lo que meses antes le fue pronunciado:

-Quiero que prediques el evangelio en esta ciudad, pues tengo un gran pueblo que me servirá y será ejemplo para muchas naciones que me conocerán, y ésta será la prueba de que yo te he enviado. Yo estaré contigo. Muy cerca del terreno donde dormían, por la calle de Esteban Alatorre, vivía una amable anciana, Luz Sandoval, que había observado la vida de estos misioneros; un día en un gesto de generosidad los invitó a su casa, platicaron largamente y les ofreció una pequeña habitación. Ante la simpatía de la anciana y su sincera insistencia el Apóstol Aarón Joaquín González aceptó el ofrecimiento. Al regresar en las noches, luego de su labor misionera, la Sra. Luz Sandoval, le ofrecía algo de comer, intuía que no había probado bocado; el Siervo de Dios lo recibía con humildad y se lo llevaba a su cuarto. Sorpresa agradable causó en la anciana al observar que hacía oración antes de comer y al finalizar nuevamente oraba dando gracias a Dios; luego leía la Biblia a la luz de una vela, hasta que se consumía o llegaba la madrugada. Obediencia, oración, ayuno, predicación y búsqueda por todos los lugares del pueblo que Dios le ordeno reunir, fue la actividad exclusiva del Siervo de Dios.

Un día, fatigado por el sol y su largo caminar, se sentó a descansar en un jardín abandonado, conocido como La Alameda, hoy Parque José Ma. Morelos. Espacio público utilizado como refugio de malvivientes, rateros y vagos. Sentado con su esposa bajo la sombra de la espesa arboleda comieron el fruto que caía de esos árboles llamado bolitaria., La gente de bajos recursos la utilizaba como jabón, ya que su cáscara produce abundante espuma, comían ávidamente el corazón de estás frutos hasta quedar satisfechos. Un hombre que observaba la escena y sorprendido al ver que ingerían ese raro fruto les dijo: -,Ustedes no son de aquí, verdad? -No, dijo el Hno. Aarón y ofreciéndole algunas semillitas, le dijo:- ¿quiere probarlas? El hombre las rechazó, pero fue el pretexto para que se iniciara una larga plática sobre el evangelio. Al final amablemente los invitó a cenar a su casa. Así transcurrió su misión evangelizadora en Guadalajara; la ciudad señalada por Dios, sin desalentarse, con sufrimientos, escarnios y hambres, predicando la palabra de Dios todos los días: Chapala, Amacueca, Ciudad Guzmán, Colima, El Arenal, Amatitián, Tequila, Ahuacatlán, y Tepic fueron algunos de los recorridos de evangelización apostólica. NACIMIENTO DE SU PRIMOGENITO PABLO Bíblicamente, en un matrimonio la descendencia es una honra y la esterilidad un demérito. Esta honra divina no ¡legaba aún a la familia Apostólica. La hna. Elisa no podía tener familia. Un día al atardecer, después de predicar en unas rancherías cercanas, llegó

a casa exhausto, se recostó y tuvo un sueño que se convirtió en esperanza; escucho la voz de Dios contundente y magna: -Te concederé un hijo, cuya vida será por catorce años, con él tu fe será probada-. Al Apóstol lo invadió una alegría de corazón, Dios se había pronunciado, le había revelado el nacimiento de su primara simiente santa. -Un hijo cuya vida será por catorce años, recordó esas palabras palpitando de obediencia y emoción. Que esperanza y que prueba le anunció Dios; era como tener a un hijo y saber más adelante que no lo tendría. Al cerrar sus ojos oyó de nuevo la voz, muy cerca y sin embargo distinta, como si estuviera dentro de él:

– ¡con él, tu fe será probada!. Su reacción fue diferente. Entendió que la prueba sería el medio vital para ratificar el camino de su fe y entonces experimentó una sensación de valor y fuerza, de decisión y entrega. Se trataba de su hijo, del hijo de la promesa que acababa de escuchar. Y fervientemente respondió en oración: -Señor, hágase tu voluntad. Al día siguiente amaneció con una nueva esperanza, despertó a la hna. Elisa con delicadeza, diciéndole: -Pronto seremos padres, ¡esa fue la promesa de Dios! El Apóstol estaba feliz, ¡tendrían su primer hijo! El Señor realizaría el milagro que transformaría la esterilidad de su esposa en bendición de Dios; aquel hijo sería evidencia de las grandes maravillas de Dios. Después de algunos días la hna. Elisa amaneció indispuesta, sentía fiebre, paró de acompañar las salidas a predicar del

Apóstol, sus malestares se hicieron más frecuentes, por lo que el Hno. Aarón fue sólo a su misión evangelizadora. Preocupado le preguntó: -Cómo te sientes? Ella con ternura le dijo: -Me siento mal. Enterada la anciana Luz Sandoval, corroboró el embarazo de la hna. Elisa. Como partera, se ofreció a atenderla. Inmediatamente le comentó al Hno. Aarón el estado de su esposa. La noticia fue el cumplimiento de una profecía. Entusiasmado y feliz invitó a la hna. Lucia y a su esposa a dar gracias a Dios por las maravillas; la esterilidad había sido superada, la revelación de un hijo en por parte de Dios, fue razón suficiente para que su fe se incrementara en el entendimiento de la esperanza, cuya razón estaba en el milagro realizado. En los ratos libres que la obra del Señor le permitía, decidió vender zapatos frente a la iglesia de Santa Teresa, para sufragar los gastos que se avecinaban, así, se trasladaron a la Calle 11 No. 780, del Sector Hidalgo. La predicción se cumplió, nació su primogénito el 11 de enero de 1928, un robusto niño que representaba la bendición que el Hno. Aarón esperaba. Un bebé en el regazo de la hna. Elisa, su esperanza realizada, su petición contestada; la nostalgia de tantos días se convertía en circunstancia maternal, por fin un hijo a quien llevaría por nombre Pablo. El Hno. Aarón tomó al bebé en sus brazos, agradeció y dio reconocimiento a Dios por esta nueva vida que es bendición, y presentándolo en oración dijo:-Señor, soy honrado de tu parte al ser padre y mi esposa es bendita por ser madre. Guíanos tú para saber enseñarlo en tu disciplina que es deleite para los justos, enséñanos tú para saber educarlo, porque no hay más grande precepto que este «Teme a Dios y guarda sus mandamientos». Lo

haremos crecer con ternura, lo amaremos mientras nos lo permitas, agradeciéndote siempre la felicidad que nos ha dado su llegada. Y si tu deseo debe cumplirse, como me anunciaste, trataremos de entender tus designios para decirte: Hágase tu voluntad, oh Jehová de los ejércitos y no la nuestra! PELIGROS EN TEPIC, NAYARIT La evangelización continuó. En Tepic, el Hno. Aarón frente a la catedral se dispuso a predicar sobre la fe pseudocristiana, diciendo: -No son dioses los que se hacen con las manos, arrepiéntanse y busquen al Dios Vivo y verdadero. La gente se incomodó y con airado rencor se ensañaron contra él; se mofaron, se burlaron, los insultaron, le rechiflaban. Un grupo de personas incitaba a los habitantes a golpearlo. Lo tomaron y empujaron bruscamente, el Hno. Aarón caía y con dificultad se volvía a poner en pie, al hacerlo lo tiraban al piso nuevamente, aquello se convirtió en un riesgoso atentado; estaban dispuestos a matarlo en su loco agravio. Un hombre que presenciaba la insurrección observó cómo los policías lo golpeaban y le querían llevar preso; este desconocido se compadeció y les preguntó porqué lo querían capturar; ellos respondieron: -Los curas de la iglesia solicitaron a la Presidencia Municipal que le diéramos un escarmiento a este ‘aleluya” y lo retiráramos del lugar, porque todo aquel que no es católico es un peligro para la Nación. Aquel hombre insistió a los policías que no lo siguieran golpeando, que no era un delincuente, hasta que finalmente lo soltaron. De cualquier manera, la chusma a empellones e insultos lo llevó hasta la orilla de la ciudad. El populacho no cesaba de lastimarlo, hasta que ese hombre desconocido se enfrentó a la turba y les dijo: -Déjenlo! ¿Qué malles hace? ¡Sus palabras no son agresivas, habla del evangelio y del amor de Dios! De súbito llegó la calma, poco a poco

la gente se fue retirando hasta que los dos hombres quedaron solos. Después de un silencio el Hno. Aarón extenuado se miró fijamente, estaba lastimado y herido, sin quejarse le dijo: -Dios le pague por lo que ha hecho por mí. El hombre se retiró sin despedirse y se perdió en el horizonte de los alrededores de Tepic. El Hno. Aarón cuando recordaba este suceso decía: -Sin duda ese hombre fue un ángel de Dios. NACIMIENTO DE SU HIJA MARÍA

En el transcurso del año 1929, el Hno. Aarón se trasladó con su esposa y su pequeño hijo Pablo a unos cuartos de la Calle -A, del Sector Hidalgo, era una vieja construcción que había ido convento; se localizaba a un costado del Teatro Degollado. aunque las dos piezas en que vivían eran pequeñas, aprovechaban 1 espacio para reunir cerca de diez hermanos para orar y alabar Dios. La agresiva incomodidad de los vecinos se hizo presente, sin embargo ellos cantaban sus himnos, oraban y leían la Biblia, soportando estoicamente el tenso ambiente que se generaba por la intolerancia de los demás inquilinos. El día 10 de junio del mismo año

Primeros años del matrimonio Joaquín Flores en la ciudad de Guadalajara, Jalisco. México.

nació su segundo descendiente, fue una niña a quien llamó María. Su arribo provocó gran alegría y felicidad a la familia, pues aumentó aún más la fe del Hno. Aarón, evocó con satisfacción el milagro de Dios al sanar a su esposa estéril, aunque recordó con entrega y fe el tiempo de vida para su-hijo Pablo, recordando la palabra de Dios: -con él tu fe será probada. Suspiro profundamente y con amor y ternura observó a su hijita dormida, llena de vida, y saboreando un sollozo pensó -para ella no hay tiempo de vida definido-. La tomó en sus brazos y levantándola la presentó a Dios., Asimismo tomando tiernamente a su hijo Pablo, añadió: -¡Señor, prepárame para aceptar tus designios, hazme fuerte ante mi esposa, que mi fe sea el apoyo fundamental para seguir predicando tu evangelio!-. PRIMER LUGAR FORMAL PARA A ALABAR A DIOS En 1930, se produjeron algunos hechos que favorecieron la obra misionera del Hno. Aarón. En Tequila, Jalisco. Tiburcia Villegas, simpatizante que había escuchado la predicación, al quedar gratamente impresionada, consideró conveniente proporcionar al Hno. Aarón el domicilio de su cuñada para que la localizara en Guadalajara y le hablara de la doctrina. Se trataba de ¡a Sra. Felicitas de Chávez, que vivía en la calle Jarauta esquina con Federación. Esposa de Jesús Chávez, hombre generoso que le había permitido vivir entre los muros que tenía en el terreno inmediato a su casa. ¡Qué coincidencia! esta familia recibió con gusto al Hno. Aarón y tal fue su entusiasmo que construyó un cuarto para que se reunieran los hermanos con tranquilidad. Fue el primer lugar formal para celebrar reuniones dedicadas a alabar a Dios.

LA VELADA DE ORACION SUSTITUYE AL VELORIO

Ese mismo año ocurrió el deceso de la madre del Apóstol Aarón Joaquín González. Este suceso llamó poderosamente la atención de los hermanos que se reunían en la casa del hno. Chávez, cuando al asistir al velorio de la hna. Margarita González de Joaquín, el Siervo de Dios explicó que convenía que esa práctica fuera sustituida por una velada dedicada a la oración y los cantos, alternados por cortas explicaciones referidas a que la muerte de los creyentes es sólo un intermedio que anuncia, la cercana venida de Jesucristo; en consecuencia, la tristeza debería transformarse en alegría, porque dice la Biblia: “Los muertos en Cristo resucitarán primero”. EN TIZAPAN EL ALTO, JALISCO

El Hno. Aarón estaba convencido de que su destino era predicar donde fuera y a cualquier tipo de persona., Su ánimo espiritual se manifestó en su paso por Tizapán el Alto, pequeño pueblo de acendrado catolicismo, se colocó en una esquina de la plaza principal y con la Biblia en su mano, habló enseñó, exhortó, la gente lo rodeó, pese a que era desusado que un civil ejerciendo su libertad de expresión, exhibiera públicamente sus ideas religiosas y más aún, cuando su predicación era anticlerical. El grupo ya excedía a las 100 personas, repentinamente, se iniciaron las burlas y los insultos, cuando llegó un grupo acompañado de unos soldados que indignados gritaban; el padrecito dice que aquí somos católicos, y para los que no lo sean ¡castigo! ¡castigo! La horda, movida por la desesperación y el odio, amarró al Hno. Aarón, y pidió a los soldados que «lo colgarán». No lejos estaban unos árboles, la turba

enloquecida escogió el lugar ante el griterío y a las voces de: ¡Que lo cuelguen! ¡Que lo cuelguen! El Hno. Aarón respiraba su muerte, su fin estaba cerca. El nunca había tenido miedo de morirse y menos ahora. Oró a Dios, por el pensamiento le pasaron toda la gama de emociones espirituales, sus sensaciones de cercanía con Dios y su misión evangélica que llegaba a su fin. Preparada la soga y a punto de iniciarse la ejecución, el Hno. Aarón dijo:-Capitán, como reo de muerte, concédame el último deseo, como lo establece el código militar. El capitán, sorprendido, le preguntó: – ¿Cómo lo sabes, si tú eres un simple forastero? El contestó: -Yo fui militar, estuve en el ejército bajo las órdenes de Paulino Navarro y Marcelino García Barragán. Al escuchar estos antecedentes el soberbio capitán se transformó, una mueca de disgusto e impotencia se dibujó en su rostro y mirando a la multitud enardecida, en voz alta les dijo: ¡No podemos matar a este hombre! ¡Cómo voy a ahorcar a alguien que ha sido militar! Ordenó inmediatamente a sus soldados que disolvieran a la multitud. Poco tiempo después, dirigiéndose al Hno. Aarón le sugirió alejarse del pueblo inmediatamente.

ALGUNAS CONVERSIONES En sus visitas diarias por la ciudad de Guadalajara, el Hno. Aarón, se hacía acompañar por el hno. Rodolfo Garibay y la hna. Guadalupe Fuentes, de esta manera se convirtió la familia Varela, que aunque eran de la Iglesia Congregacional, aceptaron la doctrina que predicaba el Hno. Aarón, y tal fue su disposición que facilitó su casa para que se reunieran los hermanos que habían aceptado al Señor. Este ofrecimiento causó gran alegría al Hno. Aarón púes tendrían dos lugares donde reunirse y alabar a Dios: la casa de la familia Chávez en la calle Jarauta y la casa de la familia Varela en la calle Chilardi. Posteriormente, se convirtieron las hermanas Juana Ramos, Luz Sandoval, Francisca Cuevas y su hijo José Chávez, joven que se ganó el afecto de todos por su facilidad para aprender textos bíblicos y su gran disposición para auxiliar en todo lo que fuera necesario; con frecuencia acompañaba al Apóstol Aarón Joaquín en sus visitas domiciliarias y cooperaba en lo que necesitaba la hna. Elisa. AUMENTA EL NÚMERO DE CREYENTES El número de hermanos se incrementaba lenta pero firmemente, el Siervo de Dios solía explicar: La palabra de Dios es como una semilla que debe diseminarse y esperar pacientemente que germine; la etapa difícil del sembrador es aguardar, entender que toma tiempo para que germine y de fruto; tal es en este momento, la circunstancia del evangelio aquí en Guadalajara.

Él lo sabía perfectamente, por eso nunca se sintió defraudado ni derrotado, sino muy por encima de esas contingencias que traducidas en la férrea voluntad de obedecer a Dios fueron para Él apoyo en esta difícil etapa. Bajo esta sabiduría que conoce y espera; las prácticas de culto empezaron a tomar forma: a las oraciones de la tarde asistieron más hermanos, el Apóstol les enseñó cantos, les explicó la doctrina verdadera y la necesidad de la oración; se establecieron formalmente las oraciones de nueve, -apoyo invaluable para toda la iglesia, pero también un poderoso recogimiento femenino-, del cual, el acercamiento a Dios proporciono a las hermanas la grata emoción de ser intermediarias de las peticiones. El ungido de Dios dijo a su esposa: -Qué bendición es tener dos lugares donde rendir culto a Dios. Es sólo el principio, la semilla esta sembrada, cuidemos que se germine y dé fruto. He sembrado mucho, la cosecha y la obra de Dios será abundante. ¡El sembrador es Jesucristo mismo quien por voluntad, gracia y misericordia de Dios ha levantado un enviado! Una tarde, después de la oración invitó al grupo de hermanos a un Avivamiento Espiritual, esto es, prepararse para recibir el Espíritu Santo, como los primeros cristianos. El Apóstol los presentó a Dios, imponiéndoles las manos a cada uno, fueron llenos del Espíritu Santo. En ese grupo estaban la hna. Francisca Cuevas, Carmen Solís, Agapito Hernández, su esposa, y las hermanas Carmen y Marcelina González. Para la pequeña iglesia fue una gran bendición, para los hermanos el mejor galardón, el que llena toda esperanza sobre la faz de la tierra, el recibir el bautismo de fuego, en Espíritu Santo dado por Jesucristo mismo, siendo a partir de aquel segundo nacimiento confirmados como hijos de Dios y un solo cuerpo en Cristo Jesús.

La mañana del domingo siguiente en el culto matutino el Hno. Aarón presentó a los nuevos hermanos espirituales, pero además hubo un acontecimiento singular; el Siervo de Dios, haciendo uso de la autoridad que Dios le había encomendado comentó a la iglesia que había decidido establecer el diaconado en la iglesia, jerarquía bíblica que distingue a la estructura de la iglesia y honra a quien la recibe; los hermanos estaban sorprendidos sobre la elección que se llevaría a cabo. El Hno. Aarón invitó a arrodillarse a los presentes y con solemnidad dijo: -De acuerdo al Ministerio que Dios me ha encomendado he decidido otorgar el diaconado a dos hermanas: Elisa Flores y Francisca Cuevas, que Dios las bendiga. La iglesia recibió gozosa la noticia y felicitó calurosamente a las hermanas designadas ya que además de haber sido distinguidas, la responsabilidad sería mayor pues su ejemplo y dedicación a las cosas de Dios sería el compromiso fundamental en su vida futura. Fueron las primeras diaconisas de la iglesia, fundamento que preludia la magna obra del Ungido de Dios; Primer Apóstol de la restauración de la primitiva Iglesia de Jesucristo. LA ORACIÓN DE LAS NUEVE DE LA MAÑANA La hna. Elisa, preocupada por el crecimiento y salud espiritual de las hermanas solía visitarlas. Un día llegó a la casa de la hna. Francisca Cuevas que llorando y desconsolada le comentó sobre la infidelidad de su esposo y como consecuencia maltrato, pobreza, indiferencia y descuido. La hna. Elisa pensó en que las aflicciones de las hermanas deberían ponerse en las manos de Dios, a una hora en que los esposos por su trabajo estuvieran fuera del hogar. La idea fue aceptada por el Hno. Aarón; y ella les aconsejó: -Cuando manden a sus hijos a la escuela disimulen que van al mercado y reunámonos para hacer oración, en la mañana como a las 09:00 horas.

Primero se reunieron la hna. Elisa y la hna. Francisca Cuevas, después las hermanas Juana Ramos y Luz Sandoval, finalmente se fueron integrando una a una más hermanas. Al instituirse esta nueva oración, -que fue providencial para las hermanas-, aumentó mucho más su perseverancia. SU TERCER HIJO, SANTIAGO Un nuevo descendiente llegó a acrecentar la familia, nació el 8 de noviembre de ese mismo año 1930, en la Calle 28 No. 199, del Sector Libertad. Fue recibido al abrigo de la fe y con el entusiasmo de ser el tercer hijo. El Siervo de Dios lo llamó Santiago. Su nuevo hijo, fue presentado por el Apóstol a Dios el domingo siguiente, después del culto dominical. -Un hijo es una esperanza -dijo- y cuando la esperanza es Cristo, ese hijo será honra para la familia, lo recibimos con ternura, lo amaremos y lo educaremos en la disciplina del Señor.

EN OCOTLÁN, JALISCO En su incansable labor misionera, el Apóstol tuvo especial predilección por evangelizar al pueblo de Ocotlán, muchas veces hizo esos viajes a pie, salía muy de madrugada y regresaba al otro día bien entrada la noche y… nada, no había seguidores. Sin embargo, -el sembrador salió a sembrar- decía el Hno. Aarón.

A principios de 1931, algunas personas simpatizaban con la predicación y empezaron a reunirse puntualmente, en consecuencia, el Hno. Aarón fue con más regularidad hasta que aceptaron bautizarse; sacramento que es el primer paso de obediencia a la doctrina de Jesucristo. El grupo de hermanos de Guadalajara se prepararon gustosos para ir a Ocotlán y presenciar el bautismo de esos hermanos. Para el Ungido de Dios este acto tuvo un particular significado, ese nuevo grupo de hermanos representaba el fruto de su trabajo, era el precio de sus accidentados viajes, sus noches de peligro y sus duros días de sol, sus largas jornadas de fatiga, finalmente este día, once hermanos aceptaron evangelio predicado por por un auténtico Apóstol de Jesucristo. Los bautizados fueron: José Ma. Valencia, Apolonio Avalos, Juan Valle, Félix Cisneros, Elisa de Avalos, Marina del Valle, Santiago Avalos, María de Martínez, Luis Martínez, entre otros. El Hno. Aarón con algunas tablas preparó su propia plataforma de predicación, a manera de bancas acomodó unos ladrillos con vigas encima para que se sentaran los hermanos. Después de una amplia explicación sobre la importancia del bautismo se encaminaron a un río cercano donde había una tupida arboleda, el Hno. Aarón descendió a la apacible corriente, que le llegó a la cintura. Era un hermoso acontecimiento, cuya escena inunda de solemnidad el espíritu de todo cristiano, recordaron cuando Juan el Bautista, en el río Jordán, bautizaba para arrepentimiento, aún más cuando el Hno. Aarón dijo: -En cumplimiento al Ministerio que Dios me ha encomendado, yo te bautizo en agua en el nombre de Jesucristo,

y el Señor te bautizará con su Santo Espíritu. Como fondo espiritual, los hermanos cantaban himnos festivos y felicitaban a los nuevos miembros con entusiasmo. Al terminar el acto, entonaron con emoción el Salmo 136 de la Biblia; fervientemente dieron gracias a Dios. Un hombre que estuvo presente en toda la celebración pretextaba cada actitud para hacer mofa de los hermanos, sin embargo cuando escuchó el coro de hermanos cantar el salmo, con aquel sentir espiritual,. se compungió de tal manera, que su actitud se tomó diferente, solicitó le explicaran sobre el sacramento del bautismo, pidió disculpas, y arrepentido se puso a la disposición de los hermanos. Era Julián Zamora, un humilde panadero de la localidad, quien tres meses más tarde aceptaría públicamente la fe de Jesucristo, así como su esposa, Pedro Mendoza, Gregorio Mendoza, su esposa, su familia y muchos más. El grupo de hermanos de aquel lugar se incrementó con nuevos miembros, Ocotlán, Jalisco, encabezaría un municipio más en la larga lista de las iglesias nacionales y extranjeras conquistadas por el evangelio de un auténtico Apóstol de Jesucristo: Aarón Joaquín González. CONTINÚA SU TRABAJO MISIONERO EN GUADALAJARA El Siervo de Dios predicó y trabajó como ayudante en una bodega de calzado, con tal de no ser gravoso para los hermanos, diariamente recibía centenares de cajas para distribución y entrega a vendedores mayoristas y minoristas, se encargaba del control de entradas y salidas. La jornada de trabajo se alargaba cada día más, así como el trato

imperioso y humillante, sin embargo, el Apóstol requería de esos ingresos para no solicitar ayuda a los hermanos, además de la urgencia que sentía de tener un ingreso con el cual cumplir la misión que Dios le encomendó; encontrar las almas llamadas por Dios, realizar las visitas domiciliarias diarias, predicar el auténtico Evangelio de Jesucristo. Cierto día solicitó permiso para salir, al ver terminadas su labores del día, la respuesta fue: -Usted tiene necesidad, no proteste y póngase a trabajar; aquí no se dan permisos. Además, el abusivo jefe le había encargado a la hna. Elisa el lavado de ropa de su familia, sus hijos Daniel, Fernando y Bertha, sin ninguna remuneración. Ante tal despotismo y arbitrariedades el Hno. Aarón decidió abandonar esa actividad y a su esposa la liberó del compromiso. El Hno. Aarón continuó con su acción evangelizadora y a pesar de todo estudiaba y predicaba sin cesar. Su vida misionera estaba apoyada por su fe indomable, convencido de que no debería descansar, todos los días solicitaba la ayuda de Dios para cumplir eficientemente la responsabilidad contraída: un gran pueblo que creyera en Jesucristo, él estaba decidido a pagar el precio, aún al costo de su propia vida. En el mercado de San Juan, frente a la vecindad conocida como las tullerías, el Hno. Aarón, aprovechando el movimiento comercial, colocaba un pequeño cajón sobre el cual exhibía sus biblias en venta. Pretexto para anunciar no su mercancía sino el mensaje de Dios. A unos cincuenta metros se paraba a hacer lo mismo Francisco Eckerman, siempre alejado prudentemente para evitar le llegaran los proyectiles que frecuentemente le arrojaban al Hno. Aarón, y aunque en su mesa tenía Biblias para su venta y unos folletos

sobre “compañerismo de oración”, no predicaba sino que pasivo y temeroso permanecía callado. Era solamente un vendedor circunstancial que ofrecía revistas y publicidad evangélica que propiciaba el libertinaje mediante una falsa moral cristiana. El contraste era evidente, pues el Hno. Aarón abiertamente y en voz alta se dirigía a los comerciantes cercanos y a los transeúntes invitándolos al arrepentimiento y a las buenas acciones. La agresiva reacción era inmediata pues le lanzaban fruta podrida, basura y piedras. Uno de los gritones que anunciaba las mercancías y gangas de los comercios, conocido por el alias de “polidor”, llegó hasta el Hno. Aarón, y colocándose detrás de él, con la corneta de lámina en forma de cono para amplificar su voz, le gritaba al oído, ¡no se crean, es un falso profeta! y lo insultaba públicamente. Frente a ese escenario estaba un vendedor de verduras, que desde su puesto observaba detenidamente las vejaciones de que era objeto el Hno. Aarón, actitud que admiraba y le conmovía. Era Jesús Durán, que en un futuro próximo se convertiría a la fe de Jesucristo.

CELEBRACIÓN DE LA SANTA CENA. 1931 En las inmediaciones del Cuartel Colorado, en la calle de Abasolo, el Siervo de Dios, alquiló una casa con varios cuartos, uno de ellos lo destinó para las oraciones; otro para su familia; otro para las hermanas González, Carmen y Marcelina; uno más para el hno. Felipe Reyes, -invidente-; y aún quedó espacio para más hermanos. El Apóstol dio gracias a Dios, por ofrecerle un lugar donde hacer sus reuniones y disponible para los hermanos carentes de recursos; le lastimaba ver su sufrimiento, su pobreza extrema le recordaba su propia experiencia. Después de uno de los servicios religiosos, el Apóstol, les anunció que deseaba celebrar el domingo siguiente una de las fiestas más trascendentales del cristianismo, la Cena del Señor; en consecuencia, deberían prepararse espiritualmente para comer y beber el cuerpo y la sangre de Jesucristo, símbolos de un nuevo pacto entre Dios y la humanidad. Durante la semana previa al acontecimiento, el Siervo de Dios, no salió a predicar a las calles, se dedicó a la oración y a la lectura de la Biblia, en sus explicaciones invitaba a los hermanos a la oración, al arrepentimiento, al reconocimiento y a la consagración; preparándose así, para conmemorar la muerte y la resurrección de Jesucristo, esa celebración requería recogimiento y fe. Con entusiasmo singular se prepararon piadosamente, según la tradición bíblica. Los hermanos panaderos prepararon el pan sin levadura, las hermanas prepararon el vino, cuyos ingredientes eran harina y aceite de oliva para el pan y uvas para el vino. Todo estuvo dispuesto ese domingo, el cuarto dedicado a las reuniones se convirtió en consagrado aposento para invocar la presencia de Dios, todo el grupo de hermanos, vestidos con ropa blanca; daban un toque de magna espiritualidad a aquel lugar convertido en habitáculo para

recibir simbólicamente el cuerpo y la sangre de Cristo. En el centro de la mesa el Apóstol tal como Cristo lo hizo, consagro los alimentos, levantando el pan, dijo: -Tomad, comed, esto es mi cuerpo que por vosotros es partido, haced esto en memoria de mí. Posteriormente levantando la copa dijo: -Tomad, bebed, esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, haced esto todas las veces que la bebiereis, en memoria de mí. Estas palabras fueron como flechas clavadas en el corazón de los creyentes, se manifestó toda la espiritualidad M momento, todo lo sagrado y santo de la Santa Convocación cobró vida, conmemoraron la pascua, tal como lo hizo Jesucristo con sus Apóstoles dos mil años atrás, disfrutaron el mismo gozo al reconocer en su corazón la autoridad con la cual un Siervo de Dios, un Apóstol de Jesucristo, tomó el pan y el vino, los elevó haciéndolos participes de la muerte de Cristo. El gozo espiritual fue abundante, conmemoración de la Santa Cena, celebrada por el Primer Apóstol de la Restauración de la Primitiva Iglesia. de Jesucristo, de allí en adelante se celebraría tal y como lo establecen las sagradas escrituras para todos aquellos que aceptaran y creyeran en la redención de Jesucristo para perdón de nuestros pecados. Los hermanos que estuvieron presentes fueron: Elisa Flores, Cornelia del Valle, Ma. Trinidad Varela, Mariano Rizo, José Chávez, Felipe Reyes, Refugio Partida, Jesús Pardo y esposa, Santiago Joaquín, Carmen Solís, (Papá del Hno. Aarón), juanita Ramos, Esther Varela, Agustina Reyes, Aurora Bedoy, Juan Valle (hijo)

Carmen González, Ma. Isabel Varela, Francisca Cuevas, Alberto López y esposa, Marcelina González, Crescencio Reyes, Juan Valle y esposa, Agapito Hernández y esposa. UNA ESPERANZA FALLIDA Dos hechos, en apariencia simples, dibujaron la exigencia de la doctrina cristiana que predicaba el Siervo de Dios, la señora Jesús Mejorada Valenzuela (doña Chuchita), se identificó de tal manera con las hermanas, como si fueran sus parientes; afirmaba que había encontrado sinceridad y paz; que ellos sabían animar, orientar, comprender, dar algo de sí mismos, asimismo, comprendió las necesidades del grupo y ofreció al Apóstol un predio de su propiedad para que se construyera el templo. Acto de gratuita espontaneidad, pues ella todavía no había aceptado la fe de Jesucristo. La oferta para el Ungido de Dios fue la realidad de un sueño, era lo que había esperado. En los lugares donde se reunían los hermanos siempre predominaba la inseguridad y la agresividad de los vecinos, por fin, dejaría de reunirse clandestinamente y alabaría a Dios en libertad. El Siervo de Dios decidió vivir en el propio lote para construir inmediatamente el templo. Y así fue. Con la humilde cooperación de todos los hermanos compraron piedra y cemento y se aprestaron a colocar los cimientos, después con tapia empezaron a levantar muros. Esta mujer se dedicaba al préstamo de dinero con altos intereses, sobre todo abusaba de la gente de bajos recursos, estos excesos fueron del conocimiento del Apóstol, por lo que le sugirió que dichas actividades las practicara en la forma más justa posible, su reacción fue negativa; en un exabrupto, ofensiva e irritada, doña Chuchita les pidió desalojaran

su propiedad inmediatamente y corrió a los hermanos sin importarle la inversión en la construcción. Los hermanos quisieron reclamar y rescatar lo que era de ellos, el hermano Aarón no lo permitió y en breve comentario les dijo: -Hermanos, no se preocupen, pronto tendremos un lugar que será nuestro, Dios Proveerá.

SEGUNDA CELEBRACIÓN DE LA SANTA CENA

La naturaleza peculiar del Siervo de Dios, se revelaba en su afán por anunciar la doctrina de Jesucristo; cualquier lugar le fue propicio para predicar, orar, bautizar, leer la Biblia; su misión fue la evangelización a través de la sencillez y la humildad en el anunciar lo más grandioso; el amor de Dios, y las nuevas de salvación traídas por Cristo Jesús. Decidió celebrar la segunda Santa Cena, que por sí misma invitaba a la consagración, acto en el que cada hermano al se funde en Cristo Jesús para el perdón de pecados, conmemorando en su corazón que: La muerte del Señor anunciáis, hasta que él venga. El Apóstol no disponía de un lugar apropiado, sin embargo tuvo una solución que ofrecía refugio y retiro, fue al aire libre en las faldas del Cerro del Cuatro, allí bajo un espeso árbol se preparó el convivio espiritual en memoria de la muerte de Cristo. La ceremonia inició, con abundante bendición, consagración, y espiritualidad, el espacio abierto, un huerto asimilaba la Ultima Cena de Jesucristo, aislados del mundo, de su afán y ruido, se sumergieron en una conmemoración solemne y santa, que provocó el renacer de la vida espiritual. El Apóstol abrió la Biblia pronunciando: -Jesús dijo: El que come mi carne y bebe mi sangre, en mí permanece y yo en él.

LA «IGLESIA ESPIRITUALISTA» Otro hecho decisivo que dibujó la estatura Apostólica M Hno. Aarón fue el lamentable suceso que provocó Jesús Chávez en su propia casa. El grupo de hermanos había crecido considerablemente, la mayor parte de ellos había recibido el Espíritu Santo, pretexto para que Chávez al finalizar un servicio religioso, aprovechando la presencia de la mayoría de los hermanos, con una actitud prepotente y atrevida dijo al Hno. Aarón que el grupo debería tener una denominación oficial, e impuso que la comunidad se reconociera, a partir de esa fecha, como Iglesia Espiritualista. Frente a ello el Hno. Aarón dijo: Hermano, no puedo aceptar; este grupo es de Dios y es Él, quien en su momento y bajo su voluntad, impondrá un nombre que corresponda a la Iglesia de Jesucristo. Además, espiritualista se deriva de espiritista y no ostentamos ese perfil de conducta. Oremos a Dios con fe y esperanza que Él, nos dará su respuesta. Jesús Chávez se incomodó, de tal manera que en su molestia y amargura, altamente irritado, arrojó a los hermanos de su propiedad y señaló que él mismo integraría su propio grupo y le llamaría Iglesia Espiritualista. Muy pocos hermanos se sumaron a esa idea. El Hno. Aarón invitó a los que quedaron con él a reunirse en otro lugar, la misma Calle 32 (hoy Ramón Morales) casi esquina con Pablo Valdez, el área se conocía como “La Babilonia”. NACIMIENTO DE SU HIJA REBECA El 26 de Agosto de 1932 en la casa No. 634 de la Calle 36 en el Sector Libertad, nace una niña, a quien el Apóstol de Jesucristo da el nombre de Rebeca. En un servicio religioso, invitó a los hermanos a dar gracias al Señor e hizo la Presentación como solía hacerlo, poniendo en las manos de Dios a su nueva hija.

UNA OCUPACIÓN PARA AYUDARSE Para llevar acabo su misión Apostólica; la evangelización, recorría barrios y colonias de la ciudad en todos sus ángulos, despreciado, expulsado, amenazado, pero a veces también escuchado, respetado y seguido por algunos; sabía entregarse con obediencia y fortaleza, a la difícil actividad de sembrar la palabra de Dios. Las visitas domiciliarias se multiplicaron en puntos distantes unos de otros, por lo que para atenderlos requería dinero para trasladarse, para no desatender la obra del Señor pensó dedicarse al comercio ambulante, trabajo que no requería horario determinado; le pidió al hno. Valencia le enseñara a hacer buñuelos. Esta actividad fue rápidamente aprendida por la hna. Elisa quien se dedicaba a preparar la masa y cocinarlos, el Hno. Aarón los vendía en las colonias cercanas, ayudado por Jesús Durán. A pesar de las reducidas utilidades le fue posible usar transporte y evitar las caminatas que le restaban tiempo para visitar a los llamados a pertenecer al pueblo de Dios; este ejemplo fue enseñanza de la cual aprendieron los hermanos, lo cual fue haciendo poco a poco que la Iglesia adquiriera un mayor dinamismo. REUNIONES Y PELIGROS El Evangelio de verdad predicado por un Auténtico Apóstol de Jesucristo, se afirmó cada día más, así como el número de fieles que por obra de Dios iba en aumento, los cultos de adoración a Dios se realizaban todos los días, a las cinco, a las nueve de la mañana y a las

seis de la tarde, tiempo para orar, explicar la Biblia y cantar himnos, pero con tal fervor que alteraba la quietud de los vecinos quienes alterados e insolentes arremetían contra los hermanos verbal y físicamente. Ante esta situación el Siervo de Dios solía invitar a los hermanos a la Barranca de Oblatos para celebrar los cultos dominicales. Por la mañana de 9 a 11 y por la tarde de 2 a S. La barranca era un pintoresco paraje, privado de asperezas y suavizado por su límpida perspectiva, la ausencia de personas y de viviendas, el silencio y la soledad, frente al azul intenso del cielo y el aire libre invitaban a la meditación. Los hermanos llegaban felices al lugar por serpenteantes subidas y bajadas, todos cantando o tarareando un himno, cargando a sus hijos o de la mano, con sus alimentos para consumir y compartir, después retirarse satisfechos hasta la tarde antes de ocultarse el sol. Un poco más al fondo de la barranca destacaba entre hierbas silvestres un delicioso paraje, y al costado de las escarpadas alturas una áspera roca hendida en el acantilado que de una de sus fisuras dejaba escapar un hilo de agua cristalina, que se almacenaba en un foso natural poco profundo; bella extensión de agua que reflejaba como un espejo la altura de la montaña. Hasta ahí descendían el Hno. Aarón y todos los hermanos a refrescarse. Este hermoso paisaje fue testigo de los bautismos que se llevaron a cabo el 2 de abril de 1933, cuando los hermanos Antonio Vázquez, Rosario Arreola, Jesús Medina, Ignacio Barajas, Refugio de Barajas, y otros, aceptaron a Jesucristo como enviado de Dios para la salvación del mundo. Allí disfrutaron de días de bendición, de episodios donde en libertad expresaron a Dios su fe en oración y alabanzas; cantaban sin inhibiciones, oraban, con todo fervor en tonos bajos y altos, sin límite de fe alguno. Días de felices remansos de luz, en los que la meditación siempre

Aliada en su oración, regocijaba su fe, su esperanza, su ánimo, su valor, su paciencia, en fin toda esa gama de elementos esenciales que requiere el creyente para seguir a Cristo. A tal grado llegaba la inseguridad y la intolerancia religiosa de aquella época que cuando los hermanos se reunían en las barrancas, el Siervo de Dios enviaba uno o dos guardias para que les avisaran oportunamente y pudieran dispersarse, simulando estar en un día de campo, jugando con sus hijos o descansando. Hubo reuniones en las que no se permitió cantar himnos para que no fueran localizados y denunciados, principalmente cuando se juntaban en el Parque San Rafael que se localizaba cerca de la ciudad. Varios fueron los sucesos en los que el Apóstol y los hermanos, a pesar de ser víctimas de las intransigencias, fueron providencia¡ mente protegidos: sucedió un día, cuando el Ungido de Dios estaba predicando…, llegó una mujer e interrumpió el servicio religioso; en tono alto y visiblemente nervioso preguntó: -,Quién es el Hno. Aarón?, – Él contestó – Yo soy, ¿qué se le ofrece? Y ella agregó: -El hno. Zambrano, pastor de la Iglesia Congregacional, me envió a prevenirlos; él se enteró porque el propio jefe de la policía le llamó y le dijo: -“Avise al Hno. Aarón que tengo una orden de detenerlo a él y a su grupo. Procuraré retrasarme para que puedan huir. Ellos me simpatizan y no me gustarla detener a los que predican el evangelio”., Rápidamente el Apóstol suspendió el servicio e instruyó a los hermanos a desalojar el lugar. Después de unos minutos, el grupo a una distancia de 200 metros aproximadamente, vieron llegar a la cuadrilla de policías, quienes luego se retiraron al comprobar que no existía irregularidad alguna.

El dispersado grupo de hermanos respiró con tranquilidad, advirtiendo el milagro; discreta pero súbitamente oraron a Dios y dieron gracias reconociendo que cuando Él se hacía patente guardaba y protegía su reunión, disponía de los medios para proteger su pueblo, comprendiendo ellos que el único sentido de sus vidas y de toda vida humana es la misericordia de Dios, la guía de Cristo y la mano orientadora de su enviado el Apóstol de Jesucristo Aarón Joaquín González. ¡Cuántas penurias y sinsabores pasaron el Apóstol y los creyentes de aquella época! Así como ocurrió con los primeros cristianos que ante la incomprensión se reunían clandestinamente en sótanos, cuevas y bóvedas para compartir la fe en Cristo. También para los hermanos fue cada vez más difícil reunirse en un lugar fijo. Las continuas denuncias de sus opositores provocaban reacciones persecutorias que obligaban al aislamiento del grupo, los cultos se hacían en las casas que ofrecían los hermanos como María Ochoa, Salvador Montaño y Carlos Bornio. A tal grado llegó la represión de las autoridades que ni en las barrancas podían reunirse. Para evitar ser localizados, los lugares eran cada vez más distantes y diferentes. El dinámico jovencito José Chávez en su bicicleta avisaba a todas las familias los puntos de reunión. Ante la imposibilidad de bautizar en lugares abiertos, éstos se llevaban a cabo secretamente en la casa del hno. Bornio, en una tina, como improvisada pila bautismal. Si pudieran condensarse en dos palabras las actitudes de los hermanos se diría fe y sacrificio, porque a pesar de las animadversiones recalcitrantes de que eran protagonistas, para los hermanos era una mayor motivación convivir en ese calor religioso que los identificaba.

EL SEGUIDOR FALSO Entre la abierta hostilidad de las autoridades y la abyecta intolerancia de algunos vecinos, sobrevivía el Siervo de Dios y el grupo de hermanos que le seguía. Las reuniones se conseguían en diferentes lugares y en distintas horas, las alabanzas el!] murmullo, las explicaciones en voz baja; oraban en silencio y, sollozaban enmudecidos, pero con inconmovible esperanza y fe. Era como vivir en celdas abiertas, donde el escondite tenía sabor’ a libertad y la huida a eternidad. Después, esos sobresaltos se transformaban en recuerdos gratos, porque comprobaban que el abrigo del Altísimo les protegía. Sentían que cuando alababan a Dios se aislaban a un horizonte lejano, de manera que ningún extraño lograba saber donde existían, ni en que punto se reunían. Sin embargo un día un hombre miserable, del mismo grupo de hermanos, los traicionó y denunció ante el jefe de la policía diciendo: -Conozco un grupo subversivo, sé en dónde y cuándo se reúnen. La policía los buscó, investigó, indagó, pero no los encontró. El Apóstol, sin saberlo, para despistarlos decidía, cada vez con mayor inquietud, un rumbo distinto, una casa diferente; instrucciones a las cuales los hermanos se ajustaban resueltamente. El falso creyente en el Enviado de Dios no regresó, volver al grupo era vergonzoso y desalentador, por lo que pensó ser misionero y hacer sus propias reuniones. Lo seguía una persona solamente a la que pronto quiso bautizarla y fue a la presa de Zoquipan. En plena ceremonia llegó la policía y lo detuvo con algunas personas más. Cuando lo presentaron al jefe de la policía, éste lo reconoció y asombrado le dijo: -No es usted el que acusaba al Hno. Aarón? Qué descaro!, usted hace las mismas cosas. El cazador salió cazado – Y añadió: -será castigado por rebelde y desleal. El hombre soberbio e irritado blasfemaba por la disposición a la que tendría que sujetarse. Este testimonio fue un suceso grandioso para los hermanos, porque ellos se

movían con su único patrimonio, la fe; por esa fe inquebrantable, abierta, que como un salvoconducto los identificaba como cristianos. Tiempo después se trasladaron a vivir ‘en una casa ubicada entre Gigantes y Obregón, muy cerca del campo de fútbol “El Oro”, ahí se destinó un cuarto para alabar a Dios. EN AMECA, JALISCO Ameca era un pueblo tranquilo, rodeado de extensas llanuras que invitaban a disfrutar una vida sosegada y tranquila. Allí fue a vivir una pareja recién convertida, el hno. Felipe Reyes y su esposa, a quienes el Siervo de Dios les recomendó no olvidarse de las prácticas religiosas, que para los extraños serían la mejor prueba de que ellos eran cristianos, pues el ejemplo decía- es más elocuente que las palabras. Pronto se juntaron once personas más con la familia Reyes a orar y alabar al Señor; tal fue su entusiasta actitud que destinaron un lugar para sus reuniones, deseaban conocer al Apóstol. El hno. Felipe comunicó este anhelo al Ungido de Dios, quien inmediatamente decidió trasladarse a Ameca para darles a conocer la doctrina y la fuerza de su fe. Las circunstancias económicas le permitieron hacer el viaje en tren, acompañado de su esposa y los hermanos José Ma. Valencia, Carmen González y otra hermana. Fueron recibidos con beneplácito, la misión Apostólica fue intensa, los hermanos suspendieron sus actividades anteponiendo su interés por disipar todas sus dudas. El Siervo de Dios expuso la doctrina revelada y los evangelizó sobre “el Dios no conocido”, es decir, el Dios que perdona, que salva, que no es material, que está en los cielos; el que rechaza los

vicios, las malas costumbres, lo vano, y da la paz, la paz del alma. Ellos absortos lo disfrutaron plenamente. Eran seres que sentían la nostalgia de Dios, que deseaban conocerlo para recobrarlo, y al recobrarlo unirse a Él. Once personas sintieron en su corazón el deseo del bautismo, el Hno. Aarón seleccionó una pequeña explanada cerca de un arroyo, donde espesos árboles sombreaban esa área apacible y quieta. Fue una ceremonia humilde pero con encanto y plenitud espiritual. Los hermanos vestidos de blanco para la celebración daban un toque singular al solemne acto. Fue un día de convicción, de purificación de fe. La protesta a los nuevos hermanos la tomó el Apóstol de Jesucristo Aarón Joaquín González: ¿Creen en el Señor Jesucristo como único Salvador? ¿Creen en la Biblia como única y suficiente regla de fe? ¿Creen que el bautismo es para perdón de sus pecados? ¿Están dispuestos a abandonar el mundo y sus halagos, los vicios, las malas costumbres, y seguir a Cristo? Sí, Amén! -Dijeron todos ansiosamente, y humildemente bajaron al arroyo y fueron bautizados. ¡Qué alegría para esos hermanos! El Apóstol, les dijo: todos sus actos negativos, sus pecados, anotados en su cuenta personal, han sido remitidos al Todopoderoso y cada uno ha sido perdonado por Dios; han renacido en una vida nueva, porque en su en su alma, en su conciencia a partir de este momento y para siempre, son cristianos. Como marco de esa fiesta espiritual la comunidad entonaba himnos, eran cantos de esperanza y de fe, que dieron la bienvenida a los hermanos Lino Melchor, Ángela

Molina, María Melchor, Guadalupe López y su esposa, y seis más. Fue un día memorable, imagen de los tiempos de Cristo cuya emoción quedó grabada en el corazón de todos los presentes. NOMBRAMIENTO DEL PRIMER MINISTRO Después de este significativo acontecimiento era necesario retornar a Guadalajara. Por falta de recursos el viaje fue a pie. Los hermanos que acompañaron al Hno. Aarón lo observaron admirados cómo durante toda la travesía caminó con dificultad debido a que los huaraches lesionaron sus pies, sin embargo no hubo queja ni protesta alguna, a pesar de la carga de su propio equipaje. Agradable sorpresa causó al Apóstol que los hermanos de Guadalajara lo fueran a encontrar a un lugar llamado «La Venta del Astillero». Él, con entusiasmo les relató la interesante experiencia en Ameca: como Dios había manifestado su esencia con plenitud. Al terminar su reseña los invitó a orar dando gracias a Dios, y cantando himnos tomaron el camino hacia la iglesia. El Siervo de Dios sentía en su corazón y con entendimiento como el evangelio de Cristo se iba difundiendo, por fin la palabra sembrada empezaba a germinar, pero necesitaba vigilancia y cuidados; circunstancias que requerían de apoyo de otros hermanos. El pueblo de Dios crecía lenta pero firmemente. El domingo siguiente el servicio religioso se hizo en la Barranca de Oblatos, el Apóstol, en pleno ejercicio de su misión evangelizadora, llamó al hno. José Ma. Valencia y le dijo: -En cumplimiento al ministerio que Dios me ha encomendado he decidido nombrarlo

Ministro-; hermano José María, le encargo a los hermanos de Ameca, guíelos, oriéntelos, son parte de la esposa de Cristo. Recuerde que su condición de hombre lo expone a la inclinación inconveniente hacia las mujeres, el dinero, y la soberbia, pero tiene el privilegio de la fe., ¡Esfuércese y sea valiente! El Ungido de Dios dio un paso, y en un gesto de protección, firme pero con infinita ternura, invitó al hno. Valencia a arrodillarse, y lo presentó a Dios en presencia de toda la comunidad reunida. Fue un momento trascendental, el Siervo de Dios comentaba que a la luz de ese atardecer veraniego y bajo la majestuosidad de la barranca vivió un momento intenso, profundo, porque en la presentación de ese “primer obrero”, en la vehemencia de su pasión evangélica, tuvo la visión de su Dios, al revelarse en su mente la iglesia en el futuro, que orgullosa mostraba sus grados espirituales, y vio muchos, muchos hermanos ungidos como profetas, doctores, evangelistas, pastores, diáconos, obreros que se dispersaban en los pueblos, en las ciudades, en las montañas, en los países, en los continentes, hablando de Cristo. La visión duró unos segundos, los suficientes para que el Apóstol quedara inmóvil y lleno de sorpresa. Luego el goce supremo de su contacto con Dios. Lo disfrutó detenidamente. Ese momento fue el impulso poderoso para recordar aquellas palabras que Dios le había dicho al entrar a Guadalajara. “Tengo un gran pueblo que me servirá y será ejemplo para muchas naciones que me conocerán, y ésta será la prueba de que yo te he enviado, yo estaré contigo”. No hay duda -dijo- Dios está conmigo. Y su fe se aumentó más y más en el fondo de su corazón haciéndole más seguro y fuerte.

LA TERCERA SANTA CENA El grupo de hermanos que creyeron que el Hno. Aarón, era un Auténtico enviado de Dios no mostraron descontento alguno por su continuo peregrinar de casa en casa. El Apóstol decidió celebrar la tercera Santa Cena; esta vez, dijo: – será el próximo 3 de septiembre en un lugar aislado, en la isla del presidio que se localiza en el Lago de Chapala. Naturalmente fueron invitados los hermanos de Ameca con el hno. Obrero evangelista, José Ma. Valencia y los hermanos de Ocotlán, con el hno. Julián Zamora, quien había sido nombrado recientemente. Los hermanos de Ameca al pasar por Guadalajara fueron detenidos, por sospechosos, y aunque ellos afirmaron que iban de paseo a la isla del Presidio no pudieron justificar el viaje pues no traían el dinero suficiente para sufragar los gastos, en consecuencia fueron considerados como un grupo subversivo. Más tarde, el Siervo de Dios llegó a la comandancia en una camioneta del hno. Carlos Bornio, y le fue informado que el grupo estaba encarcelado y que se investigaría sobre su procedencia y actividades, y que en dos o tres días se conocería su situación para soltarlos o mantenerlos encerrados. El Apóstol, a pesar de su cerrado círculo de relaciones con las autoridades de la ciudad, habló con un abogado de la Presidencia Municipal, quien sin conocer al grupo milagrosamente dio la orden de que los dejaran en libertad. Felices, al quedar libres, los hermanos de Ameca se dispusieron continuar hacia Chapala. Como el viaje era a pie, en el camino se les sumaron los hermanos de Guadalajara con los que comentaron el suceso. Ya entrada la noche llegaron a la laguna en medio de una tormenta que les impidió cruzarla de inmediato.

El Apóstol deseaba llegar a la isla para estar con los hermanos que le habían precedido. Un hombre se ofreció solícito a llevar al grupo en su lancha; a la mitad de la travesía la fuerte lluvia y el viento hicieron peligrar la embarcación, los hermanos asustados veían la impotencia del lanchero por controlar su barca, el oleaje era cada vez más imponente y el agua había que sacarla de la lancha. El Ungido de Dios los invitó a orar, al mismo conductor le dijo -No tema, tenga fe en nuestro Dios-. La oración fue con angustia, pero con gran fervor. En la inmensidad de la laguna la súplica fue a toda voz. Cuando ellos terminaron de orar se inició la calma, poco a poco las olas bajaron de altura y un suave viento se llevó la lluvia pertinaz y pudieron navegar seguros. El lanchero, temeroso, no daba crédito a lo sucedido. Como si Dios de pronto hubiera ordenado ¡Sea la paz! y la ira de la tempestad se calmó completamente. El Apóstol invitó a los atemorizados hermanos a dar gracias y al conductor se limitó a decirle: -¡Dios está con nosotros! Cuando llegaron a la isla era la madrugada, los hermanos que dormían bajo unos matorrales se despertaron al oír los himnos que entonaba el Siervo de Dios y los hermanos, yendo a su encuentro en la oscuridad de la noche. Después de comentarles lo sucedido y agradecer a Dios los favores recibidos, se dispusieron a descansar. Más tarde el Apóstol y la hna. Elisa empezaron a entonar el himno “te loamos, oh Dios…”, al oírlos los hermanos empezaron a acompañarlos en su canto, a la luz de unas velas, para poder leer las estrofas del himno. Eran las cinco de la mañana. Llegada la claridad del día, el Hno. Aarón dispuso se buscara un lugar adecuado para celebrar la Santa Cena, localizada el área, limpiaron, improvisaron bancas y después de mediodía todo estaba listo para el acto que incluiría la aplicación del sacramento del bautismo en las aguas de ese lago tranquilo y espacioso.

El Hno. Aarón volvió a referir las frases de esperanza: -“Yo te bautizo en agua, y mi Señor te bautizará con su Espíritu Santo”. Entre los nuevos hermanos estaba David Rodríguez, asiduo contendiente que, finalmente convencido, aceptó el evangelio. El servicio religioso fue memorable y el día espléndido. Era el oasis de calma que los hermanos esperaban, ajenos de la persecución y lejos de la intolerancia y el acoso del clero, esos momentos fueron eficaz bálsamo a las pasadas horas de dramatismo; hallaron en esa isla los espacios de tranquilidad y paz que ansiaban. El suave rumor de las aguas del lago y el panorama de la lejana orilla los hacía sentirse como fuera de este mundo, el silencio del lugar sólo era interrumpido por los sonidos de los cánticos, la explicación bíblica y la oración; era como si su accidentado presente, lleno de amenazas, ahora se viviera bajo normas distintas, de libertad y calma. Al cerrar sus ojos los hermanos gozaron de ese momento inigualable, dejando todos sus temores en manos de Dios, hasta que una vez, volviendo a mirar su realidad cotidiana, revestidos de una nueva emoción y acogidos por esa magistral esperanza, regresarían al mismo mundo, pero con una nueva perspectiva, bajo el espacio de la luz de su fe que iluminaba su vida para siempre. Muy emotiva fue la despedida de los hermanos, llevaban sólo sus recuerdos y en clara unidad la convicción de su fe, unos se fueron a Ameca, otros a Ocotlán y el grupo mayor a la ciudad de Guadalajara.

Con ósculo santo y apreciable abrazo se dijeron mutuamente: -¡Pronto nos veremos! ¡La paz sea contigo… que Dios te bendiga!

PRIMER TEMPLO El número de hermanos fue creciendo, lenta pero visiblemente, la improvisada casa de oración en la calle privada de Gigantes fue insuficiente; el Siervo de Dios impulsado por la fe, por su visión profética animó a los hermanos, -visualizando la futura superación espiritual y social-, frente a la oportunidad de comprar dos lotes en abonos, en la Calle 46, hoy José María Gómez, destinados específicamente para construir el primer templo. Decía el Apóstol: -humilde y sencillo lugar, pero s propiedad de los hermanos. El enganche de 2.50 pesos aportado por la hna. Basilia, esposa del hno. José Garibay sugerencia del Apóstol, los hermanos adquirieron algunos solares vecinos al nuevo templo con el fin de circundar el nuevo templo y vivir en comunidad. NACIMIENTO DE SU HIJA ANA

El matrimonio Joaquín recibió una nueva hija el 16 abril de 1934. Fue una niña a quien llamó Ana María; el Hi Aarón hizo la presentación de su hija el domingo siguiente ai toda la comunidad, rogando a Dios la hiciera su fiel servidora

Capítulo VI Iglesia del Dios Vivo. Columna y apoyo de la Verdad. LA LUZ DEL MUNDO

Op. Cite. MARTÍNEZ, Sergio. Entrevista

Siervo de Dios y Apóstol de Jesucristo

Aarón Joaquín González.

SOMOS LA LUZ DEL MUNDO Innumerables sacrificios y penalidades pasaron los hermanos para construir la Casa de Oración; los recursos económicos los obtuvieron los hermanos de las ventas ambulantes, buñuelos, panes, fritos entre otros, unos ofrecieron parte de sus ingresos, cooperaron todos con su fuerza de trabajo después de las labores diarias; pero, lo que más contribuyó para la construcción fue la fe, una fe firme, una esperanza cierta y verdadera en el Dios Vivo, en Jesucristo y en su Enviado, ellos fueron los motores que animaron cada día los trabajos de construcción; Dios, Jesucristo, su Enviado y la fuerza de la fe hicieron que rápidamente se levantaran muros, vigas, pila bautismal y un sencillo templete ministerial. Pese a la falta de bancas y acabados finales no postergaron la ocupación del inmueble, ya que andaban de un lugar a otro, exponiéndose a rechazos, exclusiones y peligros. El Apóstol de Jesucristo preparó espiritualmente a los hermanos para la consagración del templo; ayuno y oración antecedieron la consagración de la Casa de Oración. Por primera vez se integró un coro de hermanos que combinaron sus voces y aprendieron himnos para la ocasión. El anhelado día de la consagración del templo llegó; los hermanos de la localidad y los visitantes vistieron ropas blancas para realizar el servicio religioso. El Siervo de Dios, de sus infinitos testimonios, hizo una emocionada recordación de su peregrinar por la ciudad a falta de un lugar propio y definitivo; sus persecuciones, las huidas, los enfrentamientos, las humillaciones, los ataques públicos; sus reuniones clandestinas en sótanos, cuevas, barrancas y hasta en una isla; sus reuniones en silencio, cantos en murmullo y oraciones en susurro, siempre con el temor de ser descubiertos. -Hoy, dijo: en este nuevo templo, todo es distinto, ya la iglesia presentó sus documentos ante la

Secretaría de Gobernación y Bienes Nacionales, por lo tanto este espacio es oficialmente nuestro, podemos alabar a Dios en paz y con la libertad que tanto anhelamos. Esta obra es de Dios, es la manifestación de nuestra inquebrantable fe, sin límites, fuerte y vigorosa como una luz resplandeciente en la conciencia de todos. Hoy este lugar es “Casa de Dios y Puerta del Cielo”. Luego, el Hno. Aarón inició la ceremonia de consagración del templo, los hermanos de rodillas y él con sus manos en alto, a viva voz dijo: -Señor, vuelve tus ojos a este humilde lugar que hemos preparado, no como tu morada, porque tú vives e nuestro corazón, sino como refugio abierto para los desvalidos, oasis para los cansados, tranquilidad para los desesperado y salud para los heridos; y en tu obra de Restauración de] Verdadera Iglesia de tu hijo Jesucristo, quien ha se ha redimido para salvación de los pecadores, sea abierto para que nuestra voz desde este santuario llegue hasta ti. De súbito, todas las revelaciones de Dios irrumpieron una a una en su memoria, la voz de Dios, sus diálogos con Él, las órdenes recibidas, todas aquellas vivencias llenaron su espíritu y se complació viendo en ellas una señal por venir, su destino de fe y una vida entregada a la evangelización de las almas, había aprendido a amarlas como a la esposa de Cristo. El Ungido de Dios sintió en su corazón la revelación divina, la confidencia: entre el Omnipotente y su profeta, en su mente la visión tomó claridad, transportado a través de los siglos percibió en la inmensidad histórica del mundo, el tiempo en el que Jesucristo en la ladera de un monte predicó a sus Apóstoles y discípulos, oyó la voz, el estruendoso

sonido que contundente y preciso le señalaba con poder y autoridad:

-Vosotros sois La Luz del Mundo-. En esta revelación experimentó la sensación de estar presente, él mismo participaba en los hechos de los Apóstoles, estaba incluido en aquel pensamiento y voluntad divina de Dios con sus Apóstoles, en aquel instante, diluida la visión, se encontró en la inmensidad de un espacio universal rodeado de sonidos que señalaban un punto de convergencia que dio paso a aquella voz poderosa y magnífica: -Vosotros sois La Luz Del Mundo, YO te he puesto como luz para los gentiles y salvación para los que crean en el evangelio-. En la estridencia de esa voz entendió el orden establecido por Dios, lo comprendió en toda su dimensión y vivió en un momento todo el aliento y la voluntad de Dios, fue elegido, como todos los Apóstoles para ser Luz del Mundo, su vocación era cumplir los deseos de Dios; ser luz para salvación del mundo, se repetía en mente y en su corazón. Sintió la enorme responsabilidad de su Elección, en esa Santa revelación vio a los hermanos como destellos colosales, luces, flamas que en una profunda oscuridad aparecían brillantes, resplandecientes, iluminándolo todo. Luego, en ese firmamento centelleante las luces empezaron a tener sentido, la luminosidad se fraccionó en miles de resplandores que fueron tomando forma; eran figuras, luego siluetas, después cuerpos humanos, ¡sí! , ¡Los

reconoció!, eran los hermanos, sus hermanos engendrados en el evangelio de su apostolado, la Iglesia de Jesucristo. Y de nuevo la voz, en su tono excepcional resonó fuertemente:

-Y ESTOS QUE HAN CREÍDO EN EL EVANGELIO SERÁN LLAMADOS: IGLESIA DEL DIOS VIVO, COLUMNA Y APOYO DE LA VERDAD-. En esta visión divina cada figura era una luz resplandeciente, centelleante, cegadora, brillos celestiales se expandían iluminando el mundo sin esperanza y de oscuridad. Sí, eran luz en medio de un mundo de tinieblas! -¡Somos La Luz Del Mundo!El Siervo de Dios vivió un gran momento de revelación divina; en lo profundo de su alma sintió el goce supremo de espiritualidad. Su espíritu se replegó sobre sí mismo, observó los hermanos, a los hijos de su apostolado y con el gozo de Dios en su corazón, con extraordinaria emoción, transmitió a la comunidad la visión celestial: -¡Hermanos, somos La Luz Del Mundo! ¡La Luz Del Mundo! Ésta será la denominación universal que distinguirá a la Verdadera Iglesia de Jesucristo, la transmitiremos orgullosamente al mundo, la exhibiremos en nuestros templos, lo enseñaremos a nuestros hijos y a los hijos de sus hijos, A partir de hoy este amplio horizonte de identidad nos es dado por Dios, se desplegará cubriendo a cada uno de los llamados a creer en, el evangelio, de aquellos que vivan y duerman en el

Señor, porque somos la Verdadera Iglesia de Jesucristo, La Luz Del Mundo., Sus palabras volaron en el espacio como ángeles, en esa libertad hermosa y amplia, como la luz, a partir de ese día, la iglesia tenía una identidad revelada por Dios a su ungido, día en el cual brilló una luz más grande que el esplendor del sol. UN FALSO PROFETA El Siervo de Dios relataba con frecuencia que un día llegaría a la capital de la República el Evangelio de Cristo y que aunque era una gran ciudad, Dios tenía un pueblo que le seguiría, no le sería fácil, pero estaba seguro que Dios “sería con él” como lo había prometido, sin embargo la actividad en Guadalajara, sus frecuentes visitas a Ocotlán y Ameca, le obligaban a posponer su viaje. Profetizaba: -Iré a sembrar la semilla del evangelio, germinará y crecerá en aquella metrópoli, muchos conocerán el verdadero evangelio de Jesucristo. Pedro Mendoza era un hermano recién convertido, que aceptó con su esposa la doctrina, era un hombre inteligente, amable, honesto, inclinado a la oración y aparentemente sencillo. El testimonio del Hno. Aarón le produjo una atracción tan intensa como negativa; pronto adoptó una actitud similar y comentaba que Dios le hablaba, que él también era profeta. El Siervo de Dios, sin preocuparse, dio crédito a Pedro Mendoza, pensó que en la voluntad de Dios está el manifestarse a todo aquél que le aceptara, más con el tiempo daría testimonio de esa singular dispensación. Este hombre, aprovechando su imagen humilde y su actitud de franca zalamería, una mañana comentó al Hno. Aarón

la fantasía de su sueño, que había una orden terminante de Dios, que le indicaba fuera con el Ungido de Dios a la Ciudad de México a predicar el evangelio. La propuesta de Mendoza fue aceptada, sin dilación, el Apóstol invitó a los hermanos a poner su viaje en las manos de Dios, los hermanos consagraron estos días a la oración y el ayuno. Muy de madrugada, en la oración de cinco de la mañana, el Siervo de Dios se despidió de su esposa y de la comunidad reunida y salió rumbo a México acompañado de los hermanos Delfino Barba, Elvira González, Mercedes Hernández, Luisa Pedroza, Luz Barajas y Jesús Durán. Para el Apóstol no era difícil emprender un largo viaje a pie, si ya había caminado de San Pedro de las Colonias a Tampico, y de ahí a Guadalajara y luego a Tepic, Ameca y Ocotlán, esta nueva empresa la acometería con la fuerza y el vigor de su fe. Antes de llegar a Ocotlán, después de haber caminado desde la mañana, bajo un sol inclemente, el grupo se detuvo en un lugar llamado El Najar, allí, el Siervo de Dios invitó al grupo a disfrutar de la sombra de un muro de piedra que por su grosor y altura simulaba una pared, vestigio de una hacienda ya destruida. Una vez acomodados, el Apóstol centró la enseñanza doctrinal en las bienaventuranzas, diciendo: -Bienaventurados los de limpio corazón porque ellos verán a Dios”. Frase que llenó el espíritu de cada uno, su interpretación producía el reflejo momentáneo y fugaz de los tiempos de Jesús de Nazaret, cuando subía al monte, enseñaba y consolaba. El silencio de esa inmensa llanura registraba la voz tranquila y profunda del Apóstol de Jesucristo ampliando el sentido de la hermosa bienaventuranza., De pronto, sin causa aparente, el muro se derrumbó estrepitosamente sobre los hermanos, pero particularmente sobre el Siervo de Dios; le quitaron las piedras, cuidadosamente lo tendieron sobre la tierra estaba conmocionado, su columna vertebral

lastimada. ¡Hno. Aarón, Hno. Aarón! No respondía a los gritos desesperados de los hermanos. Un poco de agua en su frente, pero no reaccionó. Los hermanos en ferviente oración, con gran clamor y lágrimas pedían auxilio al Todopoderoso, en un breve momento el Ungido de Dios volvió en sí, abrió sus ojos, pero no pudo moverse; quedamente les dijo: -hermanos confíen en Dios, El me va a sanar. Requería atención inmediata. Lo más conveniente era llevarlo a Ocotlán para atenderlo. Providencialmente pasaban unos arrieros que ayudaron a los hermanos a cargar el cuerpo hasta la carretera, luego le subieron en un camión de redilas trasladándole al pueblo llegaron al domicilio de un anciano que sabía de fracturas y daba masaje, quien le atendió inmediatamente; entretanto lo examinaba, los hermanos oraban intensamente, el hombre salió y les dijo: -No entiendo, no entiendo, yo vi al enfermo en el momento de llegar a mi consultorio, vi sus piernas paralizadas, heridas, observe los golpes mayores en la columna, sus laceraciones, sin embargo, de repente, como un milagro, sus extremidades ya tienen movimiento; por lo tanto no hay lesión. Llévenselo y que tenga mucho reposo. Los hermanos lloraron de felicidad, dieron gracias a Dios por las maravillas que les hacia presenciar., La hna. Elisa fue avisada por los hermanos y rápidamente se trasladó desde Guadalajara para ver al Siervo de Dios, su angustia se convirtió en sorpresa cuando observó que el Apóstol ya tenía movimiento, muy preocupada le comentó que ella y algunos hermanos habían tenido sueños sobre la actitud de Pedro Mendoza. El Hno. Aarón en su convalecencia repuso: -Mira hija, no digas eso de un hombre que asegura que Dios le habla, La hna. Elisa, más angustiada aún, le informó que algunos hermanos sabían que él quería presentarse como el verdadero

mensajero de Dios; que quería tener mayor dignidad espiritual . 1 que el propio Apóstol Aarón y que por eso difundía públicamente.. que escuchaba la voz de Dios; que la salida a México había, sido por un impulso de envidia; además que quería quedarse, con la comunidad de hermanos como máxima autoridad; peor aún, que acosaba sutilmente a las hermanas jóvenes. Todas estas irregularidades hacían suponer que el accidente del Apóstol Aarón no había sido circunstancial sino’ provocado. Un día después, más recuperado, el Ungido de Dios, platicó con el falso y observó como todos sus argumentos convergían hacia su hipocresía, y entendió que sus exigencias por viajar a México, sus patrañas y sus exageraciones, eran eslabones que se remachaban en cadenas de mentiras, descubrió el falso mensajero de Dios; Pedro Mendoza confesó su desvío, irritado y molesto decidió irse de la comunidad, entre tanto su esposa retó a los hermanos afirmando que si lo que se comentaba de su marido era cierto, que el castigo de Dios fuera sobre ellos. La mujer al poco tiempo quedó paralítica. De este acontecimiento se concluyó que Dios guarda a los suyos, pero también la comunidad tuvo nueva dimensión espiritual, temor y respeto al darse cuenta como Dios protege a su elegido y a su Iglesia.

REVELACIONES DE DIOS

El Hno. Aarón constituyó la iglesia a medida que Dios le revelaba la voluntad para con su pueblo, nunca se sintió un elegido de Dios; como el Apóstol Pablo, fue enseñado mientras enseñaba a la iglesia Ja doctrina que le revelaba el Señor. El siguiente es un testimonio del sentir de los Siervos de Dios: Luego de un día de predicación, de regreso a

la primera casa de oración, encontró en el centro de la ciudad de Guadalajara al “pastor” Francisco Borrego, lo saludó con amabilidad y le invitó a llevar la oración de seis de la tarde. El Hno. Aarón se sentía honrado y feliz que un “pastor’ no solo le aceptara su invitación, sino que compartiera sus enseñanzas con los pocos hermanos que se reunían; le dijo: -¡que mejores manos que las de un “pastor” para que dirija la iglesia! [El Siervo de Dios se consideraba un miembro] Al llegar, el Hno. Arón lo presentó como un “pastor” de la Iglesia, Francisco Borrego toma el ministerio y su explicación fueron anécdotas, chistes bromas. [Eso, es la predicación de los falsos] La iglesia frente a aquello manifestó su indiferencia e incomodidad. Aquel hombre terminó su “explicación” rápidamente y disgustado le pregunta desde el ministerio al Hno. Aarón: -Qué les has enseñado? Y uno de los miembros de la iglesia se levanta y le dice: -¡El Siervo del Señor nos ha enseñado la doctrina, no payasadas! El Apóstol observó detenidamente a Borrego y ante sus ojos se hizo visible la diferencia entre la predicación de una doctrina revelada por Dios y una de hombres. Empezaba a comprender que ninguna de sus enseñanzas era de aquellos hombres, que a los hermanos nada enseñaba de hombres, que la enseñanza que él compartía con los hermanos era lo que Dios, a cada paso le daba 4. Día a día, en cada acción, gradual y progresiva, el Siervo de Dios sentía aumentar en su ser y en sus obras su ministerio apostólico, los acontecimientos le demostraban cada vez más su misión como Siervo escogido por Dios. NACIMIENTO DE SU HIJA EVA

El nacimiento de una nueva hija alegró mucho más al Siervo de Dios, él se sintió honrado

por Dios al ver que una niña se agregaba a la familia Joaquín Flores. Fiel a su cristiana costumbre la tomó en sus manos, y en unión de la hna. Elisa y sus hijos la presentó a Dios y le pidió su ayuda para orientarla por el camino de la fe. Muchos hermanos le acompañaron piadosamente en la presentación a Dios de su nueva hija y de rodillas oraron con fe y esperanza. RESURRECCIÓN DE SU HIJA REBECA En ese mismo año, un excepcional acontecimiento, demostró el poder de los Siervos de Dios: un domingo, el Siervo de Dios, cumpliendo su misión evangelizadora, con su habitual entusiasmo se entregó con pasión a explicar en toda su dimensión la parábola del sembrador, captando espléndidamente la atención de los presentes en la Escuela Dominical; inesperadamente un hermano, con apuro y afán se le acercó y le comunicó que su hija Rebeca había sufrido un fatal accidente. El Apóstol, no quiso interrumpir su predicación; el mensajero supuso que el funesto mensaje no había sido comprendido, y le intervino nuevamente, pero el hermano no hizo caso. Al terminar el servicio religioso, fue conducido rápidamente al lugar del accidente; la dramática escena produjo en el padre un fuerte choque emocional, encontró a su hija muerta, como consecuencia de violenta caída. El momento fue muy tenso, los hermanos que le acompañaban se arrodillaron piadosamente rogando a Dios le confortara. E Siervo de Dios, tomó lenta y cuidadosamente el cuerpo inerte de su hija, las lágrimas recorrieron su rostro, elevó su mirada al cielo, oró ——————————————-4 Ibíd. Martínez Sergio. Entrevista.

en voz alta y en uso cuantos segundos la niña respiró profundamente y empezó a llorar. Los hermanos se asombraron de esa realidad, una realidad medida por la obra y la potestad de los enviados de Dios. NACIMIENTO DE SU HIJO SAMUEL

El Apóstol Aarón, como todo padre de familia, con sus hijos, tenía un reto, educarlos en la disciplina cristiana, y aunque ocasionalmente se veía obligado a dejarlos al cuidado de algún hermano, para atender sus labores de evangelización, aprovechaba ampliamente su convivencia familiar para enseñarles el temor de Dios, mediante la oración, la lectura de la Biblia y la asistencia a los servicios religiosos. En este esquema familiar esperó la llegada de su nuevo hijo; todo estaba dispuesto para el mes de febrero y fue precisamente el día 14 cuando aconteció el nacimiento, en la víspera hubo serios problemas; el parto fue difícil; el niño nació muerto; y la vida de la hermana Elisa estaba en grave peligro; esa noche la espera fue larga. El Siervo de Dios entró a la habitación, junto a la madre enferma -con una fuerte hemorragia-, estaba el bebé, inerte, la trágica escena lo conmovió profundamente, el hombre de Dios llamó a sus hijos e invitó a orar a las hermanas Luz Sandoval y Marcelina González, diligentes parteras, así como al numeroso grupo de hermanos que le acompañaban esa noche. Todos lo observaban callada y ansiosamente, los corazones de los asistentes palpitaban atentos ante los designios de Dios, el tiempo de angustia se alargaba. El Apóstol Aarón tomó el cuerpo sin vida del niño, lo cubrió amorosamente y lo apretó sobre su pecho; oró en silencio unos minutos, un tibio calor inundó la habitación, sus palabras invadieron el espacio diciendo:

-Padre mío, mi hijo está muerto, a tu voz yo obedezco, si es tu voluntad dar vida a este niño, que así sea. Y si así está escrito, que su ,vida sea consagrada para tu servicio. Acercó su boca a la boca del niño, sopló fuertemente y en voz alta le llamó Samuel, Samuel! De súbito, como producto de una chispa, el pequeño se movió y en un sonoro grito empezó a llorar, el cuerpecito respondió a las pulsaciones de su corazón, y al ritmo de su llanto sus pequeñas manos se movieron. El poder de Dios a través de su Siervo se manifestó! El Apóstol inundado por una dulce felicidad dio gracias a Dios, la alegría y el entusiasmo por las obras de Dios invadió a todos los presentes que en prolongadas e inmensas frases de júbilo daban gracias a Dios, la hna. Elisa casi agonizando contemplaba feliz la gloria del Señor y como madre amorosa, piadosamente ofrecía su vida por la de su hijo. El Siervo de Dios tardó unos minutos levantando en sus brazos al pequeño. En su rostro bañado de lágrimas se observó una enorme alegría y gratitud. Todos le escucharon decir: -Gracias Señor porque me has oído y tú voluntad se ha cumplido. De mi esposa en tus manos hágase tu voluntad. La Iglesia frente a tal acontecimiento cayo en bendición; esa tarde y por muchos días más la iglesia se entregó por entero a dar gracias a Dios. El suceso fue largamente comentado por propios y extraños como un increíble milagro acaecido con los hermanos de la Iglesia La Luz Del Mundo. EL REGRESO A MONTERREY En los primeros meses del año de 1938, el Siervo de Dios decidió ir a Monterrey, ciudad que lo llenaba de recuerdos: las revelaciones, la voz de Dios que cambió su nombre, su estancia

con Saúlo y Silas, los acontecimientos el año de 1926. Ahora todo era diferente, se preguntó: -¿Habrán cambiado también los hermanos que conocí? Cuánto añoró regresar y compartir la verdadera doctrina de Dios con todos aquellos a quienes conoció, con Saulo, con Silas. Que diferente fue el viaje de Guadalajara a Monterrey, ahora en ferrocarril, tiempo atrás había caminado penosamente de Monterrey a Guadalajara; reconoció algunos lugares, las estaciones donde había predicado, en las que había pernoctado, algunas que le sirvieron como refugio frente a sus perseguidores, todo fue recuerdo y satisfacción, sin embargo, aquello que más recordó en su corazón fue el continuar obedeciendo, cumpliendo la voluntad de Dios. Los hermanos que le acompañaron gozaron de los comentarios sobre los emotivos sucesos de ese peregrinar insólito, cuyas imágenes trascendían del padecimiento al gozo. Atentos a esos relatos estaban su esposa y los hermanos Julián Zamora, Gregorio Robles, Isabel Acevedo y María Vázquez. Sintió prisa por ese reencuentro fraternal y emotivo. Al llegar a la ciudad inmediatamente se trasladó al domicilio de la hna. María Luisa Espinoza y su familia, a quienes recordaba por su buen testimonio. Grato fue el encuentro, el recibimiento amable, actitud cordial y entusiasta. El Apóstol en breve comentario habló del trabajo de evangelización y de las agradables experiencias, luego abundó sobre la doctrina, doctrina revelada por Dios, destacando el nombre de Jesucristo como base y fundamento de la Iglesia del Dios Viviente. María Luisa lo escuchó, con atención y

extrañeza; visiblemente incómoda por la nueva doctrina en franco disgusto rechazó asimilarla; su nueva condición de miembro de la Iglesia Bautista había modificado su forma de pensar y de actuar. La agudeza de los argumentos del Siervo de Dios la incomodaron, en términos de doctrina le significaba perder. En breve interrupción María Luisa hizo llamar a su pastor y estableció el debate doctrinal. Ante los sólidos argumentos de la nueva doctrina el pastor se sobresaltó, se irritó, y con visible turbación vociferó en evidente derrota, misma que dibujaba con mayor contraste la sobriedad, mesura y calma del Ungido de Dios, en franco éxito. María Luisa, ante tan iluminada imaginación, tan ágil talento, tan firme convicción, perdió la compostura y en decidida actitud ofensiva, jactanciosa y ensoberbecida humilló fatuamente al Siervo de Dios; en actitud denigrante mostró su último recurso gritando -Por qué defiende apasionadamente el bautismo en el nombre de Jesucristo, si usted es trinitario? Y repitió deletreando: -i trinitario!, recuerde, haga memoria, a usted lo bautizó Silas en San Pedro de las Colonias en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y en actitud divergente, para avergonzarlo, le recalcó con sarcástica risa: -Y si lo duda, Silas todavía vive al lado de Saulo, pregúntele a él mismo, vive por el rumbo de la Fundición del Tres, allá por las graseras. Y añadió: -¡Que contradicción, usted refuta la trinidad y su origen es trinitario! Y la carcajada irónica cerró el comentario. El Apóstol Aarón enmudeció por la sorpresa, contuvo el aliento, sumergido en su conciencia buscó el fugaz lapso del acto en que fue bautizado; no pudo encontrarlo, recordaba solamente la emoción del momento. Sin aclarar más, se dirigió al sitio indicado. Con paso veloz,

era seguido por el grupo de hermanos. Su rostro, dibujaba honda preocupación. Llegó al sitio indicado, le abrieron la puerta, no reconocieron al Hno. Aarón, invitaron a pasar el grupo y quien les abrió les dijo: -anoche soñé que un grupo de ángeles me visitaba, quizá sean ustedes, aquella persona caminó con dificultad, estaba visiblemente desmejorado y semiparalítico, los condujo hasta donde estaba otro hermano, de apariencia sombría y calculadora, les dijo: -pueden sentarse, ¿Quiénes son ustedes? El Hno. Aarón se esforzó por identificarse como el soldadito que hace algunos años había estado a su servicio con su esposa, dedicado a las labores domésticas. Con culta ironía aquella persona le dijo: -sí, te recuerdo, eres el soldado que barría el solar y aseaba el templo. Aquel hombre guardó un breve silencio en disposición reflexiva y orientadora y le dijo: -Mira, soldadito actualmente hay predicadores que dicen que al bautizarse debe invocarse el nombre de Jesucristo, lo cual es una herejía, pero tú sabes que nosotros fuimos bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, es decir en la trinidad. El rostro del Hno. Aarón cambió, exhibió ansiedad y preocupación. Aquel hermano percibiendo la incertidumbre del Hno. Aarón agregó: -No te dejes engañar, entre los predicadores falsos hay uno muy tenaz y persuasivo, se llama Aarón. Comprendo que por eso nos visitas. ¿Tienes miedo de Aarón, verdad? No le tengas temor, nosotros te ayudaremos. Ante tales aseveraciones el Siervo de Dios no pudo callar más y a pesar de la carga de angustia les dijo: yo soy ese Aarón. Sintió el deber de transmitir, a esta pareja de viejos evangelistas enfermos de sombra, las revelaciones doctrinales, destacando la importancia del nombre de Jesucristo en la trascendencia del bautismo como principio y base espiritual de todo cristiano. Tremendo fue el choque para esos hombres curtidos en la complicidad de la mentira, del manejo verbal de sus predicaciones, vanas y acomodaticias, en sus

argumentos encubridores y tramposos. Ambos estaban sorprendidos al ver y escuchar a aquel pasivo e inofensivo militar, que ahora demostraba gran capacidad y agilidad bíblica, que manejaba con destreza la realidad, la síntesis y el extracto de una verdad irrefutable. La hemiplejia de uno de estos hermanos se hizo más evidente, tartamudeaba, balbuceaba, y a pesar de que alzaba el tono de su voz, no se comprendía nada. Los dos estaban heridos y confusos, muy dolidos de que aquel pobre y menesteroso a quien humillaron hoy con autoridad y sabiduría declarara abiertamente la evidencia de sus grandes falsedades y errores doctrinales: ¡Qué difícil era aceptar la verdad después de haber predicado tanto tiempo la mentira! Sin embargo, su irritación se incrementó cada vez más, el ambiente era hostil, ambos viejos gritaban que no comprendían nada, que nada de esas ideas le había sido enseñado. Alzando cada vez más fuerte la voz gritaban: -Dónde aprendiste esas barbaridades? ¿De quién aprendiste esas herejías? La pareja, enardecida en su inconsciencia, apresuraba sus conceptos; se movían de un lugar al otro impacientes, inseguros se levantaban y se sentaban demostrando su inevitable derrota. Sus rotundas negativas casi llegaron a la agresión física. De pronto, le dijeron: -¡Retírate! Lleva tus herejías a otra parte! El Siervo de Dios salió profundamente preocupado, sumido en el análisis de sus pensamientos, en silencio apresuró el paso, los hermanos le seguían a corta distancia, todos se preguntaban cuál sería la actitud ante ese problema, ellos tenían en mente algunas alternativas, pero no se atrevían a transmitirlas. Sin embargo, con inquietud vieron como el rostro del Hno. Aarón se transformó, y pasó de la preocupación a la reflexión,

sabían que detrás de cada actitud tenía una fuente de inspiración, una chispa que iluminaba sus actos. El Apóstol veía comprometida su transparencia, su honestidad y su deber con la verdad de Jesucristo era no permitir que ningún acontecimiento se convirtiera en el secreto de su vida, su ejemplo era la verdad de Cristo, la obediencia a Dios pese a lo que sucediera. Se dijo: -Un discípulo de Cristo no debe esconder nada que le avergüence, la verdad, la verdad como meta, era la imagen de Dios, de la Voz que escuchaba, la imagen de él mismo. Suspiró con tranquilidad, sabía una respuesta a la altura de los valores espirituales bajo una conducta de rectitud y reciedumbre que fundaba cada acontecimiento en la verdad. La decisión fue definitiva: comunicarse a Guadalajara. Era prioritario y necesario que la iglesia se enterara que estaba viviendo una aflicción y que frente a ello es imprescindible la oración de fe, el grupo se dirigió a la oficina de telégrafos. Envió un telegrama al encargado de la iglesia, el hno. Prisciliano González. El texto decía: “Hable a la Iglesia, que se pongan en oración y ayuno para que Dios solucione un problema de vital importancia. No les comunicaré que es hasta llegar a Guadalajara’. Hay ocasiones en que todo en este mundo, por momentos, pareciera convertirse en cuestionamientos. Así pensaban los que le acompañaban, sin embargo la fe de los Siervos de Dios es tan viva y real, que los hermanos se sintieron a salvo. ¡La solución era la oración, la oración de fe, la fe que todo ilumina y transforma. ¿Por qué dudar? El había actuado vertical y honestamente; de acuerdo a la sinceridad de su conciencia. ¡Dios tiene la solución! El hombre de fe suspiró tranquilo, creía firmemente en el destino que Dios le señalaba. El tenso y angustioso ambiente se aligeró. Después un viento tenue, fresco y agradable fue el presagio de la respuesta

divina. Casualmente, muy cerca del telégrafo se encontró con un antiguo conocido; Irineo Rojas, funcionario evangélico de la Iglesia del Consejo, quien dirigía algunas iglesias y un considerable numero de seguidores. El Siervo de Dios, en breve comentario le participó su preocupación, lo contradictorio de su vida misionera, predicaba a Jesucristo y había sido bautizado en la trinidad. Rojas, sin inmutarse, con aire superficial le dijo: -No debes preocuparte, déjate de niñerías y cállate, no comentes a nadie este suceso; si la iglesia se entera se te van a ir porque pensarán que les has mentido. Tú tienes mucha gente que seguramente dudará de tu honestidad; esto se resuelve fácilmente, si quieres hoy mismo yo te bautizo en el nombre de Jesucristo y te vas bautizado. Qué te parece? El Ungido de Dios entendió la falsedad y frivolidad de Rojas, le incomodó el haber compartido su preocupación con ese “deshonesto misionero”, era realmente un seudo religioso. Después de un silencio se negó, diciendo, ¿Si el fundamento no es legítimo, cómo puedo edificar? Se despidieron. Llegando a Guadalajara, el Hno. Aarón reunió a la iglesia y les comentó lo acontecido, su origen trinitario y la intensidad de su angustia al pensar que muchos lo interpretarían como una irregularidad doctrinal. El impacto de esta verdad conmovió a la iglesia, y la emoción fue inenarrable, porque ese acto fue entendido como prueba de valentía y sinceridad, no hubo reproches, ni protestas, el eco de la fe en el Enviado de Dios llegó a lo más profundo de los hermanos y su credibilidad a la doctrina se incrementó de tal manera que en actitud mayoritaria lo apoyaron plenamente diciendo: -Hno. Aarón, Dios está con usted, y nosotros también. El siervo de Dios solicito que toda la iglesia iniciara fervientes y prolongadas oraciones, aquel tiempo de ayuno y oración en espera de la respuesta de Dios,

fue de 8 años en petición’. Qué el Señor nos diga que hacer; fue siempre la respuesta del Siervo de Dios durante este tiempo. Durante este tiempo el Siervo de Dios en solemne ceremonia seleccionó a dos hermanos de “pacto” (voto de no contraer matrimonio), Lino Figueroa y Prisciliano Santos, para que bautizaran a los hermanos. Ellos iniciaron el bautismo en el nombre de Jesucristo. Así uno bautizó al otro y viceversa, Inmediatamente el hno. Figueroa bautizó al Hno. Aarón, enseguida a los ministros y luego a toda la iglesia. Este fue un acto de vital importancia para la iglesia, el desconcierto aparente se transformó en sentimiento de fe que se cristalizó en la aceptación del bautismo de verdad. La emoción invadió la conciencia de los asistentes, pues, este suceso singular dio certeza entre quienes aceptaban a Cristo y su verdad a través del bautismo. Muchos hermanos que temieron o dudaron bautizarse tuvieron revelaciones en donde Dios les manifestó el verdadero bautismo en el nombre de Jesucristo y bajo la autoridad de un auténtico enviado de Dios. Estos hechos, la espera en petición sobre la respuesta del bautismo del Hno. Aarón duró hasta 1943, año en que Dios le revela: -Porque te detienes: levántate y bautízate invocando mi nombre! Y un 18 de julio él mismo se bautiza, bautiza a varios pastores y ellos bautizan a otros hermanos. La respuesta revelada por Dios a su enviado fue dada’. FALLECE UN NUEVO HIJO, BENJAMÍN La primera salida del Siervo de Dios a la ciudad de México El 2 de mayo de 1939, en la Calle 46, número 224 del Sector Libertad, nació Benjamín Joaquín, último hijo del Apóstol

Aarón Joaquín González. En el retorno de un viaje de Tampico a Guadalajara el niño enfermó gravemente, a consecuencia de una fuerte bronconeumonía, el niño falleció el 14 de agosto del mismo año. Consternado el Apóstol llegó a la Iglesia, la cual se preparó para darle sepultura; él y la hna. Elisa mostraron su entereza en ese difícil momento, pero con la esperanza de que aquellos que mueren en el Señor, bajo vínculos cristianos, no mueren sino que duermen transitoriamente en el seno de Abraham, hasta el tiempo del día de la resurrección, ocasión en que se presentará ante Dios la humanidad entera, según lo señala el Espíritu de Dios en la Santa Biblia. La tarde fue triste, pero llena de confianza en Dios, que se volverían a reunir, motivación suficiente para redoblar el esfuerzo en la responsabilidad contraída, porque ningún contratiempo desvía a quien guarda la esperanza en su corazón. Transcurrió vertiginosamente el año 1939, la iglesia aumentaba en número y el Hno. Aarón en sabiduría espiritual; su visión surgía de la capacidad de su fe, de asimilar la realidad con sus adversidades y a través de su fe, que reflejaba en su franca sonrisa, encontraba siempre los caminos que convertían sus sueños en realidad. Bajo estas circunstancias decidió construir una nueva casa de oración, sencilla y humilde como las anteriores pero más grande, más amplia, destinada a albergar al desvalido, a preservar la fe de los creyentes. La consagración fue el 31 de diciembre de ese año. Simultáneamente se celebró la Santa Cena, el evento fue magistral; se congregaron los hermanos de los alrededores, identificados por ese logro que disfrutaron con alegría; aquella consagración del templo iniciaría un año de trabajo y esfuerzo, pero también de sueños y esperanzas. La nueva casa de oración se ubicó en la calle 12 de Octubre, lejos de gente intolerante, de tal manera que gozarían de libertad y espontaneidad para reunirse

cuando lo desearan, para explicar la palabra de Dios, cantar y orar con todas sus fuerzas, como un derecho ganado en mérito de creer y adorar a Dios. La ceremonia fue insólita, sin reservas, sin reticencias. Con toda humildad los asistentes se acercaron a la Santa Cena, a tomar el pan y el vino que el Apóstol ofreció esa noche, en unidad ferviente y piadosa, momento espiritual y de compromiso para buscar la ayuda de Dios con más ahínco. El tiempo, en incesante sucesión de amaneceres y crepúsculos, será para buscar a Dios, -decía el Ungido de Dios-, al consagrar esta nueva casa de oración todos vengan a abrevar a las fuentes de paz y esperanza. En esta claridad meridiana, los creyentes vivan venciendo con el bien, al mal; superando el testimonio de su vida, porque somos: “linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo de Dios”8. -Y agregó-. A partir de hoy, fin de un año y principio de otro, este lugar es “Casa de Dios y puerta del cielo«(9). Fue una original velada de año nuevo, todos los hermanos, se fundieron en la atmósfera de esperanza y fe. Esa fría noche de invierno, a través de la niebla, la luna iluminaba discretamente la casa de oración. La comunión con Dios penetró los corazones, los hermanos en sincera exaltación espiritual se desearon emocionados un Feliz Año Nuevo en Cristo Jesús! (8) 1 P. 2:9-10 Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que

anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable; (10) vosotros que en otro tiempo no erais pueblo, pero que ahora sola pueblo de Dios; que en otro tiempo no habíais alcanzado misericordia, pero ahora habéis alcanzado misericordia. (9)Gen. 28:17 Y tuvo miedo, y dijo: Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo.

DECESO DE SU PRIMOGÉNITO, PABLO Pasó el tiempo, el flagrante secreto sobre la vida de su primogénito sólo lo conocía Dios y él; así, cada cumpleaños del niño vivía la angustia de la proximidad del tiempo del deceso anunciado. Pablo fue un chico tranquilo y serio, su crecimiento fue difícil, su complexión sumamente delgada, originado tal vez por la pobreza de la familia, siempre se vio enfermo y débil. Se llegó el 11 de enero de 1942; iba a cumplir 14 años de edad. Cuando el Siervo de Dios se disponía a descansar en su lecho, escuchó la voz del joven llamándole; el padre trémulo se hincó junto a su hijo que cada vez mas débil decía, -papá, no me siento bien. El padre dirigió su vista al cielo, qué honda depresión le ahogaba! Parecía reclamar: -Señor, ¿cómo propiciaste este momento tan difícil ¿debo pasar por esta amargura para demostrarte mi fe?, tú permitiste que mi primogénito viniera al mundo, y ahora te lo vas a llevar, prepárame pues para aceptar tus designios y hazme fuerte ante mi esposa y el grupo de hermanos que me acompaña. La noche era clara y diáfana, sus ojos se apretaron fuertemente como si quisieran encontrar al autor de la voz, esa voz magnífica y espléndida que un día le había anunciado el advenimiento de su hijo, y entendía los conceptos más importantes de su existencia, con la prueba de su fe. Piadosamente se arrodilló y en su mente apareció aquella visión magnífica en lo que se estableció una alianza, “haré notorio tu nombre por todo el mundo y serás bendición” …y tratándose de explicar a sí mismo, se preguntaba ¿cómo se cumpliría esa promesa si Dios se lleva a mi primogénito..?, entonces pudo entender a Abraham el patriarca, su angustia al sacrificar a su hijo Isaac; en ese momento sintió la imponente presencia de Dios, su infinito poder, su infinita bondad y abrazó fuerte, muy fuertemente a su hijo, y casi conteniendo la emoción, a punto estaba

de pedirle a Dios que olvidara sus designios, pero la fe, su fe que estaba en el crisol de la pena fue muy fuerte, mucho más fuerte que su paternidad. Cerrando sus ojos y limpiándose las lágrimas dijo: -Señor, aquí está mi hijo, es tuyo, hágase tu voluntad, toma su vida, como me lo dijiste hace 14 años. Lo entregó a Dios que se lo había dado, y Pablo exhaló el espíritu. En un abrazo dijo a su esposa, hija, Dios nos lo dio, hoy nos lo quita, sea su nombre bendito. El Hno. Aarón continúo fuerte en su fe, secó sus lágrimas, no había en él ningún desánimo tenía la fe de Dios, dijo la frase que llenaba su espíritu: -heme aquí Señor, soy tu siervo. CUMPLEAÑOS DEL HERMANO AARÓN Transcurrió el mes de agosto de 1942, se aproximaba el día 14, fecha del cumpleaños del Hno. Aarón. Los hermanos pastores acordaron felicitarle en grupo y de madrugada. El entusiasmo se observaba en los reservados preparativos, querían despertarlo con un himno, el acuerdo fue entre los hermanos Jesús Robles, Ramón Rodríguez, Jesús Duran y Julián Zamora; hacia las cuatro de la madrugada, el Apóstol su esposa y sus hijos, aún dormían; se oyeron las primeras notas del himno “Oh cuan precioso es adorar a Jesucristo y meditar en la palabra del Señor…”. Por la ventana se observó que la habitación se iluminaba débilmente por una lámpara, la hna. Elisa se asomó discretamente, el Siervo de

Dios apareció inmediatamente, sorprendido por la inesperada demostración, todavía desconcertado él mismo los acompañó a entonar el himno que cantaban convirtiéndose la felicitación en acción de gracias a Dios por cumplir un año más. Cuánta emoción produjo en el Siervo de Dios esta actitud de los hermanos, él solía pasar su cumpleaños con su familia y dando gracias a Dios, pero ese día era diferente, la actitud de los pastores era un apoyo simbólico a su misión espiritual, visiblemente conmovido les dijo: Hermanos, nada me es más grato que adorar a Dios, y éste es un buen pretexto para dar gracias al Todopoderoso, les voy a confiar algo personal, cada mañana me lleno de esperanza porque presiento que un día al rayar el alba tal vez venga Cristo y con su gloria aparezca. Presagio de ello es que cada amanecer se respira el perfume de la naturaleza, la limpia atmósfera, presenciamos el olor de las flores y el feliz canto de los pájaros, es como si en las mañanas todo publicara la existencia de Dios, todo cantara su gloria y agigantara su imagen. Hermanos somos la iglesia que al despertar la aurora sabe y está enseñada que debe unirse con el creador en oración y dar gracias por ese nuevo despertar. Hoy hagámoslo piadosa y fervientemente. De esta manera invitó a los ministros a la oración de 5 a.m., se unieron con los hermanos que solían asistir, estos hermanos se unieron al particular regocijo y la alegría de dar gracias Dios por darles un Siervo de Dios en la tierra un año más. Los himnos, las oraciones y el mensaje fueron el antecedente de un día inolvidable. Al final de la reunión invitaron a los hermanos a un sencillo desayuno, con la asistencia de los pastores, sus esposas, las diaconisas María Vázquez, Carmen Flores, Refugio de Barajas y muchos hermanos. Quienes presenciaron esta demostración difundieron el acontecimiento y en los años siguientes la mayor parte de la iglesia estuvo presente pará felicitar al Elegido de Dios. Todos en su sencillez pero sinceró amor traían

flores, tantas que su perfume trascendía cuando por la puerta abierta corría una ligera brisa estival, entonaban el himno: Viva Jehová y sea bendita mi roca, llegó un pequeño grupo de niños, con gran emoción se colocaron en el centro de la habitación y abrazaron efusivamente al Apóstol de Jesucristo Aarón Joaquín González deseándole felicidades. Toda la iglesia emocionada disfrutó de la reunión en la que por primera vez se felicitaba al Siervo de Dios, cada uno manifestó su alegría al estrecharlo y con ósculo santo, le confirmaron su cariño, afirmando con orgullo que ese misionero del evangelio era un Auténtico Siervo de Dios y Apóstol de Jesucristo. LA DIVISIÓN La primera salida del Siervo de Dios a la ciudad de México fue por revelación de Dios: en una visión contemplo una laguna inmensa, allí Dios le pronunció: -Allí hay muchas perlas preciosas, preciso es que vayas a sacarlas. Era la ciudad de México la que Dios le enseño a través de visión y su viaje fue en e! año 1933, el hno. Gregorio Mendoza, conociendo el evangelio platicó a peluqueros, vendedores callejeros y gentes humildes la existencia de un siervo de Dios en la tierra, les platicó que Dios había levantado profeta en estos tiempos. Le escribió al Hno. Aarón, contándole que dos familias estaban escuchando el evangelio y deseaban conocerle. El Siervo de Dios le respondió que iría. Llegó a la ciudad, la familia Martínez le ofreció hospedaje, en casa de esta familia, -ubicada en Onualco, calle azucena número 10-, se conformaría la primera casa de oración, ya que el hno. Francisco Martínez vendió sus enceres y muebles, dejó su casa vacía para que hubiera más espacio para los

hermanos, así fue creciendo la iglesia, al punto de no tener suficiente lugar para los hermanos, luego se adquirió la mitad del terreno de lo que hoy es la casa de oración de la Iglesia de Vallejo con ingresos originados de la venta de buñuelos que realizaban entre muchos más, los siguientes hermanos Luisa Pedrosa, Guillermo Martínez, Teresa Martínez, José Chávez10. Diez años transcurrieron, Dios multiplicó la iglesia de Vallejo, fue de las más grandes (más de 500 miembros en 1943), luego de la celebración del cumpleaños del Siervo de Dios en Guadalajara, algunos ministros al regresar a la iglesia donde el Señor les hubo enviado, empezaron a manifestarle a la iglesia ciertos pretextos e inconformidades. Estos fueron los inicios de una rebelión calculada con astucia por Satanás; aparecieron múltiples conflictos connaturales en las conciencias de quienes buscaban ávidamente una coyuntura para demostrar su oposición y divergencia, decidieron que era el momento oportuno para dar el golpe. Había algunos pastores que desde hacía tiempo deseaban separarse y para iniciar el engaño a los miembros de las iglesias fundamentaron la “corrupción” del Hno. Aarón con las siguientes arengas: -,Por qué acepta el Hno. Aarón que se le entonen himnos de honra en su cumpleaños? ¿Por qué acepta que le lleven flores? ¿En que lugar de la doctrina se explica que se debe usar corbata? ¿La iglesia de Dios debe aceptar médicos y doctores? ¿Se deben celebrar cumpleaños en la iglesia del Señor? Y finalizaron diciendo: -¡Que obra tan perfecta, que obra tan maravillosa ha hecho Dios con nosotros; nos trajo de la inmundicia, del pecado, de las injusticias, de la maldad. Por su amor dejamos propiedades, familias, comodidades… Hemos hecho bien al dejarlo todo y seguir a Jesucristo… Hermanos… ¿. . .Y si, Aarón se corrompiera..? ¿Consentiríamos su pecado? -N000! Grito la Iglesia

engañada por éstos traidores. Y agregaban: -Seguiremos defendiendo la doctrina santa y pura hasta la muerte. En la siguiente escuela dominical, éstos “pastores” anunciaron desde el ministerio:-Hermanos, Aarón se ha corrompido, se ha corrompido Aarón! Las preguntas que lanzaron a la iglesia carecían de fundamentos, los disidentes tejieron una compleja red de falsas argumentaciones, para terminar en la calumnia, la deshonra, la afrenta y el desprestigio del Siervo de Dios. Esta fue la estrategia de los rebeldes: de la calumnia al desprestigio, luego desconocerlo públicamente y buscar seguidores; después escoger otro líder y organizar otra iglesia. ¿Qué querían? ¿A qué aspiraban? ¿Cuál era el objetivo? ¿Ambición? ¿Reconocimiento? ¿Dinero? Imaginaron que convenciendo a una iglesia de más de 500 hermanos, les seguirían. Su arma fue la calumnia y la mentira, su estrategia atacar la imagen del Hno. Aarón, gritando, desde el ministerio: -Aarón se corrompió! Aarón se corrompió! Diciendo que el mensajero de paz, había pecado. Por lógica cuando una mentira nace tiene un factor común, nunca ataca de frente, en cambio vulnera los cauces que eventualmente pueden dar respuesta. Tal cosa sucedió con el Hno. Aarón: Antes de confirmar los rumores de la sublevación envió a los hermanos ramón Rodríguez y Julián Zamora para confirmar o desmentir la insurrección de algunos ministros y miembros. Lo que más le angustió de la sublevación era que como afectaría espiritualmente a los hermanos. Esto le causaba un profundo dolor. La sabiduría de los siervos de Dios se anticipa a las artimañas de los hombres, en su mente aparecían los disidentes, sabía de ellos, conocía su ambición, de su deseo de protagonismo.

Y a pesar que los había puesto en las manos de Dios, se convertirían en enemigos que manejarían como verdad una realidad distorsionada por la envidia, llegó a su memoria la lúcida imagen de una visión reciente comentada solamente con su esposa, y que no había comprendido en toda su magnitud y trascendencia, en aquel sueño-visión la voz de Dios le anunciaba: -Serás sometido a una dura prueba, la hojarasca será quemada, después la vara de tu linaje dará fruto, mucho fruto, porque YO te he enviado. Angustiado, llamó a su familia, a los hermanos de confianza y frente a ellos estableció su estrategia: ayuno y oración, oración y fe. Así asumió esta realidad: con fe y la chispa de preocupación disminuyó, una luz iluminó su mente, se llenó de seguridad y confianza; desapareció toda angustia. Después de orar se incorporó y partió ese mismo día a la Ciudad de México. Llegó en las horas de la tarde, lo recibieron en la estación denominada, la Lechería, los pastores que estaban en México y sus alrededores se fueron agregando a la conspiración, inseguros, confundidos y cobardes estaban esperándolo en la estación del ferrocarril, la recepción fue fría, tensa, los comentarios de lo que pasaba fueron frívolos, superficiales. Querían dividirse; cobardemente le anunciaron el motivo de estar reunidos, el Siervo de Dios les respondió: -Ya llegaremos a la casa de oración, este no es lugar para platicar. Llegaron a la casa y minutos después le aventaron las maletas del Siervo de Dios a la calle. El observa lo hecho y dice a José María -Por qué haces esto? si

estoy aquí, si me he dado cuenta de la división, de la rebelión es porque tú me escribiste! Este responde: -No Hno. Aarón, es que… y agachó su cabeza. Acá tengo tu carta en la que me dices que Chavelo, Domingo, Lino Figueroa se querían revelar… Que te ofrecieron, algo te ofrecieron, que te convencieron… ¡La avaricia te ganó; verdad! Este hno. agacho aún más su cabeza. Luego se sabría el ofrecimiento de los chemas a José María; la dirección de la futura congregación, que él estaría al frente, ellos lo apoyarían y sería el director. La mañana siguiente antes de la oración de 5:00 a.m., acomodaron las bancas en círculo, el Hno. Aarón al centro que quedara visible, a la mirada de todos, a merced de las impugnaciones. El ambiente amenazaba, era tenso, angustiante, difícil. ¿De quién o quienes fue la decisión de dividirse? ¿Cuáles las razones? ¿Cuáles los grupos rebeldes que se pondrían al descubierto? Alguien debería de empezar a dar el golpe de timón, iniciar las sacudidas autoritarias, encender los fuegos fatuos que entretienen mientras estallan. Estaban presentes los líderes en complicidad, a cada uno les seguían hermanos previamente engañados, ahora eran sediciosos, contumaces, rebeldes, listos para amotinarse, listos para difamar, listos para la deshonra, eran las víctimas circunstanciales de esa sucia maniobra. Los pastores sublevados eran los oscuros actores centrales de esa crisis activa, turbia y sucia; todo era enigma, conformado en una conjura decidida a destruir totalmente la figura del Siervo de Dios en el juicio de la mentira. Las acciones inmediatas eran combatir y ofender, mentir y calumniar, protestar y destruir. La confrontación por principio. Avergonzar en público era su meta. Se movían en la trágica idea de que lo mejor es lo peor. Querían que sucediera lo pésimo y así el final vendría más rápido. El complot era inminente., Era el momento.

El Hno. Aarón decidió enfrentarse, preguntó a los hermanos que tenía más cerca. -Por qué quieren dividirse? ¿Cuáles son sus argumentos? Un silencio expectante siguió a estos cuestionamientos. Los rostros palidecieron, las manos se crisparon. Súbitamente se presentaron: Domingo Vega y otros más, venían de Cuautla, y al grito de i Aarón se corrompió! Aarón se corrompió! todos se descararon. Siguieron las calumnias, imputaciones descabelladas, lo acusaron de adulterios, violaciones, robos, imprecaciones, villanías, que pretendían convertir al Hno. Aarón en falso. Luego, el rencor ministerial, la duda a su doctrina, lo mezclaron con fantasías y suposiciones delirantes. Era un golpe de efecto de indudable logro melodramático. Todos hablaban, gritaban, preguntaban en visible confusión y franco desorden. Ante el alud de imprecaciones de los disidentes no le permitieron aclarar nada ni en nada defenderse. El momento se complicaba, los supuestos pastores eran ahora mentes perversas que demostraban su maldad para calumniar. Unos por perversos y otros por débiles, demostraban en su traición la incompetencia de su fe; caos de desconcierto y anarquía, todos de pie procuraban que su voz agrediera al Ungido de Dios y respondiera, los gritos se convirtieron en burla, mofa, blasfemias, vituperios, maldiciones, irreverencias, ironías, sarcasmos. El deterioro humano y espiritual de los conspiradores centrales generó el deterioro de los demás en una espiral asfixiante e interminable. El reloj marcó las cinco de la mañana, hora de la oración matutina. Tal vez el momento de tregua, la suspensión temporal de las hostilidades. El Siervo de Dios continuaba resistiendo estoicamente. No había oportunidad para defenderse, en silencio apreciaba los rostros descompuestos, eran los rostros del odio gesticulando rencor e ira. El Hno. Aarón pidió al hno. Zamora

llevara la oración, pero el ambiente era tan tenso que en el ministerio, atemorizado no pudo decir nada. Enmudeció; Nadie respetaba a nadie; El Hno. Aarón tomó el ministerio, una gran mayoría guardó silencio, como si quisieran darle una última oportunidad para defenderse. Los observó a todos, como si en esa mirada quisiera convencerlos de su verdad y de su inocencia. Una expresión facial de dolor y preocupación se dibujó en su rostro. Su voz fue clara, serena, y con ímpetu firme dijo: -Hermanos, creo en Dios, es mi maestro; creo en su voz, es mi guía; creo en mi fe, es mi escudo; y creo en la oración como el medio para llegar al Todopoderoso. Permítanme hablar, necesito que me escuchen, deben conocer mi verdad, y si después deciden retirarse, háganlo por su propia convicción, no por falsos argumentos. -Y agregó-, pongámonos en las manos del Todopoderoso en este momento. Oremos con piedad, Dios tiene la solución. La iglesia obedeció, de rodillas y fervorosamente pedían auxilio espiritual. Los insurrectos no soportaron esta actitud, era una muestra de debilidad en su feroz rebeldía. Y en franca sublevación, los conspiradores, de los cabellos levantaban a los hermanos y jalaban las chalinas de las hermanas, gritando con vehemencia i Aarón se corrompió!, ¡No le hagan caso!, vamos levántense! no le hagan caso! Así, violentamente los hermanos se incorporaron y abandonaron el templo. Predominaba el estupor y la confusión, no sabían que hacer. La rebelión en el punto máximo. Al levantarse, el Hno. Aarón observó con tristeza la apresurada estampida; también vio que habían quedado unos cuantos hermanos, estaban muy cerca de él, rodeándolo; En este caos de insurrección, desde el ministerio, en voz alta dijo los pastores que empujaban severamente a los hermanos para que salieran: -Los hago responsables de los hermanos que por ustedes han sido engañados. Todavía Domingo Vega, con voz ronca, desde la puerta, manoteando con desesperación y furia, lo agredió verbalmente.

El Hno. Aarón, profundamente herido por la abrupta partida de sus hermanos, se acercó al pequeño grupo que sollozando le decían, Apóstol de Jesucristo, Hno. Aarón, estamos con usted. Ellos lo rodearon, él los abrazó con ternura. Después de un silencio, recuperado momentáneamente, impulsado por su fe dijo convencido: -Mañana Dios dirá quien es el santo! Los principales ministros que se separaron fueron: José Ma. González, Domingo Vega, Vicente Martínez, Isabel Acevedo, Lino Figueroa, Marcelino Vargas y Pablo Olguín, con más de 500 miembros. Otros ministros que inicialmente habían conspirado públicamente, se mantuvieron al margen, algunos arrepentidos y otros avergónzados…, Atacaron al Hno. Aarón: -usted se ha corrompido, por usar medicinas, llevar corbata, recibir y adornar el templo con flores, celebrar su cumpleaños, etc. El siervo de Dios toma la palabra y les dice: -Yo les explico estos temas y van a ver si están corrompidos o si son revelación de Dios. Inmediatamente empezaron a dar gritos, rechiflas; no quisieron escuchar, el Siervo de Dios intentaba explicarles y una y otra vez le interrumpían, no lo dejaron hablar; a los hermanos que lo escuchaban los sacaron de la casa de oración, a quienes estaban arrodillados los paraban y les decían: -Porque te arrodillas; no ves que ya se corrompió Aarón! La iglesia estaba espantada. Allí el Siervo de Dios profetizó: ustedes no duraran un año juntos. Los conozco. Si soy de Dios: ¡Mañana dirá Dios quien es el santo! Al santo lo hará llegar el Señor y al otro, lo vomitará. Se rieron, se burlaron y se dieron un abrazo respondiendo: -Mira así abrazados, vamos a estar toda la vida; juntos. El tiempo dio cumplimiento a las palabras proféticas del Siervo de Dios, se

dividieron antes del año; el grupo disidente se autonombró ‘Iglesia del Buen Pastor” ¡Que denominación tan contradictoria! ¿Quién, conociendo a esos falsos predicadores, creería que en esos vocablos so interpretara la sencillez, la humildad, o acaso, la verdad? El origen de sus fundamentos son improvisados, violentos, llenos de contradicciones, nacidos de traición y falsedad condujeron y guiaron a unos cuantos a valle oscuridad. Con urgencia establecieron a uno de ellos como autoridad máxima, hasta ese momento de anarquía, caudillos eran todos y ninguno. Las características del candidato eran fáciles de predecir: que fuera débil para influir, hipócrita para convencer, farsante para impactar, enfermo de poder y ambición. El elegido fue José Ma. González «Cherna». Su personalidad contagiada de temor fue fácil presa para difundir infamia, imputaciones, difamaciones, deshonras. Cherna, callado y envuelto por su miedo y falsas expectativas, aceptó el lamentable cargo; ¿Seré yo, maestro? Se abandonó a la sensación de la traición, era su origen, lo escogieron atinadamente, era duro, turbio, solapado y malévolo. La polémica personal de Cherna se redujo a la deslealtad, su problema estaba entre el terreno de lo moral y la ética, al empezar la efervescencia disidente él no tenía ninguna razón moralmente válida para enfrentarse al Siervo de Dios y revelarse; su relación fraternal por el evangelio le había permitido conocer lo suficiente a un Auténtico Apóstol de Jesucristo, como para convertirse en enemigo acérrimo. Disfrazaba su religiosidad de hipocresía, mientras “estuvo” en la iglesia se le conoció como miembro humilde, después diligente y solicito, posteriormente, ministro frustrado, destruido por la crisis de su debilidad, creyó a los delincuentes espirituales y se convirtió en víctima, luego, en el “poder” se transformó en verdugo de la imagen del Hno. Aarón. Su papel como cabecilla fue darle forma a la mentira, tejió una falsa historia que nunca será comprobada. Hoy son una falsa congregación que escasamente

existe, de lo sembrado, eso cosecharás; cada uno de los disidentes tenía sus propios intereses, y al interactuar harían más profunda la división entre ellos. Con arrogancia le solicitaron al Siervo de Dios la que les fueran entregadas las siguientes casas de oración de México D.F. Cuernavaca, Cuautla, Tampico, San Pedro de los Pinos, menos la casa de oración de la Colonia Vallejo La mayoría de hermanos que se fueron con ellos regresaron al poco tiempo pidiendo perdón”. DÍAS DESPUÉS El Hno. Aarón decidió permanecer unos días en la ciudad, en compañía del pequeño grupo sobreviviente. Se hospedo en un cuarto que le ofreció el señor Daniel Pérez, dueño una tienda de abarrotes situada al frente de la casa de oración Las fuertes impresiones, las angustias, y las preocupaciones postraron gravemente al Hno. Aarón, complicados problemas, biliares provocaron altas temperaturas y delirios amargos. En estado preguntaba a su esposa:- Hija, ¿verdad que ningún pastor se ha ido? Verdad que ningún hermano se ha perdido? Dime esto es una pesadilla. La hermana Elisa llamó al médico, el Luciano Huerta le confirmó la situación delicada de su esposo decidió someterlo a un tratamiento severo para evitar mayo: complicaciones. El propio doctor lo vigiló estrechamente tres días siguientes. La hermana Elisa, a pesar de tener tambien quebrantada su salud, apoyó con su cariño y atención oportuna noches largas, insomnios prolongados, angustias y sobresal pero finalmente después de diez días, la recuperación. En convalecencia quiso platicar con los pocos hermanos que habían brindado su apoyo. Se veían tristes y pálidos, parecia como si todos hubieran enfermado.

Su entusiasmo por ver pie al Siervo de Dios alegró sus rostros, después de estrecha con ósculo santo, los invitó a una reflexión. Con paciencia tranquilamente y con mucha entereza hizo una síntesis d acontecido. Los comentarios fueron serenos, llenos de perdón, de bondad. Removiendo la herida provocada por la traición dijo: -Dónde están ahora los pastores que me condenaban, dónde sus valores espirituales de que hacían gala; y los dones y las actitudes de humildad?, estaban cubiertos por la y hipocresía, que finalmente se convirtió en fatuo delirio rencor y venganza. Ellos fueron sus propias víctimas, en el bajo de los dramas humanos, la traición. Nunca expusieron fundamentadas razones de separación. Si fue por jerarquía, Dios me la dio cuando me habló; si fue por dinero, la iglesia pobre, sabe el Señor que no ambiciono dinero, ni propiedades, si fue por conducta negativa, nada es cierto, no hay evidencia porque nada se puede probar a la luz de la calumnia. De nada me avergüenzo delante de Dios. Visiblemente conmociona casi en murmullo, entre sollozos agregó: -Me preocupan mucho los hermanos que fueron engañados. Sin embargo, levantemos nuestra vista, sin remordimientos, sin rencores, caminemos hacia el mañana promisorio que el evangelio nos ha enseñando, vigilantes en ayuno y oración, sean los elementos que nos lleven a Dios. El pequeño grupo, arrodillado, oró, lloró largamente. El Siervo de Dios repitió con fe y esperanza: -Mañana Dios dirá quién es el santo. Los acontecimientos que siguieron a la División dibujaron la enorme estatura de sensatez del Siervo de Dios, quien recomendó: -ninguna forma de violencia ante los separatistas, porque violencia engendra violencia. Lo fundamental es consolidar nuestra fe, el único medio efectivo es la doctrina expuesta con verdad, sin pretensión de apelar

a la fuerza para imponer intereses particulares. La decisión suscitó una intensa reacción ante los hermanos; la defensa de la doctrina era con la verdad. Esa era la enseñanza del Siervo de Dios exponer su vida con transparencia, sinceridad, diríase, con candidez, ingenuidad e inocencia. Era una vida humilde, sin protagonismo, dedicada a una franqueza natural, a la predicación del evangelio. Sin embargo, para muchos hermanos, ofendidos por los excesos de los facinerosos era incomprensible no dar golpe por golpe, o cuando menos recurrir a la demanda por calumnia y difamación, ya que conforme a derecho era legal. El Hno. Aarón tuvo cuidado de no caer en la provocación de expresiones ofensivas e infundadas: -ante nuestros enemigos, el perdón, la oración y la fe; y al tiempo Dios dirá quien es el Santo. No hay tiempo, en verdad no hay tiempo para odiar. Es tanto el tiempo que demanda la predicación de Cristo que no puede concederse un segundo al odio. Éste es la forma más extrema de optar por la muerte espiritual y el modo más oscuramente solapado del miedo, y el miedo es de cobardes; para odiar se requiere el rencor, la amargura, la constancia de la ira, ese odio que va empezando en el alma, y vuelto rencor, descompone la vida. Y yo no tengo odio.

1943 AÑO DE PROMESAS Y ESPERANZAS

Una noche de julio de 1943, al Hno. Aarón le fue revelado por Dios estando despierto, una visión en la cual los cielos se abrían, observó una montaña alta, experimentó acercarse a la cumbre y vio desde arriba profundos valles y farallones que se alzaban como fortalezas de roca delante de las nieves; era una montaña tan alta que parecía tocar el cielo, el sol

brillaba en la línea del horizonte. Era un panorama imponente y real., De repente, en aquel cielo, una luz majestuosa que superó el resplandor del sol lo inundó todo, levantó su cabeza, trató mirar el centro de luz cuyo resplandor lo deslumbraba; llegó el recuerdo; se remitió al pasado de otras visiones celestiales. Un trueno le agitó sus entrañas y quedó postrado, se mantuvo) quieto, miró hacia arriba, y en segundos que le parecieron eternos, en esa luz celeste se proyectaron escenas de su vida, Silas bautizándolo, vivió su angustia, luego Lino Figueroa bautizándolo, y vivió el momento. Después un silencio. En la urgencia de conocer la voluntad de Dios y obedecerlo, de rodillas dijo: -Señor. Heme aquí. Soy tu siervo. ¿Qué quieres que haga? El relámpago precedió la Voz, deslumbrado cerró sus ojos momentáneamente, luego fijó nuevamente su vista en esa radiante luminosidad, escuchando la voz serena y magnífica que dijo: -Aarón, la hora es llegada, levántate y bautízate invocando mi nombre. Se sintió transportado espacios y edades, en medio de la luz vio la imagen de Jesús bautizándose en el río Jordán; luego el bautismo del Apóstol Pablo; después el suyo, bautizándose solo, invocando el nombre de Jesucristo, por sí mismo. Enseguida el bautismo de los hermanos en la iglesia, preparados en fila para bajar a la pila bautismal. La visión fue desapareciendo lentamente hasta perderse en un punto. El Siervo de Dios se invadió de una enorme sorpresa, en su profunda reflexión, entendió, comprendió, interpretó el carácter absoluto de la orden de Dios; aprendió que el misterio de su origen, y el misterio del origen de la iglesia, estaba en el bautismo, en el bautismo en el nombre de Jesucristo;

y el bautismo de él, por sí mismo, era principio y cimiento de una nueva generación de creyentes; se dijo: -Este es el principio de mi fe. Había sido llamado por Dios, probado por Dios, guiado por Dios y ahora su bautismo había sido ordenado por Dios!. El momento había sido extraordinariamente maravilloso, permaneció postrado y llorando. En franco diálogo con Dios perdió la noción del tiempo, de pronto escuchó las notas de un himno que entonaba la iglesia: -“Ya se mira allá en los cielos, el fulgor de la mañana…” Se iniciaba la oración de las cinco de la mañana. Se dispuso a asistir. BAUTISMO DEL SIERVO DE DIOS AARÓN JOAQUÍN GONZÁLEZ El Apóstol Aarón deseó ávidamente refugiarse en la oración, ingresó presuroso al templo, ingreso presuroso al templo, hermanos, recorrió con la vista los hermanos, el ministerio, las bancas, algo dentro de el había cambiado, la revelación de Dios en aquella madrugada:

¡Aarón, la hora es llegada. Levántate y bautízate invocando mi nombre!

¡Aarón, la hora es llegada.

Levántate y bautízate invocando mi nombre!

¡Sagrada revelación! El Siervo de Dios comprendió porque en sus sueños, tantas veces, se le repetía la frase: El tiempo es cumplido.., el tiempo es cumplido. Se preguntaba, ¿Que significa? ¿Qué significará? Este día comprendió: Dios le había revelado el bautismo; no sólo como acto de obediencia, ni sólo para perdón de pecados, sino además como origen, principio, base, de una nueva vida en Cristo Jesús el cual es cimiento del edificio espiritual que él había construido. Este día le fu confirmada su autoridad Apostólica. ¡Un sentimiento espiritual invadió su ser!: Bautízate invocando mí nombre…, Frase singular que sólo corresponde a un linaje, a una jerarquía espiritual, a un APÓSTOL. Él había recibido esa orden, la repasó palabra por palabra, sentía estremecerse, el sudor cubrió su rostro, ni él mismo advertía que el apostolado continuara después del apostolado de Pablo, recordó su modesto origen, se pregunta quien era él para haber sido seleccionado y ocupar el lugar otorgado por Dios a sus elegidos. Después de abstraerse en esta reflexiones, instantáneamente sintió que su vida a partir de e momento podría anunciar la autorización divina de su origen -Dios me ha enviado. Esa era su verdadera identidad, el principio de su fe, el fundamento de la Iglesia, el apostolado. Siervo c Dios, Apóstol de Jesucristo, enviado, representante, embajador, enlace y unión entre Dios y su Iglesia. Sintió en su corazón que el evangelio se ampliaba como un horizonte celestial, iría cc esa señal a las provincias, a las ciudades, a los valles, allende los mares, bajo la autorización de Dios; en nada se sintió menos que los otros Apóstoles, comprendió su llamamiento, la voz c Dios, su cambió de nombre, las persecuciones, los milagros, las revelaciones, el bautismo; con sencillez y humildad representaba la gloria entre Dios y los hombres.

Entrada la tarde, la hermana Elisa le llamó a come oraba, no hizo caso, más bien invitó a reunirse a los hermano: encargados de iglesias cercanas, colocaron las bancas en círculo, -él quedó en el centro-. Los recorrió con su mirad sus ojos inflamados por el llanto, tomó su Biblia; hubo una pausa momentánea, luego les habló con su característico am conciliatorio, invadido de fe y esperanza. Observaron como si Siervo de Dios el día anterior hubiera sido sometido a un severo sufrimiento; su rostro parecía haberse transformado, refleja!: una profunda paz, parecía como si hubiera envejecido. 5 embargo, lo sintieron más tranquilo, más seguro, más directo. Tenía casi 50 años y parecía haber adquirido una longeva madurez. -Hermanos, les dijo con devoción: ustedes saben que el Señor me escogió para predicar el evangelio, esta madrugada he tenido una revelación cuyo contenido debo obedecer en cuestión de tiempo; quiero compartir con ustedes y con la iglesia las revelaciones de Dios, quiero a partir de hoy y durante ocho días, que los fieles de las Iglesias de México, Tampico, Veracruz, Tepic y todas las demás, se preparen, estén llenas de fe, para que la interpretación de los designios de Dios se lleven a cabo como Él me ha ordenado. Acerquémonos a Dios en ayuno y oración. Que no haya límite para allegarse a Él. Los templos deberán estar abiertos día y noche, que nos consagremos en la oración, en la lectura de la Biblia y entonando alabanzas. Dios se manifestará en estos ocho días próximos. Pongamos esta decisión en las manos de Dios. Los hermanos se sintieron orgullosos de compartir ese momento, expresaron su satisfacción piadosamente y tuvieron en su interior una grata esperanza. Los sentimientos se precisaron y juntos oraron. Transcurrieron los ocho días, hubo un común denominador entre

los hermanos de todas las iglesias, los hermanos encargados informaron al Siervo de Dios que muchos hermanos tuvieron manifestaciones y sueños, todos eran en diferentes modalidades, pero sobre un mismo tema, ¡el bautismo! Se cumplió el plazo convenido, fue el domingo, 18 de julio de 1943, en esa mañana se aspiraba una atmósfera diferente, presagio de visiones y revelaciones sagradas. El Ungido de Dios tomo su ministerio, su presencia carismática se impuso en el ambiente invadiéndolo todo. Con serenidad fue expresando momento a momento su encuentro con Dios, en esa madrugada excepcional; su narración fue expectante, la Iglesia lo escuchaba con admiración y sorpresa. La revelación compartida a la iglesia fue el bautismo, su bautismo de un Siervo de Dios, el principio completo, el principio perfecto de la Iglesia de la Restauración. Qué amor al transmitir sus palabras, con humildad recordó su origen, su vida militar, su conversión, su llamamiento y ahora, linaje escogido por Dios, esta revelación confirmó su llamamiento, era una de las promesas del pacto que Dios hizo con él a su entrada a la ciudad de Guadalajara:

-Tengo un gran pueblo que me servirá y será ejemplo para muchas naciones que me conocerán, y ésta será la prueba de que yo te he enviado: YO ESTARÉ CONTIGO”.

En medio de una marejada de emociones, el Hno. Aarón descendió a la pila bautismal. Las notas de una alabanza dieron el marco solemne y milenario a su inmersión, orando en forma audible dijo: -Señor, en cumplimiento al Apostolado que me has encomendado, en el Ministerio de la Redención. Según me has ordenado, Yo me bautizo en el nombre de Jesucristo para el perdón de mis pecados, como fundamento y principio de tu Iglesia. Fue una escena de conmoción espiritual, de sensaciones que llenaban las conciencias; la alegría, la felicidad, y el gozo se difundían en cada uno y por todas partes. La iglesia recibió el impacto de ese momento, se postraron, oraron, lloraban, daban gracias a Dios. El Apóstol Aarón tomó su ministerio, se veía sencillo y solemne, modesto e imponente, humilde y extraordinario, proyectaba la investidura del apostolado que Dios le había concedido. Su fuerza espiritual le confirmaba:

-Aarón, Siervo de Jesucristo, llamado a ser Apóstol por la voluntad de Dios. Acto seguido, el Siervo del Señor bautizó a varios hermanos que cumplían los requisitos de pastores, ahora estaban autorizados para efectuar el bautismo en el nombre de Jesucristo a toda la iglesia, en esa misma semana fueron bautizados en Guadalajara 470 hermanos, después todos, los fieles de la Iglesia. En Dulce Grande, San Luis Potosí ciertos acontecimientos, por su trascendencia, tienden a imponerse en la memoria y en la historia. En el año 1945, el fluir del evangelio predicado por el Siervo de Dios, Aarón Joaquín González, llegó hasta Dulce Grande, un

lejano pueblo del estado de San Luis Potosí, lugar incomunicado, seco, sin vegetación, sus habitantes ásperos e indiferentes propiciaban un ambiente triste y desolador, muy opuesto al nombre que lo identificaba. El Siervo de Dios llegó hasta allí invitado por la hna. Herlinda Escobedo, quien en una visita a Guadalajara le comentó que en el pueblo donde vivía había más de 70 hermanos de las Iglesias del Consejo y Apostólica, que por referencias sabían de la Iglesia La Luz Del Mundo, que deseaban conocer la doctrina, inmediatamente, decidió visitarlos acompañado de un grupo de hermanos, entre ellos su esposa y su hijo Santiago; el lugar era tan distante de la ciudad que el camión que transportaba a pasajeros hacía su recorrido cada cuatro días. Llegaron ya entrada la tarde, de improviso la comunidad evangélica lo llevó hasta uno de sus templos, querían escucharlo. Pronto el Apóstol estaba en el ministerio hablando de la trascendencia de la fe, del bautismo. De súbito un grupo integrado por más de diez personas se incomodó por el tema que se estaba tratando e iniciaron sus comentarios, luego le imprecaban desde su lugar; otros irritados le cuestionaban cada palabra, y así entre protestas, burlas y abucheos, lo expulsaron del templo junto con los que lo acompañaban, en la calle surgió la amenaza, – Mire “pastor”, váyase del pueblo inmediatamente, no es grata su presencia; de no retirarse lo lincharemos a usted y a su grupo. Las risas burlonas y las provocaciones físicas presagiaban peligro inminente. El Siervo de Dios, con calma y valentía les dijo: -hermanos, yo predico el evangelio por la voluntad de Dios, no necesito de un templo para cumplir con mi deber, puedo hablar de Cristo hasta debajo de un árbol. En cuanto a mi salida del pueblo, antes de retirarnos, Dios dará testimonio de mí. No tengo ningún temor. Ante el valor del Siervo del Señor, estos sujetos guardaron silencio y se retiraron. Evidentemente el suceso respondía a un despreciable complot, preparado con anticipación por dos miserables cabecillas que

dominaban al pueblo, Juan Martínez y Eulalio González, infames caciques de negros antecedentes. La hna. Herlinda, apenada e incómoda por lo sucedido, ofreció su casa para alojar al Siervo de Dios, así como un lugar para hablar del evangelio, al numeroso grupo, los invitó cordialmente para que escucharan el día siguiente al Siervo del Señor. Se improvisó el lugar de reunión en una pequeña bodega, la asistencia fue numerosa, el Apóstol precisó las revelaciones de Dios. Afuera, recargados sobre una barda, estaban los dos criminales presumiendo sus armas con actitud amenazante. El pueblo sabía que querían asesinar a los visitantes evangélicos. Súbitamente, avisaron a Juan Martínez que su hijo había sufrido un accidente y había muerto. El hombre impactado corrió desesperado a constatar lo sucedido. Era cierto. Ya no regresó. Momentos después notificaron a Eulalio González que su bodega se estaba quemando; sin comentarios salió despavorido hacia su casa, peligraba su cosecha y su familia. Efectivamente el fuego estaba abrazando su propiedad y la de sus vecinos. Tampoco regresó. El aire hizo volar la hojarasca ardiendo por el pueblo con peligro de que las llamas se propagaran en otras bodegas, la propia hna. Herlinda muy inquieta interrumpió al Hno. Aarón diciendo: – Hermano, mi bodega también se va a arder, hagamos algo. El Siervo del Señor con firmeza le dijo: -Dios está con nosotros, aquí no va a pasar nada; siéntese y sigamos bendiciendo al Señor. En aquella tarde toda la congregación disfrutó momentos de reflexión, al término de la reunión, todos advertían el penetrante olor a semilla quemada, y con sorpresa comprobaron que otras propiedades circunvecinas estaban ardiendo excepto donde ellos estaban. Todo el pueblo, con temor, se enteró de estas noticias. En pleno ambiente de inseguridad el Hno. Aarón tuvo que permanecer en el pueblo algunos días más hasta la llegada del transporte. La visita no fue infructuosa, más de 50 personas se convirtieron a la fe. Por las provocaciones y constantes amenazas de los

pobladores, el Siervo de Dios les sugirió residir en Guadalajara, la mayoría aceptó y pronto este grupo de hermanos estaba viviendo tranquilo y seguro una nueva vida. EL SEMINARISTA Muchos hombres y mujeres se han convertido al evangelio, entre ellos pastores evangélicos, obispos, sacerdotes y seminaristas católicos, profesionistas, técnicos, maestros, políticos, etc. El caso de un joven estudiante del Seminario Conciliar es memorable, por ser el primero y por su singularidad: Un grupo de seminaristas pasaron frente al templo de la calle 12 de Octubre y vieron que algunos hermanos estaban construyendo un muro de adobe. Se dijeron vamos a divertirnos un rato”, y se presentaron con una indefinible mezcla de cortesía e insolencia. Los jóvenes estudiantes vestían sotanas amplias y oscuras, su objetivo era humillar y asombrar, pronto establecieron diálogo con el Siervo de Dios y los hermanos, los jóvenes en sus afirmaciones irreverentes y ofensivas demostraban su desafío con profunda ironía. Con sorpresa observaron que aquel grupo de albañiles manejaban con destreza argumentos bíblicos tan sólidos, que increíblemente se sintieron derrotados. Para ellos la situación fue muy incómoda, estaban irritados sobre manera, sin embargo, tras la sonrisa cortés acechaban sus ojos vivos y burlescos. Prometieron regresar en cuanto les concedieran otro día de descanso. A la semana siguiente volvieron según lo acordado, estaban dispuestos a debatir y avergonzar a “los adoberitos” -así los llamaban con desprecio-, discutirían los puntos de doctrina que los habían exhibidos como perdedores. El acalorado diálogo se hizo público, pues muchos, hermanos y vecinos se acercaron a observar a estos inquietos jóvenes que

interpelaban soberbiamente a los hermanos, quienes tranquilos exponían sus esquemas doctrinales. Un seminarista del grupo era el líder, se observaba inteligente, agudo, caminaba mientras hablaba pretendiendo demostrar superioridad. Era brillante e irónico, se llamaba Ignacio Castañeda, no pretendía ser humilde, ni inclinaba su cabeza, oscilaba entre curioso y desdeñoso. El Apóstol lo evaluó, se dio cuenta de que sabía oír y que a pesar de su soberbia reflexionaba; descubrió que en ese altivo estudiante, tras su presuntuosa preparación académica había un temperamento que escondía a la defensiva un ser inteligente, con talento, pero en el fondo inseguro, angustiado por profundizar y cuestionar todo, hasta su propia identidad. El resto de los jóvenes, con superficialidad, cuidaban más la forma que el fondo, exhibían frivolidad y vaciedad. Sólo este obcecado seminarista, al entender las argumentaciones, se resistía acaloradamente a dar crédito a que en la humildad y en la sencillez pudiera haber una sólida ideología cristiana. El Siervo del Señor le tuvo especial atención, lo soportó con paciencia y le abrió las puertas del evangelio en toda su intensidad. El seminarista de pronto enmudeció, dejó de defenderse, solamente agregó pronto regresaremos. Ignacio recurrió a su preceptor y padrino, el padre Cuellar, éste no quiso aclararle nada sobre los puntos que habían tratado con los hermanos, y menos acerca de la idolatría; como respuesta, le prohibió terminantemente se contactara en lo sucesivo con el Hno. Aarón. Sin embargo regresó, y su derrota fue aún mayor, esta vez ya no pudo contrarrestar nada sobre los razonamientos del Siervo del Señor, su altivez se convirtió en fraude personal. Inquieto como era se refugió en la biblioteca del seminario, consultó, investigó, poco a poco fue presa de una decepción: Qué desencanto, el Apóstol tenía razón! No era posible, tenía razón! Su único apoyo era su preceptor, y le requirió una explicación

franca y abierta, el religioso se negó, se irritó, lo golpeó e intimidó. Decidió abandonar el Seminario. No importaría su imagen, ni los razonamientos de su madre, ni las burlas de sus amigos. Quería encontrar, alejado de todos, una respuesta racional a sus dudas, a sus inquietudes, a las conclusiones de su investigación, pero sobre todo respuestas a las novedades doctrinales. Dos meses deambuló por la ciudad, alejado de todo y de todos, nadie pudo localizarlo. Una tarde, un joven sencillo y apenado tocó a la puerta de la casa del Hno. Aarón y se anunció diciendo: -díganle que quiere verlo Ignacio Castañeda, el exseminarista. Al entrar expresó con tierna emoción: -Hno. Aarón, acepto el evangelio y a usted como enviado de Dios. La carrera espiritual del hno. Ignacio Castañeda fue brillante. Puso su inteligencia al servicio del evangelio. Pronto fue colaborador ministerial, se caracterizó como un audaz y decidido defensor de la doctrina. Siempre brillante, siempre en ascenso, llegó a los niveles de encargado, diácono y pastor. Se hizo cargo de varias iglesias, pequeñas y grandes, siempre con resultados exitosos. No ocultaba su origen católico romano y su conversión, más que una confesión era una definición de sí mismo. Con frecuencia afirmaba en sus testimonios: fui católico por fatalidad, por nacimiento, sin embargo cuando descubrí la verdad del cristianismo opté por la libre aceptación. El disgusto que experimentaba ante el catolicismo se convirtió en don para desestructurar argumentos sólidos; en sus múltiples enfrentamientos con profesores y amigos algunos en privado, otros públicos, siempre los resultados fueron a su favor. Dios lo recogió joven, en pleno ejercicio de sus actividades a favor de la iglesia. Su intensa acción ministerial lo reveló como un hombre capaz. Se le considera como uno de los predicadores más audaces de la Iglesia. El Siervo de Dios estaba orgulloso de él.

Interior casa de oración en la calle 12 de Octubre. Guadalajara, Jal. Méx.

Exterior de la casa de oración en la calle 12 de Octubre. Guadalajara, Jal. Méx.

Apóstol Aarón Joaquín en el ministerio del Interior casa de oración en la calle 12 de Octubre. Guadalajara, Jalisco, México.

Apóstol Aarón Joaquín González y su esposa Elisa Flores de Joaquín en los terrenos de Hermosa Provincia. 1952

UN SUEÑO POR REALIZARSE Cada actitud del Siervo de Dios, demostraba esperanza, fe y amor. Inspirado en el evangelio, visualizó el porvenir para la congregación, definió los pasos que daría, es decir, disfrutar un lugar específico donde la grey identificada por el evangelio pudiera vivir como creyente; su receptividad sobre la situación social que cotidianamente vivían los hermanos le

lastimaba profundamente; esa percepción la vivió desde que él y su esposa habían sido cruelmente perseguidos, expulsados, humillados y hasta lastimados físicamente. Enfrentó uno de los retos más desafiantes de su vida, adquirir un terreno para la comunidad, una extensión para alabar a Dios, sin humillaciones ni crueles marginaciones sociales por no ser católicos romanos. Deseaba que todos los creyentes en Dios estuvieran juntos, vivieran juntos, juntos en sus cultos, en sus ceremonias, en la cotidianidad de sus trabajos, en plena libertad para actuar según las normas cristianas; aunque la unidad real y efectiva estaba en la fe, deseaba vivir en su propio espacio, como hermanos, con toda la infraestructura necesaria. El Siervo del Señor deseaba firmemente un lugar apropiado para construir un templo y viviendas para los creyentes, sitios para la educación, el comercio, la salud, la cultura espiritual y social; un espacio propio era la respuesta al discreto reclamo de un pueblo creyente, para disfrutar el verdadero ejercicio de la fe en un estricto ámbito de libertad. Cuando el Hno. Aarón comentaba ese sueño acariciado por tanto tiempo, ratificaba su esperanza y decía: -Un día mi ideal se convertirá en realidad, la congregación dejará de ser nómada, trashumante de colonia en colonia, será una comunidad excepcional asentada en su espacio físico, en un ambiente donde no habrá desigualdad social. No a la diferencia entre el fuerte y el débil, no a la actitud oscilante entre la indiferencia y el abuso de los poderosos, no más lástimas, ni humillaciones; sin pedanterías absurdas, ni cruel sojuzgamiento. Será el territorio para una población emprendedora, trabajadora, honrada y generosa, sencilla, hospitalaria, con posibilidades de impulsar sus potenciales espirituales y sociales, apoyados por la fuerza de ser pueblo elegido de Dios. Un espacio exclusivo para los hermanos, como lo fue para el pueblo de Israel “una tierra prometida” donde la fórmula de vida sea: “mejores cristianos son mejores ciudadanos”,

porque ser cristiano no es ser un miserable socialmente. Aquel deseo del Siervo del Señor, pronto se convertiría en realidad concreta y palpable: un cristiano -decía- no es sinónimo de pasividad ni de holgazanería, sino de trabajo creativo y fecundo. Nadie como él conocía el potencial productivo que identificaba a los hermanos. Años después esa esperanza se hizo realidad.

HERMOSA PROVINCIA Muchos años transcurrieron para que se hiciera realidad el deseo Apostólico de conformar una comunidad cristiana en la que los hermanos tuvieran todas las cosas en común, compartiesen su fe en libertad, tal como la Iglesia Primitiva de Jesucristo en los siglos 1 al III, buscó infructuosamente por todos los alrededores de Guadalajara, finalmente le fue enseñado un lugar al oriente de la ciudad; observó la gran extensión; ante él se prolongaba un amplio horizonte. El sol brillaba a todo lo largo de la llanura; 15 hectáreas, campo de áreas fértiles, arbustos, unos cuantos árboles aislados, maleza, matorrales, zarzales, a lo lejos brillaba un riachuelo de numerosos recodos en su cauce, sinuosos caminos que señalaban el paso de los campesinos. El cielo azul, limpio, era el paisaje soñado, el deseo de Dios en su Apóstol revelado bajo la plenitud del mediodía, lugar adecuado para el asentamiento del pueblo llamado a conformar la Iglesia del Dios Vivo. Columna y Apoyo de la Verdad. La Luz del Mundo; la Restauración de la primitiva Iglesia de Jesucristo. En un extremo de la extensión se veía el casco de una vieja caballeriza, un árbol grande, de ancha base y largas ramas. El Apóstol Aarón se separó de los hermanos, rodeó el tronco y procurando no ser visto externó su emotividad, alzó sus ojos al cielo y dijo: -Señor,

Apóstol Aarón Joaquín González, su esposa Elisa Flores de Joaquín y algunas hermanas en los terrenos de Hermosa Provincia en 1952

Apóstol Aarón Joaquín González, su esposa Elisa Flores y algunas hermanas en la construcción de la Hermosa Provincia

Tú me has puesto como guía de este pueblo, ¡cuánto he añorado este momento! Concédeme la gracia de adquirirlo, será para que tus hijos puedan alabarte libremente, será ejemplo vivo del progreso y desarrollo de esta congregación, Tú me dijiste en el ayer que seríamos La Luz del Mundo, hoy lo somos; Señor, esa luz no puede esconderse. Este es el lugar! Los hermanos que le acompañaban escucharon discretamente la plegaria y vieron que de pie abrió sus brazos y con su vista al cielo platicó con Dios. Cuando se reintegró al grupo su rostro brillaba de alegría y les dijo: -Hermanos, ésta es la tierra prometida, y será la residencia del pueblo escogido por Dios; por aquellos llamados a ser: Luz Del Mundo. La llamaremos Hermosa Provincia -repitiendo- Hermosa Provincia, Hermosa, porque será majestuosa y bella, por sus cualidades de espiritualidad, orden y progreso; provincia: porque es una división territorial, área de predios y casas para hermanos. Será el gozo de toda la tierra, porque aquí acudirán débiles y poderosos, sabios e ignorantes, todos a encontrarse con la paz y la esperanza espiritual que solo proviene de Dios, de su hijo Jesucristo y de un Apóstol, que en tiempos de Restauración es mediador entre Dios y los hombres. Será lugar privilegiado para nosotros, para nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos; será ejemplo y se levantarán otras colonias de hijos de Dios, otras Hermosas Provincias en este país y en muchos países del mundo de generación en generación para alabar a Dios. Los hermanos de rodillas dieron gracias al Padre Todopoderoso. Luego de varias semanas de negociaciones entre el Siervo del Señor y el propietario, se conformó el paquete de crédito; abono inicial, mensualidades, anualidades, tazas de interés acordes a las modalidades previstas, entre otros puntos. Para cubrir la cantidad inicial el Siervo del Señor vendió su automóvil, hipotecó su casa y vendió la bicicleta de su

hijo Samuel. Fue solo el inicio del cumplimiento de lo prometido por Dios a su Siervo: Quiero que prediques el evangelio en esta ciudad, pues tengo un gran pueblo que me servirá y será ejemplo para muchas naciones que me conocerán..

Construcción en los terrenos de Hermosa Provincia.

El Apóstol no halló solamente un terreno en el cual orar con mayor libertad, su mirada siempre fue más allá… Su visión siempre fue de profeta, observaba el gran pueblo que conformaría la Hermosa Provincia, contemplaba a aquellos que llegarían desde

los cinco continentes a la ciudad de Guadalajara para alabar al Dios único y verdadero. Los días siguientes se dedicaron a conformar el diseño de la colonia, acorde a los deseos del Siervo del Señor, quien dijo: -será una colonia para tres mil familias, fraccionada en forma diferente, pero .a la altura de las circunstancias, sin competencia en las formas,, ni analogías en sus trazos, inspirada en ocho brazos con su,. casas dando frente al centro donde estará el templo, tal como las tiendas de las tribus de Israel, rindieron culto al Arca con la construcción de sus campamentos y tiendas. Así se realizó, las 15 hectáreas se fraccionaron partiendo del centro, en el que se edificaría el templo, un gran templo,

el más grande templo jamás construido, su superficie y altura superarían a las construcciones religiosas no sólo de Jalisco, sino de toda Latinoamérica. De ese centro o glorieta se trazaron calles radiales, todas convergentes hacia el templo, cuyos nombres se identificaron con ciudades de Palestina (en los tiempos de Jesucristo) como Jericó, Samaria, Nazareth, Jerusalén, Jordán, etc. Ese proyecto fue parte del desarrollo material de la iglesia como firme consolidación en el escenario verdaderamente cristiano del país y del mundo. La realización de esta esperanza era el gran esfuerzo de una congregación humilde, sin apoyos ni nexos económicos extranjeros. El financiamiento se llevo a cabo con el capital de los hermanos que consistía solamente en el producto de su humilde trabajo y de su fe extraordinaria. La colonia Hermosa Provincia fue un punto de partida, fue un antes y un después en la historia de la ciudad de Guadalajara, fue la constitución no solo material, sino espiritual de una comunidad de hijos de Dios. Los hermanos que adquirieron sus lotes estaban orgullosos de aquel logro, se encontraron inmersos en un camino de mayor solidaridad, de mayor compañerismo y hermandad; todas las Cosas las tenían en común, se convirtieron en testigos propios de su fraternidad, fueron ejemplos de superación, vida en hermandad, paz y desarrollo para su ciudad, para el Estado y para su país. Se planificaron espacios para un jardín de niños, escuela primaria, escuela secundaria, hospital, mercado, orfanatorio, asilo y canchas de juego. En la Hermosa Provincia se vive tal como la Iglesia Cristiana Primitiva, ello implica no sólo cuidar la integridad física de todos los miembros, sino hacer de la palabra de Dios, obediencia y obra, hacer que cada hermano en cada acto busque siempre lo bueno, lo puro, lo de buen nombre, preservando en todos los órdenes el buen vivir en Cristo Jesús, procurando la salud integral de los creyentes, evitando a toda costa vicios nocivos que alteraran el

organismo humano, excesos como fumar, beber alcohol o consumir drogas; ni cantinas, ni prostíbulos, ni pandillerismo. Qué ejemplo de armonía y entusiasmo tan sorprendente vivió la comunidad; los hermanos, después de sus actividades cotidianas participaban en la limpieza de los terrenos, en el trazo de las calles, en la marca de los linderos de los predios, abrir cepas o mover escombros, todos cooperaban, se unían en un objetivo: construir una colonia de hijos de Dios. La Hermosa Provincia sería colonia exclusiva de fieles. Este fue un logro del verdadero cristianismo, de un verdadero Apóstol. Ahora contaron con un lugar específico, que impregnó de sentido los Hechos de la Iglesia de Restauración. Allí, no eran solamente hermanos que oraban y cantaban, sino que estuvieron unidos por una fe con obras.

Santa Cena Hermosa Provincia.

Saludo de la Iglesia al Apóstol de Jesucristo Aarón Joaquín González

EL EVANGELIO SE DIFUNDE Pasaron los años, y con ellos la cosecha de innumerables triunfos del Apóstol de Jesucristo, la fe de los hermanos crecía, apreciaron y valoraron aún más al Siervo de Dios, veían el crecimiento de su ministerio apostólico; la doctrina que recibía de Dios se difundía con increíble rapidez; revelaciones, milagros, persecuciones, hambres, sacrificios, todo se integraba en una mezcla de progreso espiritual y material. Nada detenía la fuerza del evangelio, su misión se dibujaba con mayor solidez. El Apóstol Aarón se entregaba sin descanso, enriqueciendo la esperanza del creyente, con ese lenguaje claro y sencillo, de estricto valor espiritual, difundía el evangelio, con toda su voluntad, con la autoridad de su Apostolado. La evangelización de un Apóstol dio sus frutos, las siguientes son las obras que el Señor levantó en el Ministerio Apostólico del Siervo de Dios Aarón Joaquín González: Difusión del evangelio en el ministerio del Apóstol Aarón Joaquín González. MÉXICO COAHUILA Matamoros Aguascalientes Irapuato ESTADO DE MEXICO Totoltepec. México, D.F. COLIMA Manzanillo. Boquilla de las Perlas San Pedro de las Colonias Aguascalientes JALISCO Guadalajara Acambay Torreón Col. San Felipe San Pedro de los Baños Ciudad Madero GUERRERO Col. Vallejo GUANAJUATO Maravillas Acapulco BAJA CALIFORNIA Derramadero CHIHUAHUA Durango Mexicali Mayorazgo Ciudad Juárez Durango. Tijuana. La Rosita de San Pedro

Col. Hermosa Provincia jalcocotán Col San Antonio La Labor Lamedero Magdalena Pajaritos Ocotlán. Santa María del Oro Santiago Ixcuintla ZACATECAS Ciudad Obregón Calera Guaymas Piedra Gorda. Hermosillo Empalme. MICHOACAN Tepic Apatzingán Col. Heriberto Casas Buenos Aires Col. Hermosa Provincia El Litigio Tuxpan

La Estancia Yago Uruapan Zacualpan. Zamora. OAXACA Morelos joliet Cuautla Palomares Cuernavaca El Higuerón PUEBLA Puente de lxtla Atlixco Santa fe El Seco Zacatepec. Izúcar de Matamoros Negrete NUEVO LEON Puebla Monterrey Río Valiente Col. 2 de Abril

San Juan Acozac Col. Niño Artillero San Simón de Bravo Santo Nombre TAMAULIPAS Ciudad Madero Ciudad Mante Matamoros Nuevo Laredo. NAYARIT Ahualamo Soltepec Reynosa Tecali Tampico Tehuacán Tepeaca VERACRUZ Zacapoaxtla Córdoba Ejido Col. México Comaltepec Col. Palo Solo Ejido El Molino

El Limón Ejido Francisco 1. Madero El Nacimiento Ejido Las Lomas Jalapa Nogales SAN LUIS POTOSI Ojo Zarco La Dulce Grande Orizaba Plan de las Ayas SINALOA Potrero Culiacán Tierra Blanca Mazatlán Veracruz. SONORA EN EL EXTRANJERO: ESTADOS UNIDOS California Los Angeles TEXAS San Antonio CENTROAMERICA: SAN SALVADOR

Cojutepeque El Salvador San Miguel. COSTA RICA San José (oyentes) HONDURAS El Cerro del Gobernador

EL FINAL DE UNA VIDA 1964, año de transición para la obra de Dios sobre la tierra. En enero el Siervo del Señor decidió visitar algunos países de Centroamérica, pero enfermó gravemente en Ciudad de México, un infarto obstaculizó sus deseos evangelizadores; fue el inicio de una etapa convaleciente y triunfal en la vida del Siervo de Dios y Apóstol de Jesucristo Aarón Joaquín González. En los meses siguientes su salud, vigorosa durante toda una vida, sometida a los más grandes sufrimientos por reunir el pueblo escogido por Dios, fue cediendo poco a poco frente a la enfermedad, que lentamente disminuyó la firmeza y resistencia santa del Apóstol. En mayo el Siervo del Señor, a pesar de las prescripciones médicas, insistió en visitar a los hermanos del templo de la calle 12 de Octubre, Iglesia a la que amaba entrañablemente, su traslado fue penoso y difícil por su deteriorada salud; quería cumplir con su deber Apostólico de llevar el evangelio, hizo un gran esfuerzo, le ayudaron a llegar al ministerio, no pudo contenerse, allí habló de la fe, de su vigorosa fe, luego de sus recuerdos, de su gozo, de sus enseñanzas de las revelaciones de Dios, de su bautismo, de los puntos doctrinales que Dios le revelaba, y en un máximo esfuerzo fundió su alegría con el dolor de la despedida. La Iglesia presente guardó un estado de santidad y máximo respeto, el ambiente fue de total espiritualidad; el Siervo de Dios les transmitió mucho más que su amor. Los días siguientes fueron de mayor atención para el Ungido de Dios, su enfermedad avanzó irremediablemente, la multitud de hermanos de México y del extranjero, unidos en fraternidad optaron por estar lo más cerca posible del Apóstol del Señor y decidieron velar junto a la casa grande para mantenerse a la expectativa de alguna noticia sobre su salud; todos los hermanos quisieron estar pendientes del Siervo del Señor,

algunos en su celo y preocupación esperaban con ansia noticias de su estado diario. Los hermanos prácticamente “vivían” en las gradas del templo, en las banquetas, en la calle; no querían abandonar al siervo de Dios. La oración y la consagración constante les ayudaron a fortalecerse a cambiar la tristeza, por la esperanza y el triunfo en Cristo Jesús. La habitación del Apóstol Aarón Joaquín se localizaba en la planta alta, al Siervo de Dios nada le era inoportuno, el numeroso número de hermanos que afuera cantaban a media voz y oraban quedamente no le incomodaban, sin embargo, de vez en cuando al enterarse de la angustia de la iglesia pedía lo acercaran al balcón, movía su mano saludándolos y les sonreía para que apreciaran su mejoría, la comunidad respondía dando gracias a Dios, alegre, en oración y confiada en el restablecimiento del Apóstol y en el cumplimiento de la voluntad de Dios como regla máxima aprendida del Apóstol. Transcurrieron los días, los hermanos siempre esperaron información sobre el estado de salud del Siervo de Dios, de repente aparecían comentarios breves y cortos para los hermanos: -Sigue delicado… -Leve mejoría… -Oren al Señor… -Hay esperanza… Así, durante las mañanas, las tardes, las noches y las madrugadas. En el exterior del templo, con honda preocupación, los hermanos medio dormían por las noches y en las mañanas al despertar, nuevamente estaban a merced de la misericordia y voluntad de Dios, siempre esperando, el restablecimiento y la salud del Ungido de Dios. Tal era la inquietud de la Iglesia por conocer la evolución en la salud del Apóstol del Señor, que se improvisó un pasillo de madera al costado del balcón de su habitación, para que pasaran los hermanos a saludar al Apóstol, a pesar del decaimiento, su rostro no revelaba la gravedad de su estado,

era afable, aquello animaba a los hermanos enormemente. La salud del Siervo de Dios continúo igual, el cuerpo ministerial en orden y armonía ejemplar permanecía orando en la planta baja de la casa, unidos, muy unidos en la fe. Conocían la doctrina; sabían que los designios de Dios son irrevocables, pero también conocían la intensidad de su fe para aceptar su voluntad.

LA DESPEDIDA Días antes del desenlace, el Hno. Aarón, su gravedad, observó una relativa mejoría, $u rostro dibujaba una leve sonrisa que reflejaba la paz que emergía Confinado aún a su lecho, sentía un extraño vigor. Comento escuetamente a las hermanas que estaban presentes La Iglesia…, la Iglesia… , la esposa de Cristo… Las hermanas no insistían sobre el particular, dado el crítico y expectante momento. Pidió su Biblia, no la abrió, pero la apretó con sus manos. Daba la impresión que pediría lo acercaran al balcón para ver a los hermanos que velaban por su salud. Ese día eI Apóstol de Jesucristo proyectaba la fuerza de su misión, Con actitud sencilla y solemne, los hermanos le importaban más que a su propia salud. Solicitó la presencia del único hijo que le faltaba ver, el hno. Samuel, quien estaba como encargado en la Iglesia en Tepic. Le comunicaron que su padre lo requería, la noticia lo predispuso. Quiso hacer más cortos los kilómetros hacia Guadalajara, deseaba con vehemencia llegar rápidamente y encontrarlo con vida, le apremiaba compartir con él sus recuerdos: los momentos cálidos como hijo y creyente. Todas las reminiscencias de niño, de adolescente, de hombre, se agolparon en su mente; las repasó una a una, las compartió emocionado consigo mismo, sus lágrimas nublaron sus ojos durante largos tramos de la carretera. Se repuso confiado en la esperanza y la paz que ofrece Dios. Llegó apresuradamente, sus ojos inquietos examinaron la figura de su padre con singular nerviosismo; lo encontró tranquilo, su cabello un poco en desorden daba a su rostro un aspecto distinto al ver a su hijo, el Siervo de Dios pareció recuperarse, pasaron algunos instantes, no articuló palabra alguna, el Siervo del Señor observó a su joven hijo

con infinita ternura. Levantó su mano y la puso sobre el hombro de su hijo, las lágrimas corrieron por sus mejillas, ambos lloraron intensamente. Eran padre e hijo, el mas puro sentimiento familiar, se abrazaron, el Apóstol Aarón nunca supo la inmensa tarea que Dios en su secreto tenía reservada para el Apóstol Samuel Joaquín, de haberlo sabido antes se hubiesen quizá, repartido el difícil trabajo, sin embargo, la misión de cada uno, sólo la sabía Dios, como también, el momento de la manifestación Apostólica del Siervo de Dios Samuel Joaquín Flores y el Inicio de su Ministerio. Sin hablar más, el Siervo del Señor, el Apóstol Aarón Joaquín, con una profunda emoción le entregó un gran tesoro, su Biblia, la espada de sus grandes batallas, el objeto de sus triunfos. El Hno. Samuel la recibió reverentemente y la apretó contra su pecho, encerraba el universo de fe y esperanza del Apóstol Aarón quien la había hecho propia en el tiempo de su vida. Luego la calma, la admirable paz, el consejo que dio a todos sus hijos, es que ninguno, jamás, abandonara la iglesia.

Con profundo dolor la realidad de ese instante penetró hasta lo más profundo del alma del hno. Samuel, reconocía que esta era la despedida de su padre. El Siervo del Señor el Hno. Aarón ya no habló más, el crucial instante lo dejó exhausto. Cerró sus ojos. Quería descansar. El Hno. Samuel abandonó la habitación. Se refugió en el cuarto inmediato. Cerró la puerta y se arrodilló apretando su Biblia entre sus manos, postrado en un gesto de ruego y con infinita humildad oró intensamente a Dios por la recuperación de su padre.

EL DECESO 9 de junio de: 1964, día amargo y doloroso, día luctuoso que marcaría la fecha de mayor angustia para la Iglesia de la Restauración. En las dolorosas horas de esa mañana sintieron el preludio de la despedida. Se presagiaba el desenlace. En la casa grande, doctores y enfermeras se veían presurosos. La hna. Elisa, sus hijos, Santiago, Rebeca, María, Ana, Samuel, y sus demás familiares presentes, intuían que la vida del Siervo del Señor el Hno. Aarón se esfumaba. La inexorable voluntad de Dios se cumplía. La fiel y valiente esposa, apenas dejaba escapar alguna lágrima. Presentía el final, con fuerte ánimo, quedamente y con infinita sencillez consolaba a sus hijos, diciéndoles: -sin miedo ni temor, aceptemos los designios de Dios, tengamos la fuerza de la fe que él nos enseñó. Ellos con dolor lloraban en silencio abrazaban a sus esposas y a sus hijos. Los pastores, en la planta baja y ante el rumor de lo inevitable, se postraban en oración buscando el consuelo y la calma. En la habitación se destacaba a medía luz la silueta del Hno. Aarón, ahí estaba inmóvil e imperturbable, sin queja, sólo ante la intensidad del dolor se incorporaba un poco. Concentrado en un coloquio íntimo con Dios y su espíritu, así se le veía, sin desesperación. Estaba preparado en su interior, proyectaba paz, alegría y esperanza en su rostro a pesar del decaimiento, la gravedad y el dolor desu estado. Afuera, el cielo azul intenso, interminable, un sol que brillaba débilmente, impasible, sereno. Cayó la tarda, una tarda delicada y triste, eran las 3:40, muy cerca del lecho la hna, Elisa, sus hijos y algunos pastores. El Hno. Aarón abrió sus ojos, no articuló palabra alguna, los vio a todos con infinita ternura, con una sempiterna paz. Hubo un suspiro. Sobrevino el silencio, si mutismo

del adiós, luego sus ojos se cerraron para siempre. El Dr. Vélez, con la mirada anunció su fin… El alma del justo entraba al paraíso de los que duermen. La hna. Elisa se estremeció, luego lo besó con devoción. Algunos sollozaron, sus hijas cubrieron sus rostros con sus velos para ahogar su dolor. El dolor más hondo, el más lacerante, un dolor indescriptible. Todos se refugiaron en la oración, su angustia y sufrimiento lo entregaron al Señor, sin embargo, vibraron ante la intensidad de la despedida y los sollozos convertidos en llanto interpretaban el adiós y la profunda esperanza enseñada por un Apóstol; la de verse después en el trono de Dios. Luego en una armonía indescifrable, se experimentó una tierna calma. El milagro de la fe les entregaba fortaleza y resignación, al recordar las palabras del Maestro Aarón Joaquín: -Cristo, esperanza es de todo aquel que en él cree. Y los que duermen en el Señor, resucitarán… resucitarán para la inmortalidad. El Siervo del Señor Aarón Joaquín, ahora dormía, “dormía el sueño de los justos” y ellos tenían fe en su resurrección del día postrero, al incorporarse, se estrecharon en familiar abrazo, las lágrimas bañaban sus rostros, eran testigos del término de un apostolado en el punto máximo de su fe y su obra, el Apóstol Aarón Joaquín, entraba en la inconmensurable y verdadera historia predestinada por Dios en tiempos de la Restauración de la Primitiva Iglesia de Jesucristo; se reunía con el Señor. Quienes estaban en el exterior se dejaban guiar por cantos y oraciones. Esperaban, ansiosamente alguna noticia, la multitud se reunía al

frente de la casa grande y sin saber nada sentían que en el ambiente se respiraba angustia y en su aproximación un dolor indecible se acrecentaba cada segundo. Una misma pregunta dominaba todas las bocas, – ¿habrá dormido el Siervo del Señor? La comunidad impetuosa se acercó sobre la acera de la casa del Apóstol Aarón Joaquín, deseaban ver su rostro, anhelaban estar cerca de su padre espiritual, contemplarlo. MANIFESTACIÓN A LA IGLESIA DE LA ELECCIÓN APOSTÓLICA

Ese atardecer fue el crepúsculo de un día aciago. El Hno. Samuel, después del impacto del fatal desenlace, bajo un sensible duelo, se repuso, aceptó la realidad, era necesario avisar a la Iglesia la triste noticia, se disponía al cumplimiento de la voluntad de Dios. Decidió salir, se detuvo un momento en la puerta, observó la multitud, suspiró profunda y prolongadamente antes de trasponer el umbral de la puerta, caminó lento y confiadamente hacia el templo. Le abrieron paso, lo siguieron con la vista, luego se agolparon en su entorno. Su semblante pálido, la garganta seca, sus ojos se movían buscando en los rostros la luz de la promesa de Dios. La iglesia, al verlo advirtió la fatal noticia, el momento se hizo tenso, hubo un instante de expectación, de enmudecimiento, de espera, luego los murmullos se hicieron cada vez más audibles, ¡ha dormido! ¡El Siervo de Dios ha dormido! ¡Dios lo tiene en su gloria! ¡Ha dormido! En medio de esa realidad que los lastimaba se amalgamaba la fe y la esperanza. Su guía espiritual ya se encontraba con los santos que dormían el sueño de los justos. El Hno. Samuel caminó lentamente, su mirada estaba fija en el ministerio, paso a paso, lentamente, se aproximaba. El grito estruendoso de toda la.

comunidad en un interminable gloria a Dios! lo acompañaba con expectación. Subió al ministerio, los presentes, en llanto colectivo percibían la realidad del deceso, en un esfuerzo supremo, cortando su respiración, solamente pudo, expresar: -El Siervo del Señor, el Hno. Aarón ha partido, Dios dispuso que se reuniera con los Apóstoles. Una exclamación unánime de dolor retumbó en el templo. La comunidad recibió el choque de esa fuerte noticia y súbitamente cayeron de rodillas. Se ahogaron en llanto, oraron intensamente, fue el escape de la incertidumbre y la desesperación de tantos días, de tantas noches, de madrugadas inciertas, y tardes de insospechada inquietud. En medio de aquel dolor de toda la Iglesia, el hermano Pablo Valdez desde el ministerio tomó el micrófono y dijo: -¡Se ha apagado la lámpara de Israel! Inmediatamente, la iglesia contestó: -No, No, no se ha apagado. El hermano sorprendido se quedó con el micrófono en la mano, sin hallar qué decir., Entonces, uno de los que el Señor había bendecido con el don de la profecía, toma el micrófono de la mano del hermano Pablo Valdez y dice: -No, como dicen ustedes, como dice la iglesia, el ungido de Jehová, el ungido de Dios está con nosotros, ¿no lo astas viendo tú?’, Yo lo estoy viendo. Y señalando al hermano Samuel, dice: -allí está el Hermano Samuel Joaquín. Y toda la iglesia se prendió, se acabó la incertidumbre, se acabó el caos, se acabó el llanto desesperado y surgió una nueva esperanza, esperanza de vida, de fe, de amor, todos empezaron otra vez a gritar, pero ahora no de desesperación, los hermanos levantaron su mano en señal de apoyo al hermano Samuel como confirmación de la manifestación divina que la Iglesia sintió, sobre la Elección de un auténtico Siervo de Dios.

Ahora se encontraba ante la confirmación divina de su elección, ante su ministerio, ante la Iglesia que le reconocía en su corazón como auténtico Apóstol de Jesucristo. No hubo duda ni incredulidad. El reconocimiento colectivo fue la obra de Dios, el Hno. Samuel sintió el sello de Dios en el corazón de la iglesia, su universo espiritual se encerraba en la obediencia al mandato de Dios, que tiempo atrás le había revelado su llamamiento en Veracruz

Siervo de Dios y Apóstol de Jesucristo Samuel Joaquín Flores.

EL HOMENAJE PÓSTUMO

La comunidad fue presa de un gran dolor por el sensible deceso del padre de la fe, y así esperaron pacientemente que los restos del Apóstol fueran trasladados al templo donde pertenecía, sería la cámara luctuosa donde le rendirían póstumo homenaje. Miles de personas se dieron cita para presenciar el arribo de los restos mortales de su guía espiritual, ahí estaba la comunidad de Guadalajara y las que provenían de todas las iglesias del país y del extranjero. Todos pensaban cómo preservara en sus recuerdos las imágenes del Maestro, su obediencia, su fe, su fuerza, su vigor, su voz, sus actitudes, su arrojo, su audacia. Todo motivó a conservar su mejor recuerdo. Apareció el féretro, un grito colectivo se convirtió en lágrimas y sollozos. La multitud impactada tenía la mirada en un solo punto, los restos del Apóstol. Muy cerca de él su esposa, sus hijos, lenta y calladamente lo seguían, llevaban la fuerza de su padre. A su paso todo era exclamaciones ¡Gloria a Dios! Aleluya! Y en la apoteosis, como obedeciendo una orden, una muchedumbre lo siguió ordenadamente hacia el interior del templo, donde innumerables fieles también esperaban; y en un rasgo de ternura entonaron la alabanza tradicional en las presentaciones del Hno. Aarón. “… ¡Hosanna! ¡Hosanna! Hosanna! El cielo y tierra es del Señor Su gloria y potestad Y nos circunda con su amor La excelsa divinidad. A Dios rindamos todo honor, todo honor, todo honor. Ahora y siempre, amén…«

Un suceso extraordinario dominó el cuerpo inmóvil del Siervo del Señor: su rostro dibujó un halo de bondad, una leve sonrisa dibujaba su semblante. Muchos hermanos se impresionaron. Por última vez estaba entre los suyos. El ataúd fue colocado al pie del ministerio, en un espacio suficiente para que todo su pueblo lo contemplara. Nadie podía evadir el impulso de mirarlo. En su cuerpo se evidenciaban las huellas de una vida conducida por el poder del espíritu de Dios. Confirmando allí que ese cuerpo santo fue depositario de la Elección, vasija seleccionada por Dios para cumplimiento de sus designios: ¡Tu nombre será Aarón, lo haré notorio por todo el mundo y será bendición! Muchos incrédulos se acercaban desesperados para cerciorarse personalmente del deceso y establecer lo que era realidad y fantasía. Algunos afirmaban que esa muerte sería un señuelo de los hermanos, para luego impactar a la sociedad diciendo que había resucitado. Desilusión. Nada había de espejismo. El Hno. Aarón efectivamente había cerrado sus ojos para siempre. , El paso de la multitud ante el ataúd era lento, las lágrimas rodaban, el sentimiento crecía y poco a poco la confortación nacía desde la profundidad de las almas de los creyentes, todos los cristianos se erguían y guiaban por su fe. Numerosas guardias cronométricamente cedían su sitio a los demás, guardias de niños, jóvenes, ancianos, por iglesias, por Estados, los extranjeros, sus amigos personales, funcionarios públicos y militares, todos querían participar, estar cerca de ese excepcional Apóstol de Jesucristo. Numerosas ofrendas florales dieron un colosal marco

al féretro, y los espacios laterales del templo se convirtieron en un gigantesco vergel de guirnaldas. DESPEDIDA DEL MAESTRO AARON JOAQUIN Durante tres días los fieles rindieron homenaje a los restos del Apóstol de Jesucristo Aarón Joaquín González. En ese entorno se dejaron escuchar rumores nacidos de las calumnias provocadas por los gratuitos enemigos, cuyas mentes de baja estirpe tejieron historias turbias en las que precisaban los detalles de la mentira. Unos decían que el Hno. Aarón había llamado a un confesor antes de morir, “no a un simple sacerdote sino al cardenal Garibi Rivera”. Otros, que su deceso era consecuencia de una parranda; otros, que un hombre por la infidelidad de su esposa lo había liquidado, y muchas más mentiras, triquiñuelas, falsedades, grotescas historias, producto de una miserable ignorancia mental, palabras necias repetidas con rencor. Había autoridades que podían avalar su deceso, pero sobre todo Dios; el cuerpo del ilustre predicador al pie del ministerio, con los que estuvieron en su agonía, advertidos del avance de su fin, con sus antecedentes transparentes, con su condición de Apóstol, que incluso con su muerte derrumbó las últimas difamaciones en su contra. Y tal como fueron enseñados por un auténtico Apóstol de Jesucristo; los hermanos guardaron su duelo, sin resistirse, sin renegar, ni reclamar; sólo aceptando la voluntad de Dios. EL ÚLTIMO ADIOS

Al tercer día de su partida hubo serios problemas para su inhumación, los encargados de los panteones civiles se negaron a proporcionar un área adecuada para depositar los restos del Hno. Aarón y otros hermanos, argumentando que “no había espacio”. Anteriormente se había solicitado a las autoridades un cementerio para los hermanos, ya que con arrogancia y menosprecio se rechazaba sepultar a los difuntos que eran de la iglesia. Ese día el desprecio se hizo más evidente. Los panteones disponibles, con frívolos argumentos se negaron a recibir los restos mortales del maestro. ¿A quién recurrir? ¿Qué funcionario podría dar una orden? Todos se negaban o esquivaban la solución, incluso con rencor decían: “Se les excluye porque no son católicos, que les sirva de lección”. Ante el alud de negativas e impedimentos, no hubo más remedio que recurrir a la autoridad máxima, el Gobernador del Estado; milagrosamente los hermanos fueron recibidos de inmediato. Personalmente él los atendió. Se estudió el caso. No era fácil. Transcurrieron un par de horas. De pronto, la solución. Debido a la solicitud presentada meses antes por representantes de la Hermosa Provincia, para establecer su panteón civil, se autorizaría su apertura, pero condicionada a que una vez ocurrida la inhumación se clausurara. La triunfal noticia llegó hasta la muchedumbre, que esperaba ansiosamente alguna información. Milagro! Lo asombroso y prodigioso se imponía nuevamente. ¡Milagro!L El Hno. Aarón, el padre en la fe de esa multitud, el Apóstol, quedaría entre su pueblo, en medio de su pueblo. La alegría se desbordó en las miles de personas que estaban presentes. La emoción fue inmensa. El sueño imposible se había hecho realidad. Las glorias a Dios se convirtieron en voces de triunfo que invadieron las conciencias de todos los fieles. Ojos humedecidos por el llanto, rostros de alegría, manos levantadas, en aquella hora de magna expectación ante el milagro. El espacio destinado para el cementerio se localizó a la izquierda del frente

del templo, lugar al que desde ese día se le llamó el Huerto de Gethsemaní. Todo se dispuso para la inhumación. La familia presente, el cuerpo ministerial presente; representantes de las autoridades estatales y municipales, organizaciones políticas, amigos personales, y los miles de fieles de todas las iglesias del país y del extranjero. Todos presentes en el último adiós… En la glorieta no cabía una persona más, las calles cercanas estaban apretadas. El coro de la iglesia de Guadalajara rodeaba el féretro. Era el coro que tantas veces acompañaba al Hno. Aarón en sus explicaciones, en sus recorridos, en sus largas giras, era “el corazón de la iglesia”, así lo llamaba el Hno. Aarón. Ese coro dio el toque emocional al solemne acto. Hermanos que en sus rostros dibujaban un dolor angustiante, pero en las pupilas la esperanza viva. En alabanza profética de los creyentes en Dios entonaron el himno, la Resurrección: -Los que en el Señor, hoy durmiendo en paz están Cristo declaró, de la muerte volverán. Resucitarán para la inmortalidad Con Él gozarán vida de felicidad A Dios loor cantad… El Apóstol de Jesucristo Samuel Joaquín acompañando a la Hna. Elisa Flores en la despedida del cuerpo del Apóstol Aarón Joaquín.

Eran las seis de la tarde, el Hno. Samuel apareció en la puerta de la casa grande, se abrió paso entre la multitud, se colocó muy cerca del ataúd. Todos querían ver de cerca lo que ocurría. El Hno. Samuel transmitía una imagen de perceptible tranquilidad. El semblante del joven guía había adquirido una profunda madurez. Su voz dibujó la evocación. Con tono firme describió la vida activa de un presente convertido en historia, apenas ayer. Fue el recorrido verbal del pasado de una acción pastoral, apostólica. -Ahora el Siervo del Señor duerme el sueño de los justos -dijo-, y en reflexiva meditación, en la amarga nostalgia lo despidió, lo despidió en el recuerdo de su vida, recuerdos de palabras, de presencias, de actitudes, de actitudes de padre, de pastor de almas, de Apóstol. El momento luctuoso adquirió dimensiones de sentido homenaje; la muchedumbre estaba cautivada en la solemnidad del momento. Luego las notas del Aleluya de Haendel volaron imponentes en el espacio del Huerto de Gethsemaní y en todos los rincones de la Hermosa Provincia, conmoviendo intensamente las conciencias de todos los presentes en una emoción imborrable Y las palabras del nuevo guía se extendieron en una exhalación de paz, y en ese adiós se esparció la presencia del Apóstol hacia la universalidad de la fe de los creyentes, porque universal es el evangelio, porque universal es Dios. Gethsemaní… Hondo recuerdo. Allí se cerró la última página, -mientras estuvo en la faz de la tierra- el primer Apóstol de la Restauración de la Primitiva Iglesia de Cristo.

APENDICE ESTADISTICO

Cuerpo Ministerial asistente en Guadalajara al fallecimiento del Apóstol de Jesucristo Aarón Joaquín González y al Inicio del Ministerio del Apóstol de Jesucristo Samuel Joaquín Flores. Valente Osorno Martínez Rafael A. Hernández M. Jesús Pardo Isaías, Abad Hernández Sánchez José Pérez Cuevas, Alfonso Herrera García Santiago Ponce González José G. Lechuga Martínez Ángel Rabadán Salgado Julio López Flores, Leandro Ramírez Aguayo Raúl Lupián Andrade Ambrosio Ramírez Becerra Carlos Manjarrez Arce Edilberto Martínez Fernández David Rodríguez Castillón Sergio Martínez Lugo José Santana Preciado Luis Martínez Vázquez Ramón Silva García, Rigoberto Mata Medina Aurelio Torres Covarrubias Francisco Méndez Chávez Isaías Tristán Huitrón Jesús Méndez Chávez Víctor Valadez Ayala David Méndez González Pablo Valdez Hernández Rodolfo Mendoza Casillas Rubén Valdez Hernández Guillermo Miranda Lugo José G. Vargas Cornejo Jesús Montejano Hirales Ignacio Vázquez Castañeda Eduardo Morán Gómez Julián Zamora Carranza Salvador Navarro Romero Caleb Zamora Magallanes Daniel Núñez Fletes Job Zamora Magallanes Germán Ocampo Ríos Miguel Ángel Zúñiga M. Gabriel Rivera Rosas, Guillermo Acevedo Rafael Ignacio Castañeda C. Emilio Acevedo Vizcarra Juan Castrejón Ruiz Antonio Adán Ramírez Tito Castro Robles, Enrique Aguilar jurado Pedro Cerón Hernández Rector Lucio Aguilar Robles Guillermo Climaco Perdomo, José Aguilera Martínez José Chávez Cuevas Benjamín Aguilera Martínez Joaquín Chic Delgado José Alberto De la Cruz G. Juan Almaguer Contreras Juan De la Cruz García Rodolfo Alvarado Alcaraz Norberto Dehesa

Galicia Marcial Alvarado De la Cruz Daniel Domínguez Lara Simón Álvarez Girón Daniel Estrada González Francisco Andrade Romero Pedro Estrada González Abner Arauza Murillo Juan Flores Araujo Filiberto Basilio Cruz Francisco Flores Murillo Juan Bautista Rodas José de Jesús G. López Jesús Caldera Navarrete Alberto García Zúñiga Eugenio Calderón Campos Eduardo García Lugo José Calvillo González Daniel Girón Esparza Prisciliano González Faustino Olea Zavala Miguel Guerra Hernández Edgardo Olivares Medina Florentino Hernández C. Jesús Orozco M., Ivón Hernández Coronado.

En el centro de la imagen: El Apóstol de Jesucristo Aarón Joaquín, acompañado del cuerpo ministerial

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NOTAS FINALES

Por: Lic. Daniel Núñez Avalos, Ministro Internacional de Relaciones Públicas de la Iglesia La Luz Del Mundo. La historia ha sido definida como la compilación de los hechos sobresalientes en el devenir de un pueblo. Dentro de ella tienen cabida aquellos acontecimientos que marcan la trayectoria de un grupo y que definen su fisonomía e identidad. Es importante destacar, sin embargo, que las hazañas y sucesos relevantes que enorgullecen a un pueblo no se originan por si solos. Tales hechos son debidos a los protagonistas de la historia, quienes con su valentía y determinación, con su visión en ideales, con su sacrificio y abnegación, con su férrea e inquebrantable voluntad, escriben las páginas que forman la historia de una nación pueblo o institución. Este volumen escrito por el Lic. René Rentería Solís, presenta de manera clara y emotiva el origen, consolidación y desarrollo de la Iglesia La Luz del Mundo en el período comprendido de 1926 a 1964. Conocer la historia de un pueblo siempre será una experiencia gratificante; pero cuando esa historia es la de nuestro pueblo, la de nuestras raíces, se experimenta una sensación indescriptible. Los hechos narrados, distantes en el tiempo, se perciben ahora cercanos y propios.

Hoy la Iglesia La Luz del Mundo, está presente en 43 países de América, Europa, Asia y Oceanía. Bajo la dirección del Apóstol de Jesucristo Samuel Joaquín Flores, quien asumió por manifestación de Dios el gobierno de la iglesia al dormir el Siervo de Dios, Hno. Aarón en 1964, ésta se ha proyectado incontenible difundiendo los altos valores divinos que nos dejó nuestro fundamento y fundador: Jesucristo. El autor se dio a la tarea de ordenar cronológicamente los testimonios escritos y orales de miembros antiguos de nuestra iglesia; sus testimonios fidedignos e indubitables han quedado asentados en este volumen y serán conocidos por la posteridad. El trabajo social de la iglesia para la superación de las personas en lo moral, académico y social es reconocido por propios y extraños, su infraestructura en templos es objeto de admiración: la unidad inquebrantable entre sus miembros es elogiada; el crecimiento de su feligresía provoca en muchos un sincero reconocimiento, aunque en otros recelos, envidias y maledicencias. Venciendo barreras y borrando fronteras, la iglesia avanza en la difusión de los valores cristianos, hermanando a los hombres mediante el evangelio. Ni difamaciones, calumnias, rencores o falacias permanentemente utilizadas para frenar su avance han logrado debilitarla. Hoy se erige una iglesia sólida, con una orgullosa historia, grandioso presente y promisorio futuro. En efecto, son estos tiempos de gracia y restauración. Lic. Rogelio Zamora Barradas, Diputado Federal por el D.F. LVI Legislatura.

Hace tiempo conocí al Lic. René Rentería Salís, he apreciado su capacidad profesional, asimismo su dedicación y entusiasmo en el desarrollo de sus actividades dentro de un marco de excelencia, la cual se manifiesta en esta investigación, relacionada con el origen de este movimiento religioso, así como su natural inclinación hacia la investigación y su permanente inquietud sobre acontecimientos sociales. Tuve la oportunidad de conocer este trabajo en sus etapas de documentación y quiero evidenciar mi reconocimiento; ésta es una obra que sorprende por los relatos inusuales a los que tiene acceso el lector, sorprende porque son relatos singulares, tiene la virtud de encontrar el punto sensible de la conversión de un importante núcleo social a la predicación de un hombre sencillo, un hombre que quedó en la memoria viva del pueblo. Con audacia, el autor ingeniosamente pudo hilvanar los difíciles sucesos de la vida del maestro Aarón Joaquín y plasmarlos en el común denominador de sus entrevistados, la fe. Asimismo la importancia de esta historia es que cuenta con testigos oculares que viven y que concuerdan en su dicho y otros más que ya se han ido, pero dejaron escritos o grabaron sus voces y contaron la verdad que se da a conocer. Aarón Joaquín González, por su figura y su obra es presentado por el autor en una excelente descripción de hombre y predicador quien con su empeño y decisión forjó una nueva sociedad.

Después de leer esta impactante historia, la reflexión concluyente se circunscribe a observar

en toda su dimensión la obra de un guía que dio origen a una gran Comunidad a través de un solo medio, la fe. Lic. Benjamín Chávez J., Presidente de la Plataforma de Profesionistas y Técnicos, A.C. Con el objeto de llenar el enorme vacío de información acerca del primer Apóstol contemporáneo, maestro Aarón Joaquín González y difundir su monumental obra, surge este libro, compendio de recuerdos y testimonios de quienes tuvimos la dicha de conocerlo. La aparición de este volumen era un clamor de las nuevas generaciones; y la perpetuidad de la obra del maestro, una exigencia de quienes lo admiramos. Para los propios, únicamente disponíamos del cúmulo de testimonios que circulaban entre las familias de los testigos oculares y testimoniales de la vida del maestro Aarón. En consecuencia, era necesario un reencuentro con su historia, pero ahora no verbal, sino escrita y por lo tanto con su origen. Reunir todos los testimonios, sin faltar a la expresión viva y al mismo tiempo sin ofender a la evocación de la fe se convirtió en un verdadero desafío. Había que escoger un investigador. Alguien que escribiera esta historia sin avocar al sentimiento circunstancial, alguien que estuviera comprometido únicamente con su ética y profesionalismo, La responsabilidad recae sobre el Lic. René Rentería Solís. El autor es un profesionista con una sólida preparación académica y con larga experiencia docente y quien con humildad’ is precia de no ser historiador. Sin embargo es

encomiable la forma en que conduce al lector en los caminos de esta historia, y sin perder de vista la figura principal del libro en ningún momento, su actitud descriptiva permite que en toda la obra el lector “viva” la acción descrita. Escuchar con atención y respete las emotivas palabras testimoniales, a veces cortadas por las lágrimas en la evocación del recuerdo, recuperar la esencia de lo descrito sin dañar su entorno, y plasmar no sólo la letra sino también el sentimiento de los testigos, precisaban de alguien con una enorme capacidad receptiva. El autor cumplió con lo requerido. Para lograr incorporar la multitud de elementos que forman este volumen fue necesario hacer innumerables entrevistas, tener un acercamiento con los testigos de la época, rescatar con cuidado los testimonios grabados en audio unos y en video otros, de los ya finados, así como las evidencias escritas. De ninguna manera representa una tarea fácil por la edad de unos y lo distante de otros. Se imponía con todo rigor el tener que rescatar un común denominador de la descripción de todos los testigos en cada uno de los pasajes. Un servidor acompañó al autor a todas las entrevistas con las fuentes directas o los familiares, y estuve presente en todos los audios, videocasetes, yen todo el desarrollo de la investigación. Complacido veo que existe veracidad de lo vertido por los interlocutores; el resultado es fidedigno, de no haber sido así yo mismo lo hubiera rechazado. El estricto apego a la verdad en la declaración de los testigos es el más sentido homenaje al maestro Aarón que ofrece el autor, quien cuida el no dejar a la suerte ni a la improvisación ningún hecho.

La descripción narrativo-poética, viene a darle el toque distintivo del autor. El libro se presenta como testimonios de fe, y la fe la tienen los que creen. Para ellos éste será un motivo más para validar su juicio y vivir su fe intensamente. El incrédulo, así como el escéptico y el ateo, nada de provecho encontrarán en esta obra. AGRADECIMIENTOS

El autor: Conocer la verdad es un derecho natural, pues con ella se motiva el espíritu, la confianza, la seguridad y la razón. Vivir en el silencio es atentatorio a la necesidad elemental del saber. Explorar el sentir de esta Comunidad a través de su fe me dio la oportunidad proverbial de llegar al reflejo de su conciencia en sus recuerdos, en sus testimonios, que finalmente se enlazaron en la coincidencia sobre la vida del protagonista principal de esta historia, el maestro Aarón; a El mi profunda gratitud… Agradezco a todos los que participaron incondicionalmente con sus largas e interesantes conversaciones, sus emotivos recuerdos y sus profundas vivencias, fue el material básico para detallar esta historia. Agradezco a todos los que me facilitaron sus audio y videocasetes y permanecieron el tiempo que fue necesario, para precisar las escenas y momentos sustantivos del protagonista. Agradezco al Lic. Daniel Núñez Avalos su reconocimiento y comentarios en la Presentación de este libro y la valoración de la importancia de este material.

Agradezco al Lic. Rogelio Zamora Barradas por su apoyo en al conocimiento de este proyecto y sus conceptos en la Presentación da este volumen. Agradezco al P. E. Gilberto García Granados, Ministro de Cultura y Educación Cristiana, su amplia disposición al permitir el acceso al material localizado en la biblioteca, hemeroteca, audioteca y videoteca y de todo lo necesario para estructurar la historia que nos ocupa Agradezco al Lic. Benjamín Chávez, quien compartió conmigo las emociones y cálidas narraciones de los testigos en su descripción oral y después en el manuscrito. La experiencia de compartir con ellos sus momentos de remembranza, fue como descubrir en el mundo da su pasado, el espacio de su fe, sensaciones irrepetibles. Mi reconocimiento a su apoyo, eficiencia y responsabilidad en fase cronológica del desarrollo de la historia del personaje central.

A todos ellos… Gracias

EPILOGO En el transcurso de este siglo, la Iglesia La Luz Del Mundo es el acontecimiento religioso más importante. Desde hace años me ocupó de seguir con atención este movimiento religioso contemporáneo, y profundizando en su dimensión histórica, me llevó al estudio de esto fenómeno social desde una perspectiva diferente, una historia oral, hasta ahora, no escrita. Dentro de este particular universo religioso, se centra la atención sobre la figura mas importante, el Maestro Aarón Joaquín y su labor Apostólica, singularmente su proceso de radical transformación y más concretamente su extraordinaria metamorfosis, de hombre modesto a Apóstol contemporáneo, entendiendo este término como el resurgimiento de una realidad profetizada en la Biblia. El punto más alto de este interés se dio cuando, a la luz del devenir histórico-bíblico yanta mi asombro y la sorpresa de propios y extraños, el maestro Aarón, según sus seguidores y la descripción bíblica, fue cubriendo progresivamente los requisitos que dibujan el perfil de un Apóstol milenario y lentamente ocupó sitio de Apóstol en esta época. Este es el punto central, porque es hasta entonces cuando le comienza a vislumbrar la comprensión del nacimiento de una nueva espiritualidad o, más propiamente, de una nueva religiosidad que reunió peculiares características, comenzando por tratarse de una búsqueda de lo sagrado, sin la mediación institucional de Iglesias evangelistas tradicionales, y ajeno a la concertación de nuevos movimientos religiosos, es decir, esta organización de

modo exclusivo estableció una relación estricta entre la realidad actual y el rigor bíblico. A fines del siglo pasado, México estaba muy lejos da ser al centro de atención de un movimiento distinto al católico y si &94nOS aparecían eran los conformados por organizaciones religiosas extranjeras consideradas como intrusas. En ese sentido, México era considerado como uno de los países más estables, donde nunca pasaba nada o nada de qué preocuparse. Pero de repente, en la actualidad, cuando la jerarquía católica romana declara públicamente que su ámbito religioso ha sido invadido por “sectas’ extrañas, se destaca La Luz Del Mundo, como una Iglesia cuyo origen y desarrollo es producto genuino de un país que nunca había producido ni exportado nuevas formas de conducta, fundamentadas bajo un esquema bíblico y con una interpretación original cimentada en las prácticas cristianas. Y así de pronto, los investigadores académicos, los sociólogos, los religiosos y aún los detractores, se situaron ante una verdad incontrovertible, la aparición de una organización cristiana surgida en la República Mexicana. Cuando se inició esta investigación me enfrenté a mi propio escepticismo sobre lo viable de lo creíble, de un hecho cuya materia prima fueron solamente los “testigos oculares” o sus familiares o sus documentos o sus grabaciones, del papel que desempeñó el maestro Aarón, a partir de 1926. El autor de esta investigación estaba lejos de prever el estallido de las emociones de quienes lo conocieron, de los que vivieron cerca de él, de aquellos que guardaban escenas trascendentales en la estructura de esta nueva doctrina. Los diálogos de estos venerables testigos pueden haber caído, por el tiempo, en lo apologético, y esto es un riesgo, pero creo que vale la pena correrlo porque si como dicen ellos que “la fe se manifiesta por sus obras”, estoy obligado a que las acciones de esa fe

hagan historia, una historia inédita para muchos y que cual rompecabezas, una vez que se integra, se convierte en fiel testimonio M perfil del conjunto de imágenes, acciones, testimonios, milagros, revelaciones, como escenario de esta nueva religiosidad. La recopilación fue fascinante, pero no por ello me dejé influenciar por apreciaciones emotivas netamente personales, cuya exageración podría desvirtuar la realidad del recuerdo; en consecuencia, para aceptar en esta investigación la inclusión de escenas e ideas trascendentales, fue necesaria la aportación de hasta seis testigos que en cada acontecimiento coincidieron, sin proponérselo, en los vértices de una realidad pretérita, pero cierta. No escapa a mi conocimiento, los requisitos de una investigación científica, en la que se comprueban las hipótesis con los hechos, es decir, evidencias cuyo origen, por lo real, sea irreversible. Debo reconocer que en el enfoque racionalista sólo lo real es lo concebible por la razón humana y que lo que escapa a su comprobación entra al ámbito de la superstición. Para el racionalista puede encerrar una visión transgresora de la realidad, cuya objetividad rechaza por sí misma lo sobrenatural.

Muchas veces me pregunté, si debería reducir el origen y desarrollo de esta comunidad a lo exclusivamente evidente; escribir solamente lo que es aceptable para la credulidad. Pero si por satisfacer al incrédulo iba a sacrificar lo grandioso de la “fe por sus obras”, me resistí a esto último porque bajo ese punto de vista jamás se hubieran escrito libros como la Biblia, cuyos autores no escatimaron esfuerzo alguno por describir lo sobrenatural y lo real,

Esta historia fue pues un desafío al sentido racionalista que minusvalida lo sobrenatural, lo milagroso, lo increíble, estoy seguro de que esta descripción es el conjunto de acciones que le dan vigencia a esta nueva religiosidad, y no es legítimo callar o evitar describir ese entorno fascinante y real. En consecuencia, lo que sigue es un esfuerzo de autenticidad en la descripción de la historia de este singular movimiento religioso. La tarea fue difícil como lo es toda investigación que se precia de serlo y no solamente por el frenesí con que se suceden los recuerdos de todos los que me dispensaron sus vivencias. Asimismo, no tardé en confirmar ml inquietud, las mismas fuentes lo admitieron… Unos me dijeron: lo increíble de lo creíble; nada hubiera sido escrito sobre Jesucristo, que no es más que eso, una historia de fe. -“Esta comunidad es un conjunto de milagros”-.., y otros: -“Lo que le voy a contar no es creíble,.., pero así fue…”. Y yo así lo entendí. Para algunos podrá ser ridículo, inverosímil, mágico, pero yo sé que en toda descripción histórica, hasta la legitimidad de lo que está documentado se cuestiona. Gran parte de este trabajo consistió en penetrar en un maremágnum de las pláticas de muchos; siempre traté de deslindar mi propio impacto pues parcializaría la verdad; me acerqué a los testigos protagonistas o con sus familiares, visitándolos en sus propios lugares donde pudieron reconstruir a la distancia del tiempo las impresiones de aquella época. Todos los nombres de las personas, lugares y acontecimientos narrados son los originales. Para legitimar las descripciones he incluido la fuente al final de esta obra.

La iglesia La Luz Dei Mundo, en su devenir histórico, como fenómeno social, reclama la legitimidad de su lugar en el ámbito religioso correspondiente a este siglo, nada he inventado para impactar, ningún acto de fe lo he magnificado para impresionar; por lo cual se concluye que la realidad no siempre es explicable desde la razón material, pero si explicable desde la razón de la fe… la fe del protagonista de esta historia, proyectada en las conciencias de este enorme grupo de “hermanos” que forman parte de la iglesia evangélica más importante de México. La doctrina religiosa es cultura que consolida la fe y expresa identidad, y cuando se apoya rigurosamente a la Biblia, es vinculación dinámica que hace posible que las expresiones de Profetas y Apóstoles lleguen al hombre de hoy, y sus palabras adquieran vida propia.

FUENTES DE INFORMACIÓN Elisa Flores, Lino Melchor, María Chacón, José Garibay, María Melchor, Luz Barajas, Rodolfo Garibay, Refugio Vázquez María Rosales José Chávez Rodolfo Alvarado Ramón Rodríguez Jesús Pardo Salvador Montaño María Joaquín Flores Juana Ramos Tomás Montaño Santiago Joaquín Flores José María Valencia ¡sidra Vargas Joaquín Chic Julián Zamora Luisa Pedroza Rebeca Joaquín Flores Altagracia Magallanes María Romo, Cornelio Mosqueda Luis Martínez Mercedes Hernández Ana Joaquín Flores Jesús Durán, Emilio Acevedo Ignacio Castañeda Carmen González Prisciliano González Alfonso Herrera Marcelina González María Vázquez Andrea Coronado María Trinidad Varela Alfonso González Angelina Coronado, Ángel Rodríguez, Antonio R. González Ignacio Terrones Ignacio Barajas Carmen Rodríguez Nicolasa Saldierna Juan Barajas, Jesús Robles, Pablo Valdez. Testigos oculares: Los que “presenciaron y vivieron” las actividades del Hno. Aarón. Testigos testimoniales: Los que escucharon los comentarios del protagonista o de los testigos oculares (se incluye la aportación de los familiares de los testigos fallecidos). Evidencias documentales: Notas de testigos oculares o testimoniales, grabaciones en audio y video, periódicos y revistas.

La Iglesia del Dios Vivo. Columna y Apoyo de la Verdad. La Luz Del Mundo. Es el acontecimiento religioso más importante en la Historia del Cristianismo en tiempos de la Restauración. Su dimensión histórica, va más allá de los tiempos y se torna en el cumplimiento de las profecías bíblicas que anuncian el restablecimiento de la Verdadera y Primitiva Iglesia de Jesucristo, a través de los Hechos del Primer Apóstol da la Restauración Aarón Joaquín González. Esta, es la Historia de la fe hecha obra por Dios en el corazón de los hombres al recibir a sus enviados tal como anunció Jesucristo: Esta es la obra de Dios, que creáis en el que El ha enviado. (juan 6: 29). Historia que es documento y testimonio a través de los frutos del evangelio de Cristo predicado por los Hechos de los Apóstoles de la Restauración; peritos arquitectos de más 43 naciones y padres en la fe de más de cinco millones de creyentes a quienes Dios distinguió para que acogieran a sus enviados; El que recibe al que yo enviare, me recibe a mi; el que me recibe a mí, recibe al que me envió. (Juan 13:20). Hechos del Apóstol de la Restauración de la primitiva Iglesia de Jesucristo. Aarón Joaquín González. Es el testimonio del mandato de Dios a su Siervo; Te he puesto para luz de los gentiles, A fin de que seas para salvación hasta lo último de la tierra.

Hechos del Apóstol Aarón Joaquín González Existen muchas maneras de contar una historia, pero aquella que nos narra y deja ver el espíritu de Dios y su obra en la tierra es sólo una; esta es la historia de los hechos del Apóstol Aarón Joaquín González, elegido de Dios para iniciar la restauración de la primitiva iglesia fundada por Jesucristo en el primer siglo.

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